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Habitant, un garaje convertido en espacio de trabajo

La empresa dedicada a crear experiencias digitales ha transformado un parking de Madrid en El Garaje, su mejor carta de presentación para captar clientes

Alfredo Arias

Con su barba pelirroja, Pepe Chamorro, CEO de Habitant, ejerce de cicerone. Entre paseos por las cuatro plantas, no para de colocar cuadros, sillas o vasos. “Necesito ordenarlo todo. Puedo pasarme todo el día así”, comenta entre risas cuando le dicen que tiene algún TOC (trastorno obsesivo compulsivo) que otro. Pese a su perfeccionismo, el espacio de trabajo en el que lleva ya dos años nació casi por un arrebato mezclado con una gran dosis de necesidad. Dedicados al desarrollo y transformación digitales para mejorar la relación entre compañías y usuarios, desde la empresa matriz, Habitant, van creando diferentes proyectos que construyen productos, experiencias y servicios específicos. O lo que es lo mismo, la familia no paraba de crecer y sus anteriores oficinas no podían cobijar a nadie más. Montado en una bicicleta eléctrica mientras recorría el barrio madrileño de Chamberí se detuvo delante de un parking. “Tal cual lo vi, sabía que este era el sitio. En mi cabeza tenía claro cómo iba a quedar”. Dicho y hecho. El Garaje dejaba atrás los coches para cambiarlos por startups.

Alfredo Arias

Cuesta creer que este edificio con carteles de neón, tumbonas y un huerto, convertido en el puesto de trabajo para los distintos proyectos de Habitant, fuera hace poco tiempo un triste aparcamiento. Nada más poner un pie en la entrada, una barra digna de cualquier coctelería, ambientada con una iluminación tenue, da la bienvenida a empleados e invitados. Hechas las presentaciones, el mismo pasillo conduce, tras un par de puertas y una mesa de ping-pong, a la plaza central. Como un ágora, una gran zona diáfana de dos plantas repleta de luz es el epicentro de toda la actividad. Pizarras repletas de pósits, salas acristaladas para reuniones y hasta un pequeño plató de televisión son la nueva decoración de El Garaje. “No se trata de un espacio de coworking. La idea que hay detrás es la de tener un banco de pruebas con áreas abiertas, orgánicas y funcionales”, describe Chamorro.

La filosofía inicial con la que comenzaron esta nueva etapa ha dado lugar a que quienes trabajan allí se sientan como parte de una familia repleta de emprendedores. Inés Maqueda, cofundadora de Valhalla —una de las startups nacida en Habitant y dedicada a la consultoría de innovación en educación superior—, es una apasionada de este espacio. “Hemos creado una comunidad independientemente de que en el fondo seamos empresas diferentes. ¡Pertenecemos a El Garaje!”, exclama. Tal es la cercanía, que para evitar que nadie pueda sentirse excluido, los viernes se reúnen en torno a una tortilla de patatas elaborada en los fogones de El Garaje por las dos cocineras del espacio. Como explica Maqueda, se trata de una iniciativa para poner cara a los compañeros.

No es algo nuevo, muchos negocios se cierran alrededor de una buena comida, pero lo que aquí consiguen trasciende la gastronomía. El sentimiento de pertenencia a un proyecto común permite a las pequeñas compañías de Habitant llegar a una cartera de clientes que, por ellas mismas, sonaría a ciencia ficción. El ejemplo más reciente es el de la cervecera Estrella Galicia, que, a través de Valhalla, ha instalado en la planta baja The Hop, su programa de emprendimiento colaborativo, pendiente todavía de ponerse en marcha. Quien conoce a la perfección las puertas que se abren gracias a El Garaje es Héctor Morell, confundador de Chargy —una startup puntera en el desarrollo de tecnologías para cargar móviles—. “Tenemos una sinergia entre todos, en especial para reunirnos con clientes que llegan por otros proyectos que trabajan en el mismo espacio que nosotros”, añade.

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Chamorro, después de entretenerse con su TOC, retoma la visita. Es el momento de subir unos pocos escalones para conocer una sala pequeña sacada prácticamente del movimiento maker. Placas base, microchips, procesadores… decenas de componentes tecnológicos desperdigados entre mesas y baldas listos para que quien quiera, y sepa, se atreva a unirlos para alumbrar la disrupción. En esta misma planta conviven también la cocina y un par de salas multiusos. Una de ellas es especialmente codiciada, porque cuenta con sillones, televisión y una cristalera con vistas al ágora.

En esta reinvención de un aparcamiento todavía queda sitio para uno de esos rincones exquisitos solo apto para quienes forman parte de la familia. Justo nada más abandonar este nivel superior, una terraza, con huerto incluido y rodeada por los edificios colindantes, toma forma de chill out. Tumbonas y mesas se aposentan sobre una especie de moqueta verde que emula al césped. “Lo mismo puedes subir a tomarte un descanso que llevar tu portátil y ponerte a trabajar”, asegura Laura Lozano, confundadora de Chargy. El único riesgo de respirar aire fresco es que te lleves un pelotazo. Al lado tienen el patio de un colegio y más de un balón ya forma parte del mobiliario.

Por el momento, los más de 120 trabajadores de El Garaje seguirán emprendiendo en este espacio singular. Quizás haya otro paseo en bici de Chamorro y transforme un sitio que nadie asociaría con la innovación. Solo él lo sabe. Pero tal y como concluye Héctor Morell, mejor no moverse de donde están ahora mismo para seguir creciendo. “El 50% de la venta se produce nada más entrar aquí. No deja a nadie indiferente”, zanja.

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