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El rostro ‘Mar-a-Lago’: los rellenos faciales y el bronceado extremo componen la estética de la nueva mujer ‘trumpista’

Bótox a mansalva, rellenos faciales muy visibles y bronceados exagerados conforman una estética que homogeneiza al séquito de Donald Trump. ¿Qué hay detrás de esta oda a la diferencia estética a golpe de intervenciones?

Mujer Mar-a-Lago
Kimberly Guilfoyle, en una imagen de la convención republicana de 2024.The Washington Post (The Washington Post via Getty Im)

El universo de Donald Trump se caracterizó durante su primer mandato por una estética homogeneizada y uniformada en la que las mujeres de su séquito se caracterizaban por sus voluminosas melenas fruto del denominado Texan blowout, extensiones de pestañas infinitas, siluetas esbeltas, el bronceado de quien vive de vacaciones y vestidos hiperceñidos de The Chiara Boni La Petite Robe. Esta estética clónica ha ido ahora más allá para centrarse en los rostros de los hombres y mujeres del círculo de Donald Trump, a quienes caracteriza la denominada cara Mar-a-Lago.

Mar-a-Lago es el refugio de Trump en Palm Beach, un complejo que adquirió en 1985 y que según Joan López Alegre, Profesor de la Universitat Abat Oliba CEU, se ha convertido en el lugar perfecto para que el presidente de los Estados Unidos imponga una estética concreta. “Donald Trump se va de Nueva York porque ahí es visto como un millonario hortera, mientras que en Florida, su estética tiene más sentido. Pero la decisión no es estética, sino política. Cuando cambia su residencia de la Torre Trump a Mar-a-Lago, abandona un estado de mayoría fija demócrata por uno que entonces era un estado oscilante. Mar-a-Lago es una especie de White House de verano donde ha creado un lugar alternativo con una estética determinada”, asegura el autor de ¿Y si me presento alas elecciones? (Deusto, 2023).

La denominada Mar-a-Lago face da nombre a los rostros en los que prima el bótox exagerado, los rellenos faciales muy visibles y el bronceado extremo. Las redes sociales fueron las responsables de viralizar esta tendencia al mostrar el antes y después de varias mujeres de la órbita más cercana de Donald Trump. La presidenta del Comité Nacional Republicano, Lara Trump, Kimberly Guilfoyle, elegida por Donald Trump como como embajadora en Grecia; la teórica de la conspiración Laura Loomer y la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, aparecían en estas comparativas que subrayaban las llamativas diferencias de sus rostros en el paso de un tiempo indeterminado. “Sus caras se habían transformado para pasar de ser convencionalmente humanas a exageraciones de maquillaje excesivo, pómulos angulosos y labios carnosos, al estilo Fellini, primando así la apariencia emperifollada de una presentadora de Fox News. Y no se trata solo de las mujeres: pocos podemos recordar el contenido del discurso ante la Convención Nacional Republicana del ex representante de Florida (y ex posible fiscal general) Matt Gaetz el verano pasado, porque estábamos obsesionados con el nuevo arco élfico de sus cejas. Y cuanto menos se hable sobre George Santos y su bótox, mejor”, asegura el periodista Julian Sancton en The Hollywood Reporter. Señala que como es habitual con Trump, el look representa un alejamiento descarado de las normas bien establecidas de Washington DC y se pregunta si su regreso a la Casa Blanca podría ser un desafío a la discreción que reinaba en 2024. “La burbuja Trump es un movimiento contrarrevolucionario que se enfrenta a las tendencias del momento para convertirse en el nuevo mainstream. Es un movimiento que se basa en negar la realidad. ¿Tienen una cara que no les agrada? Se la cambian sin importarles si queda bien natural o no, porque la realidad no le importa al trumpismo. Tradicionalmente la derecha, cuando estaba más centrada, intentaba no desentonar tanto, pero en la polarización actual de la sociedad americana, era imposible que el cambio no afectara también a los retoques estéticos. La polarización nos lleva a vivir en burbujas en las que hay un factor de tribu marcado que hace que si los líderes se hacen cosas artificiales, su alrededor también lo haga, porque solo ve apersonas como ellos”, explica a S Moda el periodista especializado en celebridades y moda Joan Callarissa.

 Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur.
Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur.Tom Williams (CQ-Roll Call, Inc via Getty Imag)

Precisamente a la necesidad de formar parte de un grupo de pertenencia alude Amanda Till, una emprendedora tecnológica residente en Palm Beach que confiesa a New York Post haberse gastado recientemente entre 50.000 y 60.000 dólares en bótox, rellenos faciales, hilos tensores, diferentes tratamientos de láser y el tratamiento médico de rejuvenecimiento facial Hydrafacial con el Dr. Norman Rowe, un cirujano plástico que ha abierto una nueva clínica en Florida, muy cerca de Mar-a-Lago, que asegura está dando inmensos beneficios gracias al triunfo electoral de Donald Trump. “Muchos de los que apoyamos al presidente queremos mostrar nuestra mejor versión”, dice Till, que visita de forma cada vez más habitual Mar-a-Lago. “Te hace sentir que eres parte de algo. Ahí, todo el mundo es alguien”. Y es ahí donde además, todo el mundo tiene que tener una estética determinada con la que diferenciarse de los demás.

¿Eugenesia ‘trumpista’?

La eugenesia consiste en el estudio y aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especie humana, y en uno de sus discursos, Donald Trump, haciendo uso de un lenguaje que evoca la eugenesia nazi, acusó alas personas migrantes de “envenenar la sangre” de su país. ¿Y si la Mar-a-Lago face fuera una suerte de eugenesia trumpista en la que la estética fuera mucho más allá del plano superficial?

En Calipedia moral, eugenesia estética y bellezas quirúrgicas, Santiago Martínez Magdalena, profesor de la Universidad Pública de Navarra, explicaba que las intervenciones estéticas generan una belleza específica y quirúrgica que reviste una eugenesia estética conforme a un referente sospechoso: “El canon caucásico como horizonte higiénico y normativo, la elección de modelos laborales y la exposición del cuerpo en el centro de la atención escópica”, escribe. Explica a S Moda que el poder radica en su capacidad de mostrarse, ejerciendo fuerza visual sobre lo que es deseable ver y lo es necesario ocultar. “Es decir, el poder quita cosas de la escena y pone otras (más dignas de ver; toda una ascética de la repugnancia). Sencillamente porque el poder presta el escenario. La racialización es igualmente un corte indeleble, o una herida insolvente, que marca para siempre y no se puede manumitir. Al mismo tiempo, la vejez es un signo de decadencia, de falta de vigor, de enfermedad y de pérdida de la facultad capacitista, y por tanto de pérdida de poder”, asegura.

La paradoja radica, matiza, en que aunque el acceso masivo a la cosmética y la cirugía estética permitiría, en las sociedades liberales, una democratización por homogeneización que llevaría aun único tipo de cuerpo, raza canónica, sexualidad, y belleza (que es la belleza quirúrgica), la nueva radicalización neoliberal practica un histrionismo político que persiste en mantener la diferencia estética reconocible como clase social. “Ellos son los que teclean la gramática social, por ende aparecen en el guion como “los mejores”, los legítimos, los elegidos, etc. Unido a un “estilo” de vida distinguido (recuérdese que el estilo es un concepto trabajado en tiempos por el fascismo), no me resulta extraño una Mar-a-Lago face como realeza, con su corte histriónica, con su quirúrgico-liberal. Es decir, Trump y los suyos necesitan marcarse, ostentando una herida de clase. Esta la proporciona la cirugía”, explica.

Lara Trump fotografiada en Miami en agosto de 2024.
Lara Trump fotografiada en Miami en agosto de 2024.Ivan Apfel (Getty Images)

Un exceso con mensaje

Resulta llamativo que precisamente cuando triunfa la denominada “belleza indetectable” que imponen una serie de tratamientos que ofrecen resultados que encierran la paradoja de ser muy visibles pese a que su sutilidad hace que sea imposible saber qué se ha hecho exactamente quien por ellos ha apostado, el rostro Mar-a-Lago abogue por el exceso. “El hecho de que en el lado opuesto a esta creciente corriente natural siga perseverando la belleza artificial, seguramente dependa de muchas variables, pero no descartemos que sea algo identitario y no solo a nivel individual, sino colectivo, una huella que, a modo de tatuaje estético, refleje la pertenencia a un grupo. Y no olvidemos tampoco la presión a la que socialmente estamos sometidos, especialmente las mujeres, por el paso del tiempo”, asegura la Dra. Natalia Ribé, fundadora y directora médica del lnstitut Dra. Natalia Ribé. Por su parte el Doctor Carlos Gómez, médico cirujano general especializado en medicina estética y antienvejecimiento, comparte su parecer. “Cuando alguien busca ese patrón artificial muchas veces se busca lucir un “personaje” mediático que da que hablar y que es polémico, y es justamente lo que buscan muchas veces esas personas... Si no, es difícil entender que todos de un mismo grupo (en este caso, político) se traten de la misma forma y con los mismos patrones de volumen”, matiza.

Toni Aira, profesor de comunicación política en la UPF-BSM, quiere subrayar el hecho de que tradicionalmente, en clave de comunicación política, siempre se ha recomendado que los cambios estéticos de un protagonista político fueran sutiles. “Al final, un político ha de ser creíble y la credibilidad la da entre otras cosas la percepción de la gente de que exista poca distancia entre lo que eres y lo que dices que eres. Cambios muy radicales en la apariencia pueden generar clásicamente desconfianza sobre alguien que se disfraza, se esconde, que dice ser quien no es”, explica. Alega que como en la actualidad la política está sumamente polarizada, se premia tanto el impacto que el cambio radical no se castiga. “Ahora hay personajes políticos que han sido votados por una base que busca precisamente un extremo, algo que transforme la realidad sin esconderse y de forma contundente, por lo que cree que es coherente con esa filosofía el hecho de que aquellos a quien vota practiquen esos cambios tan contundentes. Es algo que incluso pasa con el maquillaje anaranjado de Trump. Ese radicalismo, esa ruptura, se practica en fondo y forma a través también de la estética”, asegura.

La activista de extrema derecha y defensora de extrañas teorías de la conspiración Laura Loomer.
La activista de extrema derecha y defensora de extrañas teorías de la conspiración Laura Loomer. The Washington Post (The Washington Post via Getty Im)

“En el mundo del conservadurismo trumpista hay una gran parte de dogmatismo extra en el que se desprecia la ciencia, y ante un entorno así, es evidente que hay una mayor homogeneización, porque el pensamiento crítico está desterrado. Nadie puede criticar lo que hagan los líderes del movimiento y el resto lo imitará por el factor tribu. Mientras que las celebridades apuestan en la actualidad por retoques médico estéticos poco invasivos porque quieren parecerse a su “yo” real, el trumpismo hace lo contrario. Se operan de forma opuesta a cómo lo hacen en Hollwyood, como si dijeran: ¿Queréis disimular nos retoques? Nosotros no”, señala Callarissa.

Mientras que Julian Sancton se pregunta en The Hollywood Reporter si la Mar-a-Lago face se popularizará hasta llegar incluso a los votantes de Trump, Joan López Alegre hace un apunte final. “El votante trumpista ya no es un votante consevador como el de Bush, sino de clase media baja. No tengo claro si se quiere parecer más a Romeo Santos o a Ken”. Pero sin duda, el círculo de Trump tiene bien claro que Barbie y Ken sí son sus referentes, porque el más es más es su insignia.

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