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“Es muy difícil que a un espacio de ‘coworking’ pequeño le salgan los números”

Rafa de Ramón, fundador y CEO de Utopicus, habla acerca del modelo de negocio de estos espacios y de la importancia de que promuevan un sentimiento de comunidad

Rafa de Ramón, fundador y CEO de Utopicus.
Rafa de Ramón, fundador y CEO de Utopicus. Olivia L. Bueno

Alquiler, empleados y otros gastos fijos complican la papeleta a los cerca de un millar de espacios de trabajo compartido que registra la plataforma Coworking Spain. La encuesta global de Rentabilidad de Coworkings 2017 reflejaba que el 60% de estas superficies no eran rentables y casi dos de cada cinco cerraron a lo largo de 2016, según un informe de Comunidad Coworking.

Rafa de Ramón (Madrid, 1976) invita a mirar los datos con calma. “Es importante saber dónde están los espacios que cierran, qué tamaño tienen, qué están haciendo para obtener beneficios…”, comienza. El fundador y CEO de Utopicus, la compañía nacional con más fuerza en el sector, recientemente adquirida por la inmobiliaria Colonial, rechaza catalogar su negocio como poco rentable, pero también se opone a la idea extendida de que montar un coworking es una manera de obtener dinero sin mover un dedo. “Necesitas personal dedicado, porque vas a dar un servicio. No es como alquilar una oficina: tienes que estar ahí todos los días, ofrecer mantenimiento, comunidad, generar contenidos… Es un trabajo muy intensivo. O tienes cierto volumen o es muy difícil que te salgan los números”.

Consciente de esta realidad, su empresa decidió organizar cursos de formación para gente que quería abrir su propio espacio de coworking. Durante el año que llevaron a cabo esta iniciativa, cerca de un centenar de personas pasaron por su programa. A más de la mitad se le quitó la idea de la cabeza. “La gente multiplicaba mesas por precio y no atendía a otras variables”, recuerda De Ramón. “Pensaban que poniendo una decena de puestos de trabajo en el espacio de 200 m2 al que no daban utilidad y dándole un poco de publicidad tendrían un negocio próspero, pero eso nunca funciona”.

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El emprendedor se toma su tiempo antes de hablar y, cuando lo hace, presenta sus ideas con la pasión y claridad que solo brinda la comunión entre experiencia y vocación. Han pasado diez años desde que montó su primer coworking para emprendedores y freelances y hoy su empresa cuenta con seis espacios en Madrid y cuatro en Barcelona que suman cerca de 24.000 m2.

Utopicus no se plantea expandirse fuera de estas dos ciudades por el momento y sus planes de crecimiento se centran en reforzar su red actual, pero no consideran que el suyo sea un negocio que solo pueda funcionar en las grandes metrópolis. “Esta cultura está presente en todos lados y cada vez existen más nómadas digitales. Es una forma natural de vivir y cuando viajas lo ves”, defiende De Ramón. “Hace unos años podíamos hablar de tendencia, pero ahora es una realidad. Hoy en día, puedes trabajar desde cualquier lugar y lo único que necesitas es tu portátil”.

El CEO de Utopicus, Rafa de Ramón, durante la entrevista.
El CEO de Utopicus, Rafa de Ramón, durante la entrevista.Olivia L. Bueno

Precisamente por este motivo, un coworking debe ofrecer algo más que un escritorio sobre el que apoyar el ordenador. El empresario madrileño valora como imprescindible que el espacio promueva unos valores con los que sus usuarios se sientan identificados, una cultura que se defina desde la concepción misma del local. Por este motivo, diseñan cada superficie con un arquitecto diferente. “Funcionalmente, hay una estructura similar en todos nuestros espacios, pero así evitas montar una cadena al estilo de Burger King”, señala.

En la entrada de los establecimientos de Utopicus siempre hay un bar y en el camino al baño o a la cafetería habilitan espacios de encuentro para fomentar sinergias entre los profesionales que trabajan allí. También quieren introducir el concepto de club, al que puede pertenecer cualquiera que esté interesado en lo que ofrecen —próximamente planean lanzar una colección de arte contemporáneo—, al margen de que necesiten un espacio en el que trabajar.

El problema de crear este sentimiento de comunidad en un coworking surge cuando este es demasiado grande. De Ramón es un firme defensor de la teoría de Dunbar, según la cual, cuando un grupo supera los 150 integrantes, deben tener un incentivo muy alto para mantenerse juntos. “Cuando empezamos a creer nos dimos cuenta de que llegaba un punto que nuestra comunidad no aumentaba, no venía más gente”, reconoce. “Casualmente estaba en torno a esta cifra”.

Su solución fue comenzar a diseñar espacios teniendo en cuenta esta limitación. Para ello, dividieron cada coworking en departamentos o barrios temáticos. “Hay un barrio de fintech, donde se juntan los profesionales que trabajan en este campo, y sus vecinos de al lado son los de blockchain”, indica.

El sector contempla ahora una tendencia que puede ser clave en su crecimiento: algunas multinacionales están trasladando equipos enteros a trabajar en estos espacios. El emprendedor está convencido de que la reducción de costes de infraestructura no es la única motivación de las grandes empresas: opina que les interesan principalmente los contenidos que generan y el sentimiento de pertenencia a una comunidad con valores que comparten. “Nuestro reto en este sentido está claro”, observa. “Sus principales preocupaciones son la seguridad y la privacidad, física y de sistemas. Es ahí donde tenemos que enfocarnos”.

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