María Fernández: “Los enemigos en la prevención del cáncer son la desinformación y el marketing de las tabacaleras”
La directora del Centro para la Prevención de la Salud de la Universidad de Texas, reclama mejorar la accesibilidad y la motivación para participar en los cribados de cáncer
Los hallazgos científicos tardan en aterrizar en la calle. Unos 17 años, calculan los investigadores. Y cuando la evidencia llega a la práctica, no siempre penetra de forma satisfactoria. “El impacto de una intervención depende de la eficacia de la intervención y el alcance de la población”, explica María Fernández, directora del Centro para la Prevención de la Salud de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Texas, durante un seminario científico organizado por el Instituto Catalán de Oncología, en Barcelona. La investigadora (Washington DC, 56 años), experta en el desarrollo y evaluación de intervenciones de promoción de la salud, atiende a EL PAÍS tras desgranar, ante una sala llena de jóvenes investigadores, los retos de la implementación de la ciencia en la prevención del cáncer.
Pregunta. En su conferencia, hablaba de la brecha entre lo que saben y lo que cuesta que eso llegue a la práctica. En cuanto al cáncer, ¿qué ejemplo hay de algo que saben que funciona, pero que no ha llegado a la calle?
Respuesta. En Estados Unidos, por ejemplo, sabemos que, para aumentar el cribado de cáncer colorrectal, el uso de recordatorios para médicos funciona, pero no se está usando en las clínicas y muchos facultativos, a lo mejor, no se acuerdan. Y los recordatorios para pacientes también funcionan. También sabemos que hay intervenciones que aumentan la actividad física de los niños, como el aprendizaje activo, en el cual, esas intervenciones enseñan a los maestros a dar la clase mientras está moviendo a los niños. Otro ejemplo es que sabemos que si el médico recomienda la vacuna del papiloma mientras está recomendando las otras vacunas funciona mejor que dar una recomendación aparte.
P. En su conferencia mencionaba también el miedo como un factor que puede jugar un doble papel: puede servir para hacer que la ciudadanía participe en algunas estrategias, como los cribados, pero si te pasas, pueden rechazar estas medidas. ¿Cómo se logra el equilibrio?
R. Con este ejemplo estaba dando en el punto clave de que es muy importante trabajar con pacientes expertos porque la gente se identifica con otros pacientes. Pero también es importante trabajar con gente que sepa de la psicología de la salud porque hay diferentes cosas que influyen para que una persona escuche o no un mensaje y para que le motive o no el mensaje. Una forma de manejarlo es ser realista con el riesgo que hay, pero dar pistas sobre qué es lo que pueden hacer: que nunca se dé solo un mensaje de miedo.
P. ¿Se está atemorizando demasiado a la población con el cáncer?
R. No lo sé... Creo que es importante que la gente sepa que está en riesgo, pero que sepa que hay cosas que puede hacer. Una persona no va a esforzarse a hacer algo si piensa eso de que “no me va a pasar a mí” o que “si me pasa, no hay nada que pueda hacer, no puedo sobrevivir”.
P. ¿Qué barreras hay para mejorar la prevención?
R. En el cáncer, hay varias cosas que pueden disminuir tu riesgo y otras que puedes hacer para detectarlo a tiempo. La gente quizás no hace caso a las recomendaciones o no las creen y piensan que da igual lo que hagan porque no les va a pasar o les va a pasar igualmente: ese determinismo, ese fatalismo, puede ser una barrera. Pero lo más importante, sin duda, es el tabaco: si una persona no fuma, come bien y se hace las pruebas que le toca, es la mejor manera de prevenir el cáncer.
P. Hace mucho tiempo que se sabe que fumar es muy malo para salud y provoca cáncer. ¿Por qué no se ha logrado eliminar el tabaco de la ecuación?
R. Uno de los problemas es que hay programas que funcionan, pero no están integrados lo máximo que se puede y eso afecta a que la gente no tenga acceso a ellos. Los programas tienen que ser poderosos, que funcionen; no vale dar panfletos. En Estados Unidos tenemos una línea telefónica para ayudar a dejar de fumar: dan consejos y acceso a medicamentos.
En los estilos de vida es algo en lo que estamos fallando: cada vez se come peor, se hace menos ejercicio y se sigue fumando”
P. Precisamente en el consumo de tabaco hay un gradiente de desigualdad social: fuman más las personas con menos recursos. ¿Cuánto pesa la inequidad social en la lucha contra el cáncer?
R. Pesa muchísimo. En España lo tenéis mucho mejor en términos de acceso, no hay tantas desigualdades como en Estados Unidos, pero aún existen. A veces, es desigualdad en el sentido de que las personas con educación entienden más sobre los riesgos o dónde tienen que ir para acceder [al sistema]; esto, para una persona migrante o con menos educación o recursos, es muy difícil. Y luego influye el día a día: si una persona está pensando en cómo pagar la comida esta semana, es mucho más difícil, por esa lucha del día a día, que diga: ‘Me voy a cuidar, voy a ir al médico o voy a participar en este programa comunitario’.
P. Es más difícil que se preocupen por su salud.
R. Claro. Pero lo que me frustra, a veces, cuando hablamos de la inequidad, es que la polémica siempre va a la persona, a lo que se preocupa o a su motivación. Y esto me parece superinjusto. No es que a la persona no le importe su salud, es que es más urgente lo que tienen que resolver ese día.
P. A propósito del tabaco y otros factores de riesgo, la comunidad científica dice que alrededor del 40% de los tumores se podrían prevenir. ¿En qué falla la ciudadanía?
R. En los estilos de vida es algo en lo que estamos fallando: cada vez se come peor, se hace menos ejercicio y se sigue fumando. Pero también hay cribados que pueden prevenir el cáncer y tenemos que utilizarlos. Hay que aumentar la accesibilidad y la motivación.
P. ¿Cómo se motiva?
R. Esto depende de cuáles son las razones o los determinantes de ese comportamiento. Y hay diferentes. Unos puede ser que no se sientan susceptibles; otros puede ser que piensen que las pruebas no son eficaces o que no quieren saber si tienen cáncer… Se tiene que entender el conocimiento y las creencias en cada población para enfocar la educación en las barreras que tienen ellos.
P. Sobre la importancia de la información que se da, ¿cuánto dañan las fake news a las estrategias de prevención?
R. Nos afecta muchísimo. Pasó mucho con la covid. En Estados Unidos dicen cosas ridículas, como que las vacunas están hechas con fetos abortados o que las vacunas causan autismo. Las fake news crean miedo y cierto temor a las vacunas y eso preocupa muchísimo: la vacuna contra el virus del papiloma, por ejemplo, es una tecnología increíble y que tengamos una vacuna que previene el cáncer es algo que soñábamos. Pero que la gente no la quiera porque diga que es muy nueva, nos preocupa.
P. ¿Cuál es el gran enemigo para ustedes, que se dedican a la prevención del cáncer? ¿Contra qué les cuesta más luchar?
R. Los enemigos en esto son la desinformación y el marketing de la industria tabacalera. Es muy difícil combatir esto y la salud pública no tiene los recursos para hacerlo.
Las ‘fake news’ crean miedo y cierto temor a las vacunas y eso preocupa muchísimo”
P. ¿Les presiona mucho la industria tabacalera?
R. Sí, pero creo que es mucho peor en otros países que en Estados Unidos porque en Estados Unidos hay más reglas: no pueden tener anuncios, por ejemplo, cerca de escuelas, aunque esto es diferente en cada estado.
P. Aunque esté más regulado, ¿hasta dónde llega su poder?
R. Siguen teniendo bastante poder. Lo que han hecho las tabacaleras es diversificarse y a veces no sabes con quién estás tratando. Creo que siguen teniendo bastante influencia y aunque ciertas cosas están reguladas, el marketing es fuerte. Lo que peor me parece es el enfoque [que están haciendo] en países en vías de desarrollo, que tienen menos recursos, para que la gente se enganche y también la ampliación de los tipos de productos que utilizan.
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