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Infraestructuras

Las malas conexiones hacen encallar el teletrabajo en las zonas rurales

Mientras que la pandemia fuerza a que los hogares se conviertan en las nuevas oficinas, la escasa conectividad en la España vaciada frena que los pueblos avancen en esta dirección

Durante la fase uno de la desescalada Alfonso Martín se fue a teletrabajar a su segunda residencia abulense en Mombeltrán (1.006 habitantes)
Durante la fase uno de la desescalada Alfonso Martín se fue a teletrabajar a su segunda residencia abulense en Mombeltrán (1.006 habitantes)

Desplazamientos de 80 kilómetros diarios por carreteras de montaña. Utilizar datos del móvil para ganar algo de velocidad. Conectarse a Internet mediante satélites para intentar la descarga de ficheros pesados. Lo único que tiene de tele el teletrabajo de Antonio Sereno, de 59 años, es la lejanía y distancia constante de su domicilio si pretende desempeñar su actividad profesional.

Antonio Sereno
Antonio Sereno

Vive en San Esteban del Valle, un pequeño municipio de 750 habitantes al pie de la sierra de Gredos, en Ávila. Como diseñador gráfico en diferentes editoriales, su mayor problema no es que un proyecto no convenza a sus jefes, sino la pésima conectividad. En plena era de las videoconferencias, ni se plantea mantenerlas desde casa. Su mejor opción es coger el coche, recorrer 20 kilómetros de curvas hasta Arenas de San Pedro y conectarse a la reunión desde allí. “Con un poco de suerte, en San Esteban tengo hasta tres megas estables. Las empresas no comprenden que en 2020 tenga estos problemas. Me dicen que busque una solución”, comenta.

El teletrabajo impera en la mayoría de sectores. El Gobierno pide en el decreto de nueva normalidad “su potenciación cuando por la naturaleza de la actividad profesional sea posible”. Pero la pandemia vino tan de improviso que el tejido laboral, poco acostumbrado a esta fórmulas, se ha adaptado como ha podido; y en las zonas rurales, más que por su naturaleza, es una cuestión de recursos. De acuerdo con el último informe de 2019 de la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales, el 13,4% de la población en este entorno carece de acceso a una banda ancha superior a 30 megas.

“Es un clamor en el mundo rural que lo primero que hay que solventar es la brecha digital. Si dejamos pasar esta oportunidad, que nos ha devuelto a gente a los pueblos, no podremos engancharnos al tren de la digitalización. Ahora nos piden teletrabajar, pero en estas circunstancias es imposible”, sostiene Almudena García, alcaldesa de San Esteban del Valle, que padece en primera persona las dificultades de gestionar un Ayuntamiento donde la llegada de la fibra óptica -solo dispone de ADSL y 3G- se ha convertido en su Godot particular. Su agente de desarrollo rural, por ejemplo, trabaja todos los lunes desde Arenas de San Pedro debido a la mala conexión.

El Gobierno dedicará 150 millones de euros a desplegar redes ultra rápidas en zonas rurales

En Andorra, Teruel, un municipio de 7.600 habitantes, comprenden la situación de los vecinos de Gredos. Ubicados en una de las provincias más despobladas, vieron en la innovación una oportunidad para crear empleos —asunto más que acuciante después del cierre de la central térmica—. En su polígono industrial, inauguraron varias plantas de logística y operaciones que requieren tanto buena velocidad como baja latencia. Ni lo uno ni lo otro. La conectividad apenas supera los tres megas. “Existe un mundo rural a dos velocidades. En localidades donde la industria y el comercio son más o menos importantes, infraestructuras como la velocidad de la red funcionan sin problemas. En el resto, toca aguantarse”, argumenta Luis de Cristóbal, creador del think tank (Re)Pueblo.

La posibilidad de revertir estas asimetrías vendrá en los próximos meses en forma de ayudas de la Unión Europea. El Gobierno autorizó 150 millones de euros el 30 de junio para desplegar redes ultra rápidas en zonas rurales y con menos habitantes. A falta de que las empresas se presenten, la idea es que el 93% de la población tenga una conexión mínima de 300 megas. “Creemos que la extensión de la cobertura de conectividad de manera homogénea por todo el territorio es una palanca de vertebración territorial, económica y social y una manera de afrontar el reto demográfico y la despoblación”, afirman desde la Secretaría de Estado.

Alfonso Martín, de 52 años, pensó durante la fase uno de la desescalada que era una buena idea irse a teletrabajar a su segunda residencia abulense en Mombeltrán (1.006 habitantes). Sin embargo, ni él ni su mujer contaban con que la falta de fibra entorpeciera tanto su día a día. En su caso, como jefe de área de Segipsa, las videoconferencias y las conexiones a los servidores de la empresa a través de VPN son parte de su rutina… hasta que pisó el pueblo. La ausencia de una buena conexión le obligó a visitar una casa rural de la zona que disponía de una wifi bastante potente. “Lo que nos llega es una triste conexión ADSL. Hasta que mi compañía no me envió un pincho con 4G, no pude revertir la situación”, explica.

Atracción de talento

Si la España vaciada no comienza a permitir el trabajo telemático, el desarrollo económico de estas zonas se verá aún más sacudido si cabe. Esta nueva realidad alberga ciertas oportunidades que, de otra forma, no podrían explotarse. De Cristóbal, consciente de la dificultad de atraer nuevos habitantes, propone algo a medio camino entre la repoblación y la dejadez. Como si fuera un Erasmus, trabajar a distancia serviría para que alguien del norte de Europa viniera a las zonas rurales y desde aquí cumpliera con su jornada laboral. Ni días grises ni cinco horas de luz solar ni tampoco inviernos bajo cero. “¿Por qué alguien de Oslo no puede pasar medio año en los pueblos? Serían como nómadas digitales. Esto generaría empleo y, en el medio plazo, atraería otro tipo de talentos”, zanja.

Y esto más allá de las fronteras, porque de puertas para adentro podría ser una estrategia de las Consejerías y ministerios para resolver el llamado reto demográfico. Los autónomos, al igual que Sereno, estarían dispuestos a trasladarse a áreas más tranquilas, alejadas del frenesí urbano. Como expresa García, ahora que han conseguido durante el confinamiento atraer a más gente, que se ha refugiado en los pueblos, no tiene sentido no darles las facilidades necesarias. “Si pensamos en una segunda oleada del virus, muchas empresas y profesionales se pensarán lo de teletrabajar en el pueblo. Un clúster no puede crearse sin Internet”, añade De Cristóbal.

La despoblación ha contado con un aliado tan inesperado como el coronavirus. Estos meses han puesto de manifiesto cómo un número importante de españoles ha optado por guarecerse y trabajar lejos de la ciudad. Historia diferente es que la conectividad sea un problema recurrente. Internet se ha convertido en principio y final de buena parte del progreso rural. “Si la España vaciada importa, que pongan soluciones. La gente se irá más a los municipios pequeños por la pandemia, pero no podrá teletrabajar con estas circunstancias”, concluye Sereno.

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