Un estudio sugiere que los móviles están rompiendo el vínculo entre las fases de la Luna y la menstruación
Los ciclos lunares tienen efectos demostrados en la reproducción de muchos animales, pero los resultados en humanos son controvertidos


La Tierra se formó hace 4.600 millones de años y solo 100 millones de años después apareció la Luna. Desde entonces, el satélite ha ejercido una influencia enorme sobre nuestro planeta, dándole un equilibrio que le hizo propicio para la vida e influyendo después en la existencia de esos seres vivos que había hecho posibles.
Se ha comprobado que muchos peces, corales e invertebrados marinos sincronizan su puesta de huevos con las fases de la Luna, garantizando que todos lo hacen al mismo tiempo para aumentar las probabilidades de éxito reproductivo. Esta sincronía se ha visto en tejones y en algunas razas de vacas en Venezuela y Japón, y se ha relacionado la luna nueva con una mayor fertilidad entre los macacos, algo que se atribuye a la protección frente a los depredadores que ofrece la oscuridad. Los gorilas de montaña, que apenas tienen depredadores naturales, parecen tener esa sincronía más cerca de la luna llena.
Aunque la similitud del ciclo lunar (29,5 días entre una luna llena y la siguiente) y el ciclo menstrual humano (entre 26 y 32 días, con una media de 29) sugiera que puede existir una influencia del satélite con la ovulación femenina, la evidencia científica no permite sacar conclusiones claras. Hoy, la revista Science Advances, publica un estudio que encuentra cierto efecto lunar en el ciclo menstrual y también puede explicar por qué muchos de los estudios más recientes no lo habían encontrado. El trabajo, liderado por la neurobióloga Charlotte Helfrich-Förster, de la Universidad de Wurzburgo (Alemania), analizó más de 11.500 registros de menstruaciones de 176 mujeres tomadas a lo largo de los últimos 70 años, algunos de ellos con más de tres décadas de seguimiento.
Trabajos de los años 70 y 80 ya sugerían que, en mujeres con ciclos que están más cerca de la media de 29,5 días, la menstruación tendía a coincidir con la luna llena o la luna nueva. Sin embargo, en los últimos años, varios estudios no han encontrado sincronía y los propios autores tampoco la vieron. Helfrich-Föster amplió el foco porque sospechaba que un cambio tecnológico podía haber provocado un cambio. “Decidí analizar los datos de antes de 2010 y de después. ¿Por qué? Porque en ese momento llegaron al mercado los LED y reemplazaron las bombillas comunes y la gente utilizaba cada vez más pantallas que tienen luz azul, a la que son muy sensibles nuestros ojos”, explica.
Sus resultados muestran que, en los registros previos a 2010, muchas mujeres mostraban menstruaciones alineadas con la luna llena o la nueva, y eso sucedía tanto a nivel individual como poblacional. Tras 2010, la sincronización desapareció casi por completo, aunque la coincidencia sigue siendo detectable en enero, cuando la Tierra está más cerca del Sol, y en los momentos en los que las fuerzas gravitatorias del Sol y la Luna se refuerzan.
Helfrich-Föster reconoce que este efecto de la gravedad, que también han identificado otros estudios hechos en indígenas en Argentina o con estudiantes en Seattle (EE UU), es difícil de explicar. “La luna tiene un efecto gravitatorio importante en la Tierra, lo ves con las mareas, pero no sabemos cómo puede sentir ese efecto un ser humano y cualquier físico te dirá que solo subiendo una escalera experimentas más cambios gravitacionales de los que puede ejercer la luna sobre nosotros”, afirma. “Tal vez podamos sentir algo indirecto que viene con la gravitación, como cambios en la presión atmosférica durante el ciclo lunar, pero no puedo dar una respuesta”, concluye la investigadora.
María de los Ángeles Rol de Lama, directora del Laboratorio de Cronobiología y Sueño de la Universidad de Murcia, que no ha participado en el estudio, reconoce su interés y calidad, aunque “va en contra del consenso científico que había hasta ahora”. Además, apunta a la dificultad para discernir los efectos de los ciclos lunares en personas que continúan con su vida normal, en la que hay una gran cantidad de circunstancias que pueden influir en el ciclo menstrual. “Para medir esto con precisión, tendrías que meter a las mujeres en un búnker durante un mes”, señala.
Esto se ha hecho en el pasado, aunque estos experimentos son difíciles de repetir. En 1962, Michel Siffre, un científico francés que entonces tenía 23 años, demostró que, al aislarse en cuevas sin relojes ni luz natural durante meses, el cuerpo humano sigue un ritmo interno cercano a 24 horas, pero pierde la sincronía con el día solar, revelando la existencia de un reloj biológico interno.
Claude Gronfier, que el año pasado publicó un artículo en el que apuntaba a un reloj interno como regulador del ciclo menstrual y restaba importancia a la influencia lunar, considera que los resultados recién publicados y otros recientes similares indican que la relación entre ciclo lunar y menstrual “no es casual”. No obstante, sobre la hipótesis de que los móviles y la luz LED son responsables de la pérdida de sincronía entre la menstruación y la Luna, cree que “hubiera sido útil poder comprobar esta hipótesis a partir de registros de la luz a la que estaban expuestas las participantes en este estudio, con el fin de verificar que la intensidad luminosa del entorno de las participantes había cambiado realmente antes y después de 2010”.
“Esto queda pendiente, ya que no se puede descartar que esta asociación más débil observada en los últimos 15 años pueda estar relacionada en parte con otros factores ambientales (aumento de la temperatura relacionado con el calentamiento global, el CO2, la dieta, etc.) o individuales (envejecimiento de las participantes en el estudio, más trastornos del sueño, etc.)”, resume, y pide cautela para interpretar un resultado “que se basa en un grupo de mujeres relativamente pequeño”.
El misterio de la sincronización menstrual con la Luna, igual que otros posibles efectos del satélite sobre los asuntos humanos, parece lejos de resolverse. Los ciclos pueden alargarse o acortarse por factores como el estrés, los cambios hormonales, las dietas restrictivas o la obesidad. Además, como la duración media del ciclo menstrual es parecida a la del ciclo lunar, pero no idéntica, es fácil confundir coincidencias casuales con verdaderas sincronías. A esto se suma que muchos estudios se basan en muestras pequeñas o en autorregistros poco precisos en los que son las propias mujeres las que recogen los datos para su análisis. Todo esto hace que, como sucede con los estudios que quieren comprobar si las mujeres que viven juntas sincronizan sus reglas, los efectos de la luna aparezcan a veces en los datos, pero resulten intermitentes, débiles y difíciles de replicar con rigor.
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