Por qué es recomendable tener propósitos para el nuevo año, aunque la mayoría fracasen
Gran parte de los proyectos, como dejar de fumar o comer mejor, se acaban abandonando, pero eso no resta valor al intento
Cuando se quiere iniciar un proyecto difícil, como dejar de fumar o empezar a salir a correr tres veces por semana, es lógico plantearse si realmente merece la pena. En busca de excusas o motivación, algunos miran a la ciencia como fuente de certezas, y pueden encontrar apoyo para casi cualquier decisión. Los estudios sobre el mantenimiento de los buenos propósitos de Año Nuevo sugieren que, a largo plazo, son mayoría los que fracasan. Un trabajo clásico sobre el tema, de 1989, estimaba que el 77% mantenían sus resoluciones durante una semana, el 55% un mes y el 40% llegaban al medio año. Después de dos años de seguimiento, solo el 19% se mantenía firme. Los datos más recientes sobre los intentos de pérdida de peso pueden parecer aún más descorazonadores. A largo plazo, solo entre el 5 y el 10% logran mantener la reducción inicial, una tasa de éxito similar a la de los fumadores que intentan dejarlo.
Pese a estos datos, hay estrategias que mejoran las probabilidades de triunfo (algunas se explicarán a continuación) y la ciencia también ha estudiado otras facetas de los buenos propósitos que destacan su valor, aunque no produzcan efectos tangibles, y que explican en parte el éxito de la Navidad. En estas fechas, los cristianos celebran que Dios envió a su hijo al mundo para redimir a los humanos y ofrecer la esperanza de un reino eterno de justicia y paz. En España, el día 22 de diciembre, millones de personas juegan a la lotería con la esperanza, más humilde, pero aparentemente más próxima, de salir de pobres. Para los no creyentes o quienes saben de matemáticas, estas creencias pueden parecer absurdas, pero los que apuestan por la ilusión también encontrarán apoyo en la ciencia.
Aunque la relación entre una percepción ajustada de la realidad se consideró durante años una base de la salud mental, estudios de los años 80 empezaron a cuestionar esa idea. Cuando se analizan las creencias de la gente, casi todos pensamos que nuestro futuro será mejor que la media y que es menos probable que nos sucedan cosas malas. Una y otra vez, las encuestas muestran cómo la gente considera que la situación económica del país es mala, pero la suya es buena, o que el sexismo en la sociedad es rampante, pero su pareja no es machista. Esto ha llevado a pensar que las ilusiones positivas son un rasgo incentivado por la evolución, por su efecto protector de la salud mental. De hecho, las personas que evaluaban el futuro con mayor precisión eran aquellas que tenían depresión leve o la autoestima baja. Por eso, propósitos como los de Año Nuevo, aunque no sean del todo realistas y para casi todos acaben en fracaso, tienen un valor positivo y no es conveniente esforzarse demasiado en reprimir el optimismo que impulsa a planteárselos.
Una vez que se plantea el propósito de cambio, los psicólogos ofrecen algunos consejos más o menos simples. Uno de ellos tiene que ver con el planteamiento del reto. El éxito es significativamente mayor si se plantean objetivos de aproximación, que se enfocan hacia lo que se quiere alcanzar, y no de evitación, que se centran en lo que se quiere evitar. Es decir: mejor proponerse hacer ejercicio dos veces en semana y comer tres piezas diarias de fruta que proponerse dejar de tomar comida basura o evitar el sedentarismo. En lugar de centrarse en la privación, se trata de ver los beneficios del esfuerzo. En lugar de dejar de fumar, se puede pensar en mejorar el sabor de la comida, o la capacidad pulmonar, o en ahorrar dinero.
Otro estudio que analizó lo que incrementa las probabilidades de éxito sugiere combinar objetivos más abstractos, que den sentido a nuestro reto, como tener una vida más saludable, con otros concretos, como levantar pesas dos veces a la semana. Y como recomendación general, que sirve para casi cualquier faceta de la vida, es clave buscar apoyo social, fijarse objetivos a corto plazo que nos permitan ver progresos parciales, y utilizar herramientas para seguir ese progreso. Las aplicaciones que ofrecen recordatorios y miden el progreso pueden ser útiles. En el caso de problemas de salud serios que tienen que ver con la obesidad o el tabaquismo, la ayuda profesional puede ser necesaria. En el caso del tabaco, por ejemplo, frente al 5% que sigue sin fumar tras un año de dejarlo sin ayuda de ningún tipo, con asistencia médica, en forma de fármacos y terapia, se puede alcanzar el 25%.
Pese a que las cifras puedan parecer modestas, no conviene caer en el pesimismo por culpa de la estadística, que puede ser útil para tener una imagen global del mundo y convertirse en un lastre como guía para la vida. Juan Modolell, un biólogo ganador del Premio Nacional de Investigación, recordaba en una entrevista su reacción cuando le diagnosticaron un cáncer de estómago con 54 años. En lugar de utilizar su conocimiento para saber todo lo posible sobre su tumor, no leyó nada. “No quise investigar y agradecí muchísimo que nadie me hablara de probabilidades, porque las probabilidades no significan nada cuando solo tienes una carta, significan cuando juegas muchas veces, pero yo solo tenía una carta”. Después de elegir un propósito, y de asegurarse que es propio y no impuesto por presiones o expectativas ajenas, las probabilidades de éxito o fracaso no se deben tener en cuenta fuera de los estudios científicos.
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