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Trabajo

Historia del empleo del futuro... según la tecnología

La tecnología lleva más de 35 años siendo la gallina de los huevos de oro en lo que a salidas profesionales se refiere. Repasamos la historia de las nuevas profesiones en las páginas de EL PAÍS

'La escuela de Atenas', 1509-1511. Raphael Sanzio
'La escuela de Atenas', 1509-1511. Raphael SanzioGetty Images/Heritage Images

La introducción de la informática en la mayoría de las actividades de la vida cotidiana es un fenómeno considerado como imparable en la actualidad". En los tiempos que corren, esta frase no es muy reveladora. En noviembre 1984, cuando se publicó en EL PAÍS, no teníamos ni idea de la que se nos venía encima, pero sí sospechábamos que al calor de este fenómeno surgirían nuevas profesiones.

Llevamos más de 35 años inventando promesas de empleos prósperos en torno a las nuevas tecnologías. Y mentiras no eran. Pero empecemos por el principio.

A finales de 1984 se habían vendido en nuestro país unos 60.000 ordenadores personales. El software made in Spain todavía era una rareza, pero las cantinelas sobre los futuros profesionales que se adivinaban más prometedores no eran tan distintas de las actuales: en 1985, las "tecnologías puntas", asociadas a microelectrónica, robótica, láser y biotecnología, destacaban entre las profesiones que no se consideraban aún satisfechas por las universidades españolas.

Durante el mismo año empezábamos a hablar de la ingeniería de alimentos como una vía profesional que se abría ante biólogos, químicos y farmacéuticos. Estos nuevos profesionales, vaticinábamos, se encargarían de investigar y elaborar nuevas comidas enlatadas. Quién les iba a decir que el futuro era la carne sin carne y el chocolate de algas.

En 1993, los ingenieros de telecomunicaciones se enfrentaban a lo que ahora consideraríamos un levísimo problema del primer mundo. "Antes, las empresas iban a la facultad a buscar a los alumnos de telecomunicaciones incluso mucho antes de que acabaran los estudios, y ahora, con el título en el bolsillo, te puedes pasar incluso tres meses buscando trabajo", afirmaba Antoni Roure, entonces estudiante.

Pese a todo, el sector estaba en auge. Había más facultades, más ingenieros y más posibilidades de encontrar puestos de trabajo fuera de los nichos tradicionales. "Hasta hace poco tiempo, los ingenieros de telecomunicaciones solo podíamos trabajar en el sector público, en concreto en Telefónica, TVE o Defensa, pero el campo se ha ampliado con. la aparición de la comunicación integrada y ahora casi cada empresa necesita uno".

"La revolución digital está creando una inmensa demanda, ahora insatisfecha, de nuevos profesionales que sepan combinar una amalgama de conocimientos sobre arte, tecnología informática y marketing". Esto podría haberse dicho en cualquier evento del sector esta misma semana. Pero lo decían en 1995 los responsables del centro de formación Tracor. Hace 25 años se nos llenaba la boca hablando del CD-ROM (ahora cederrón), llamado a "sustituir masivamente a los otros medios en papel impreso" y a convertirse en medio de expresión apto también para artistas y comunicadores visuales.

Un año más tarde, el mismísimo Bill Gates nos hizo el favor de contestar a una chica de 14 años que se preguntaba cuáles serían las oportunidades profesionales posibles en informática, a la vista del constante cambio que se veía en el sector. "Ten la mente abierta y podrás llevarte sorpresas. ¿Será el uso de ordenadores en la medicina? ¿Serán los ordenadores en los museos? ¿Serán los programas de análisis financieros? Hay muchos caminos que puedes seguir", afirmó, con un halo de misterio más propio de una pitonisa que de un magnate.

Al filo del cambio de milenio, Anselmo Pérez Serrada, profesor de bachillerato e ingeniero industrial sintió la necesidad de poner algunos matices sobre las alabanzas que acaparaba el potencial profesional de las ingenierías. "Es cierto que los ingenieros tenemos más probabilidades de encontrar trabajo al acabar la carrera que el resto de los titulados, pero también es cierto que esos trabajos poco tienen que ver con la ingeniería y que acostumbran a ser muy inseguros (contratos por obra), exigentes (dedicación exclusiva y, naturalmente, completa movilidad geográfica y funcional), ingratos (sea usted el "brazo secular" del dios capitalista) y, además, mal pagados (¿sabía usted que un ingeniero aeronáutico cobra la tercera parte que un piloto?)".

Pero bueno, la red ya estaba entre nosotros y la burbuja todavía no había explotado (poco le faltaba). Así que en el año 2000 todo el mundo quería irse a las "startups de internet". ¿Dónde si no, iba a estar el empleo del futuro? "Los ingresos brutos anuales de un estudiante de 26 o 27 años recién salido del IESE que se incorpora a una empresa de la red pueden situarse en torno a los 10 millones de pesetas anuales, un 20% menos de lo que ganaría en una consultora. Pero si la startup va bien, el sacrificio económico inicial quedará rápidamente compensado por una carrera meteórica y por la revalorización del paquete de stock options", explicaba EL PAÍS.

Webmaster, information architect y otros palabros para describir a los nuevos empleados que todo el mundo quería contratar aparecían en nuestro vocabulario tan bruscamente que ni tiempo teníamos para traducirlos.

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Y los matemáticos volvían a estar de moda, pero no entre los estudiantes. "Los decanos de matemáticas alertan de la falta de estudiantes ahora que crece la demanda en las empresas. Las matemáticas se han convertido en la cenicienta de la Universidad española. Nadie o pocos las quieren. Muchos estudiantes brillantes, amantes potenciales de una ciencia a la vez analítica y creativa que alimenta toda la tecnología actual, se deciden cada vez más por las más prestigiosas ingenierías o la golosa informática".

¿Has oído eso de que las tecnológicas están contratando a gente de letras? Pues llevamos diciéndotelo desde 2005. "Los ingenieros en telecomunicaciones y los informáticos están dejando de ser los únicos beneficiados por las nuevas tecnologías". Sin embargo, la carrera de Humanidades se enfrentaba al fantasma de la extinción, con el consejo de Coordinación Universitaria proponiendo eliminar la titulación. Y las filologías tampoco andaban mejor en 2008, a punto de verse agrupadas en titulaciones comunes.

A finales de la primera década del milenio, reinaban la logística, la química, la imagen personal, las energías renovables y sostenibles, y la biotecnología. Y nacía el sector del crecimiento personal, con los coachs por bandera. "La figura del coach está consolidándose rápidamente, pues ha demostrado su eficacia a la hora de profesionalizar este proceso de evolución personal y profesional", explicaba Herminia Gomà, directora del máster en Coaching y Liderazgo Personal de la Universidad de Barcelona.

Al calor de Facebook y los olvidados Tuenti y Myspace surgió el gremio de la reputación online: "Community manager, dinamizador, moderador, responsable de estrategias online, comercial de espacios web... Toda una lista de profesiones nuevas cuyos nombres ni siquiera son definitivos, ya que nacen y mutan en pocos meses".

En 2012, el empleo del futuro era aquel que se desempeñaba fuera de nuestras fronteras. Después de caer por el tobogán de la crisis, no nos quedaba otra. "Forzados ante la imposibilidad de encontrar empleo, en el primer semestre del año 40.625 ciudadanos emigraron a otros países, un 44,2% más que en el mismo periodo del año anterior, en una diáspora que parece que no ha hecho más que comenzar".

Pero nos quedaba impulso para seguir inventando profesiones y adoptando palabros llegados del inglés: real time bidding (expertos en publicidad en tiempo real) SEM specialist (especialista en search engine marketing), scrum master (facilitador de un proceso de scrum), SEO specialist (especialista en posicionamiento en buscadores), data engineer (ingeniero de datos)...

"¿Qué estudiarán los bebés de hoy", nos preguntábamos en 2014. Según parece, esos niños que ahora tienen seis años tendrán que combinar las matemáticas y la imaginación para convertirse en gestores del caos, sastres de nanotejidos y productores de conceptos. Nos faltarán empleos en mano; pero volando, siempre ciento.

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