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Cuatro robots para tratar el alzheimer y el autismo

La robótica social aporta un componente emocional esencial en labores asistenciales y, en algunos casos, consigue empatizar mejor que los humanos

El temor a que las máquinas nos reemplacen en nuestros trabajos ha generado cierta aversión hacia la robótica. Una conocida teoría en este campo sostiene que, cuanto más se parece a nosotros un androide, mayor es nuestro rechazo hacia él. Sin embargo, muchas personas con necesidades especiales encuentran en algunos robots al amigo que no pueden ver en otros humanos.

Paro no es una foca cualquiera. No es fácil encontrarla en Groenlandia, de donde procede su especie, y sería bastante extraño verla en un zoo. Su hábitat natural es el regazo de personas mayores con necesidades especiales, fundamentalmente con demencia y alzheimer, aunque también puede encontrarse entre los brazos de jóvenes con autismo.

Paro en 'Los Simpson'
Paro en 'Los Simpson'

La foca robótica más famosa del mundo, que ha aparecido en series como Los Simpson y Master of None, nació hace 15 años en el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Industrial Avanzada de Japón como una herramienta terapéutica no farmacológica —así la ha reconocido la Agencia Estadounidense del Medicamento— que reduce el estrés y la ansiedad, activa la comunicación, favorece la autonomía y aumenta la autoestima.

“Su tacto suave invita a acariciarla y su peso, de dos kilos y medio, recuerda al de un bebé, lo que evoca emociones positivas a pacientes que han sido madres”, explica Rocío Alonso-Redondo, directora de comunicación de Adele Robots, la empresa que comercializa Paro en España bajo el nombre de Nuka. “Sin embargo, se ha evitado caer en su diseño en una imagen infantil, ya que su uso está pensado para personas adultas, aunque tengan deterioro cognitivo”.

Arnold con Paro en la serie 'Master of None'
Arnold con Paro en la serie 'Master of None'

El robot sigue con la mirada a quien le habla por medio del sistema de inteligencia artificial que lleva incorporado, detecta el tacto de quien le acaricia gracias a los sensores en sus bigotes y barriga e interpreta si le están tratando con cariño. “Se eligió un bebé foca porque no tenemos ninguna idea preconcebida sobre el comportamiento de este animal, lo que implica que el paciente no va a presuponer sus reacciones”, añade Alonso-Redondo.

Su apariencia y la experiencia derivada de su uso es el resultado del trabajo conjunto de profesionales que exceden el campo de la ingeniería. En su desarrollo, ha participado un equipo multidisciplinar de artistas plásticos, pedagogos, psicólogos, profesores y expertos en comunicación.

Los investigadores del CSIC Manuel del León y Luis Miguel Martínez consideran que los autistas tienen menos dificultades para interactuar con los androides porque estos presentan patrones de comportamiento sencillos y fácilmente identificables que les aportan seguridad.

La compañía francesa Aldebaran descubrió este potencial oculto en sus diseños con Nao. Se trata de un robot humanoide de 58 centímetros provisto de sensores táctiles, capaz de reconocer voces, objetos y caras y de interactuar con humanos mediante un sistema de inteligencia artificial.

En su caseta en una feria científica, una madre confesó a la empresa que nunca había visto a su hija autista de dos años responder ante un estímulo como lo hacía con aquellos androides. Desde entonces, han impulsado su uso como herramienta terapéutica en colegios e institutos.

Así funciona Nao
Así funciona NaoEmotion Robotics

Stephanie Shirley, fundadora de Priors Court, una escuela para niños con autismo severo pionera en este tipo de terapia, reconoció en una entrevista a la BBC que no todos respondían al robot, pero los que lo hacían, se relacionaban con él de manera sorprendente. “He visto como un alumno se despedía del robot con un beso; y hablamos de un niño que normalmente no quiere besar ni a su madre", dijo.

Leka es un robot esférico diseñado para niños con necesidades especiales. Sus sensores le permiten entender los estímulos que recibe y responder con luces y colores para que los chicos puedan participar de los juegos que les propone mientras evalúa sus progresos. Su pantalla emite dos grandes ojos y una boca con los que expresa emociones que el niño pueda comprender. Su forma le permite desplazarse por cualquier estancia sin problemas.

Para facilitar la dinámica de juego, Leka está vinculado a una tablet, que también sirve como control remoto. “Queremos que sea el perro guía de niños autistas; coleccionar los datos que recojan nuestros robots y ofrecerlos a padres, investigadores y terapeutas”, explica el responsable de esta iniciativa, Ladislas de Toldi, en un vídeo promocional. “Podemos ayudar a descubrir patrones que otras herramientas de investigación no son capaces de recoger”.

De Toldi asegura que los juguetes destinados a mejorar el desarrollo cognitivo no destacan por ser baratos y considera que el precio por el que piensa comercializar su robot —algo menos de 700 euros— es razonable para que una familia pueda adquirirlo y no tenga que depender de un centro especializado en terapia infantil.

La empresa que comercializa Nuka, Adele Robots, desarrolla desde 2011 Tico, un androide social que favorece el diagnóstico de trastornos en el lenguaje, déficit de atención e hiperactividad. Mediante una serie de pruebas y cuestionarios que realiza gracias a su sistema de inteligencia artificial, Tico crea un vínculo afectivo que ayuda a enriquecer las habilidades motoras, sensoriales y sociales de niños con problemas.

Tico lee un cuento a Iván, un niño con autismo.

Su aspecto amigable (su cara se compone exclusivamente de dos grandes ojos) lo convierte en un robot polivalente: participa en campañas publicitarias y en el ámbito educativo indistintamente. “Su diseño puede recordar a Johnny 5 de la película Cortocircuito, o a Wall-E, según a qué generación pertenezcas”, explica Alonso-Redondo. “Esta familiarización no es casual; está pensado para que se empatice con él con más facilidad”.


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