El programa espacial de los niños pobres
Un grupo de jóvenes donostiarras trabaja desde hace tres años en el laboratorio de tecnología y cultura digital de Tabakalera. ¿Objetivo? Llegar a máxima altura con el mínimo de recursos
Al fondo de Hirikilabs, en el pasillo que lleva a los baños, se acumulan los restos de antiguos proyectos desarrollados en este laboratorio de tecnología y cultura digital. El trastero de EHAerospace tiene algo de cuarto de las escobas. Básicamente consiste en un puñado de tubos apilados en una esquina, algunos forrados con gomaespuma, otros ni eso. En los más recientes, se puede ver el logotipo del grupo, un globo aerostático sobrevolando la Tierra. En la parte inferior de la pegatina está el lema del proyecto: pauper ad astra, pobres a las estrellas.
Mikel Malagón y Ekain Larrañaga fundaron EHAerospace a principios del verano de 2016. "Fue una idea loca. Terminas el cole y tu amigo te dice: ¿Quieres hacer cohetes?", recuerda Larrañaga. Y no hizo falta más.
Ninguno de los dos tenía experiencia previa en el tema. "Pero siempre nos había gustado este mundillo del cacharreo", reconoce Malagón. Solo les faltaba un espacio donde poner en marcha lo que ahora llaman "el programa espacial de los niños pobres", y lo encontraron en la tercera planta de Tabakalera. "Conocimos esto y fue el paraíso".
En Hirikilabs estuvieron encantados de recibirles. "Nunca vienen chavales de esas edades a hacer algo por su cuenta", asegura Ibai Zabaleta, coordinador de este espacio. Malagón y Larrañaga rondaban los 16 años cuando empezaron a con sus cacharreos cósmicos. Ahora se aproximan a la mayoría de edad y han superado la decena de integrantes en su equipo. "Tienen mucho mérito porque han ido dominando un montón de disciplinas técnicas. Y no solo técnicas, también la relación interpersonal. Han ido añadiendo a gente a su grupo, han ido seduciendo a personas mucho mayores que ellos para que les ayuden e incluso les financien cosas", explica Zabaleta.
El laboratorio de tecnología y cultura digital de Tabakalera les presta su espacio y sus recursos: mesas, sillas, impresoras 3D, cortadoras láser, taquillas y un entorno que celebra la tecnología pensada y fabricada desde cero. Para gestionar el apartado de los recursos adicionales, convirtieron su proyecto en una asociación sin ánimo de lucro: asociación para la innovación tecnológica libre EHAerospace. Desde esta entidad admiten donaciones de cualquier valor para costear los materiales y seguros de su exploración espacial. Además, ya se han hecho un hueco en el extremo más joven de la comunidad científica donostiarra. "Hemos dado charlas, estuvimos en Zientzia Astea -la semana de la Ciencia-, en Eginzaleak -la semana de la fabricación y la tecnología-...", repasa Larrañaga.
- Muy arriba, muy barato
"La idea siempre ha sido llegar a los 100 kilómetros de altura usando software y hardware libre y publicando todo lo que hacemos", explica Malagón. Cuanto más barato sea el proceso, mejor. "No solo para nosotros, sino para que otras universidades o pequeñas empresas también puedan acceder a ello", apunta Larrañaga.
El plan es acortar en lo posible la distancia con las estrellas. En lugar de lanzar su cohete desde el nivel del mar, lo subirán hasta los 30 kilómetros de altura con la ayuda de un globo de helio. "Una vez en la estratosfera, habríamos dejado abajo la parte más densa de la atmósfera", explica Malagón. Solo quedaría despegar.
Nos hemos ido demostrando que somos capaces de hacer las cosas que luego necesitaríamos para el objetivo final
Es fácil decirlo, pero EHAerospace ya lleva casi tres años tratando de conseguirlo, ascendiendo poco a poco. Empezaron con los cohetes, fueron mejorando detalles del software de los motores, comprobaron que su electrónica aguantaría la aceleración del proyectil...
"Nos hemos ido demostrando que somos capaces de hacer las cosas que luego necesitaríamos para el objetivo final y también hemos ido ganando más y mejor experiencia", razonan. Han visto despegues fallidos y caídas de vértigo, han recorrido el campo buscando los restos de sus misiones truncadas y, con una cápsula que salió mal de la impresora 3D, han hecho una maceta para el señor Kaktus. "Empezaron con un cohete pequeño, ahora tienen uno de dos metros y medio. Han ido haciendo todo el proceso y están ya hiperprofesionalizados. Es un programa espacial súper pequeño, pero con mucha disciplina y todo tipo de conocimientos", sentencia Zabaleta.
La información necesaria para desarrollar sus misiones espaciales en miniatura -desde el cohete hasta la web del grupo- no estaba en el temario de cuarto de la ESO, que es el curso en el que se encontraban cuando empezaron su aventura. "Casi todo lo hemos sacado de internet...", señala Larrañaga. "Y aquí, entre toda la gente que viene, hay un montón de sabiduría reunida...", continúa Malagón. "Si hay algo que no sabes, empieza a preguntar, que alguien sabe", concluye el primero.
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