Alerta por polución, por Blanca Li
Si las partículas en suspensión nos matasen rápido, ¿harían algo los políticos?
Últimamente hay días en los que al levantarme me pongo de mala leche. Hoy, de nuevo, máxima alerta por la polución en París, ciudad donde vivo.
Hace algo más de un año estuve en China y me impresionó el nivel de contaminación del aire. Qué suerte teníamos en Europa de no tener que vivir así, me dije. Después leí que la contaminación en Pekín había empeorado y parece ser que para los padres adinerados que desean que sus niños respiren un aire más o menos sano se han creado guarderías con purificadores cubiertas por unas burbujas hinchables. También parece que algunas multinacionales pagan pluses a sus empleados desplazados allí para compensarles por el aire que respiran.
En las últimas semanas, París ha sufrido varias alertas por la contaminación del aire, que ha alcanzado niveles peligrosos para la salud. El cielo azul ha sido reemplazado por un cielo marrón verdoso y una especie de niebla, que impide incluso ver la bella Torre Eiffel, flota sobre las calles.
Cuando pones la radio te avisan, lo cual no está mal. Las partículas en suspensión pueden causar o agravar enfermedades cardiovasculares y respiratorias, su exposición a largo plazo puede contribuir a sufrir ataques al corazón y arritmias, problemas nerviosos y muertes prematuras. Te explican que esas partículas entran en el pulmón y se van acumulando, creando una inflamación que con los años acorta vida. La OMS certificó en junio de 2012 que el humo de los motores diésel causa cáncer de pulmón.
Todo esto lo escuchas tranquilamente tomando tu cafelito y preparándote para un largo día de trabajo. ¡Ah! Te dan algunos consejos, como que no se te ocurra hacer footing ni montar en bici, o hacer ningún tipo de deporte y, sobre todo, que no dejes que tus hijos jueguen al fútbol.
Qué despertar tan intenso, qué ganas de ir a pasear en un día primaveral con el cielo marrón. Soy consciente de esas partículas que se van quedando en mi pulmón. Miro a mi alrededor y, como en Pekín, veo a la gente haciendo vida normal y, sobre todo, veo miles de coches. Me fijo en el humo que sale de cada uno. ¡Socorro, quiero dejar de pensar en eso y no puedo!
En los días que siguen y en pleno periodo electoral, los políticos se lanzan, como siempre, a recuperar cualquier cosa que les sirva para ganar votos. ¿Quién dijo que había que comprar los vehículos diésel?, la circulación alterna, desacuerdos, peleas, idas y vueltas. Los días pasan y al final se toman algunas medidas no muy eficaces con la esperanza de que algo de viento se lleve el problema y nos olvidemos del tema. Salen miles de artículos en los periódicos y en las redes sociales sobre la contaminación parisina y nosotros ahí, día tras día, respirando mierda. Por fin baja un poco la polución, no lo bastante para que no sea nociva, pero suficiente para que se deje de hablar. Todos contentos, la vida sigue y yo me digo que ahora vivo como en Pekín. Me encantaría poder hacer algo y no se qué.
Los coches eléctricos existen y ningún gobierno tiene el coraje de tomar decisiones radicales. Bajo la presión de los lobbies automovilísticos y petroleros son incapaces de garantizar nuestro derecho a respirar aire limpio. Pero como soy muy curiosa, he investigado si París es una excepción o si hay otras ciudades europeas con el mismo problema. Y sí, muchas incumplen la normativa de la UE y sobrepasan los niveles de contaminación permitidos. Ahora le toca a Londres. ¿Habéis visto las fotos?
Si mañana nos dijesen que en el agua hay partículas cancerígenas, ¿seguiríamos bebiéndola? Si las partículas del aire nos matasen lo bastante rápido, ¿harían algo los políticos? ¿Reaccionaríamos? Yo tengo una idea radical: que se prohíba la entrada en las ciudades a los vehículos que contaminen. Sí, es una locura, pero ¿a alguien se le ocurre algo mejor? ¡Ah! ¡sí!: que los niños no corran, ¡esa es una buena solución!
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