Willem Jonker: “Blockchain’ no puede ser la solución para todo”
Según el director de la división digital del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, los gobernantes deben propiciar un terreno de juego equitativo y socialmente aceptable
Tiene claro que la tecnología no es lo importante pero sí una herramienta necesaria. Que la digitalización y la plataformización es imparable y conveniente siempre que se haga de forma inclusiva y equiparando el terreno de juego para los actores tradicionales. Que urge abordar cuestiones como la reforma del empleo, el papel de los Estados-nación y la fiscalidad internacional, y que si Europa quiere ser un actor relevante necesita un cambio de mentalidad y acelerar la implementación del Mercado Único Digital.
Willem Jonker es el ingeniero matemático e informático detrás de la división digital del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, EIT Digital. Su misión es impulsar la transformación digital de Europa y generar talento empresarial para el crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida. Para ello cuenta con un ecosistema paneuropeo de más de 130 grandes empresas, pymes, startups, universidades e institutos de investigación. EL PAÍS RETINA pudo entrevistarle durante el evento INNOVEIT en Budapest (Hungría).
¿Cuál es su visión del mundo de la tecnología y la innovación?
Hay un enorme impulso tecnológico. Circulan muchas nuevas tecnologías en el mercado y hay mucho interés en torno a la idea del emprendimiento y las scaleup [empresas jóvenes en fase de crecimiento cuya facturación ha aumentado un 20% anual durante más de tres periodos seguidos o ha obtenido más de un millón de dólares de financiación]. También asistimos a un despliegue global de lo que se podría llamar tecnología de plataformas y de grandes promesas de la mano de la inteligencia artificial, el big data o blockchain. Pero la esencia no estará tanto en estas tecnologías, que vienen y van, y muchas llevan ahí mucho tiempo. Es más importante que nuestros gobiernos -las personas, los países- sean capaces de absorberlas sin disrumpir demasiado la cohesión social. Al tiempo que traen esperanza, causan miedo. La gente se pregunta si perderá su trabajo por un robot o si los coches autónomos tomarán las decisiones adecuadas. Este es el tipo de cosas que causa preocupación.
Europa ya tuvo mucha competencia de la industria japonesa en el pasado y fue capaz de reestructurarse y revitalizarse
¿Cómo afrontarlo?
Hay una llamada a la acción hacia los gobiernos. Creo que están subestimando lo relevante que es esta transformación digital integral para la sociedad. Piensan erróneamente que es una cuestión de tecnología, cuando lo que hay detrás es una transformación social que ya está en marcha. Esto va de habilidades, de preparar a la próxima generación, de reformar el acceso a los mercados y los sistemas tributarios. Que compañías muy exitosas basadas en Estados Unidos no paguen impuestos en Europa no es sostenible. La tecnología va a estar ahí, lo que tenemos que hacer es integrarla de forma inclusiva. Abordar el tema del empleo, de los impuestos, de la Seguridad Social, el rol de los Estados-nación en una economía global... Muchas preguntas para las que aún no hay respuestas claras. Por tanto, debemos trabajar más en ello. Todos los gobiernos en Europa deberían tener un Ministerio de Transformación Digital.
¿Qué buenas prácticas destacaría en este sentido?
El gobierno de Estonia, que ha entendido lo importante que es esta transformación y su potencial, y está en plena transición hacia un gobierno electrónico. Este además es inclusivo, en la medida en que personas de fuera del país pueden obtener la residencia electrónica. Por supuesto, también hay un interés económico en que la gente contrate servicios allí.
¿Qué áreas diría que ofrecen más oportunidades en y para Europa?
Por supuesto, la industria automovilística. La primera revolución tuvo lugar en Silicon Valley, de la mano de compañías como Tesla, la incursión y avances de Google en conducción autónoma, etc. Europa puede recuperar terreno fácilmente. Ya tuvo mucha competencia de la industria japonesa en el pasado y fue capaz de reestructurarse y revitalizarse, y ahora podría hacer lo mismo. Ello requiere de una transición hacia sistemas autónomos, integración de telecomunicaciones y nuevos motores de combustión más simples mediante el desarrollo de baterías y otros sistemas. Es parte de la transición, muy predecible, pero hay que trabajar duro y tocar también aspectos regulatorios, de infraestructura… La hoja de ruta es sencilla y requiere más de ejecución que de visión, que ya está clara. Otro sector donde Europa puede posicionarse es el de la industria 4.0, la digitalización de la industria. En este caso no está clara la visión de cómo debe realizarse.
Tal vez podamos tomar ejemplo de Facebook, que es el país más poblado de la Tierra y ya cuenta con una identidad digital
¿Cuáles son las principales áreas donde poner el foco?
Europa tiene una agenda muy buena en lo que respecta al Mercado Único Digital (MUD). Debemos acelerarla. Lo prioritario en este sentido es desarrollar una identidad digital única. ¿Apostamos por un pasaporte global o por uno nacional interoperable? Tal vez podamos tomar ejemplo de Facebook, que es el país más poblado de la Tierra y ya cuenta con una identidad digital. La plataforma también es, en sí misma, un pasaporte al mundo online, ya que vehicula el registro a muchas aplicaciones y a otras plataformas y redes.
¿Qué opina de blockchain como tecnología para vehicular esa identidad única digital?
Siempre digo que a los informáticos les ha tocado el gordo porque el 90% de los problemas los resolvemos con big data y el otro 10% con blockchain. Creo que esta última tecnología está extremadamente sobrevalorada. Hay áreas en las que la puedes aplicar pero no es una solución para todo. No puede ser la respuesta a todos los problemas, y no creo que lo sea para el de la identidad digital.
¿Qué hay de la ciberseguridad?
Es, junto con el MUD, otro campo donde es crucial actuar. Es muy complejo y la gente no entiende realmente las implicaciones, por lo que hay que trabajar para hacerlas comprensibles. Ni si quiera yo llego alcanzar la complejidad del asunto, y eso que estoy metido de lleno. Por otra parte, la interacción con los servicios digitales debe simplificarse. Muchos tienen unas interfaces de usuario muy pobres porque las desarrollan ingenieros más preocupados por actualizar constantemente detalles técnicos que por facilitar su uso a la gente. El hecho de que, como técnico, puedas actualizar una aplicación cada semana, no significa que tengas que hacerlo. La facilidad de uso es más importante que su constante actualización.
¿Qué hay de la economía de plataformas?
Los gobernantes deben propiciar un terreno de juego equitativo y alentar estas innovaciones de forma socialmente aceptable
Europa tiene que empezar a entender este modelo, que ha tenido un rápido crecimiento. No hablo solo de las plataformas más conocidas, dirigidas a consumidores, sino también otras de servicios entre empresas. Por ejemplo, Amazon ayuda a otras personas a crear sus tiendas online. También hablamos de redes sociales, de plataformas de música y vídeo bajo demanda, etc. Usan la tecnología para ofrecer un servicio que aprovecha la infraestructura y recursos disponibles. Innovan mediante nuevas formas- más eficientes- de hacer las cosas, pero lo hacen en un área donde no hay mucha regulación. Los taxis están muy regulados, pero Uber no. Ellos operan en territorio desconocido en lo legal para crecer muy rápido.
La respuesta, por supuesto, es una actitud defensiva de los actores preestablecidos, que quieren volver atrás. A estos se les está empujando a renovarse, igual que hizo Tesla con su gran apuesta por el vehículo eléctrico, que obligó a la industria a actualizarse (como hizo Toyota con el Prius). El hecho de tener un jugador disruptivo que llega al mercado de la nada hace replantearse si tal vez un coche deba ser ahora un ordenador con ruedas. Y se produce una reacción en cadena. Por eso creo que el principal papel de estas plataformas es que abren nuevos caminos, hacia los que arrastran a los actores tradicionales. A su vez, la sociedad presiona a las plataformas al ver el riesgo de monopolio.
¿Cree que hay una mala percepción social de las plataformas?
Creo que se da una situación mixta. Estas ofrecen algo que a la gente le gusta. Si no, Facebook no sería tan grande. A quienes usan Airbnb les encanta. No así a los vecinos que se ven afectados por la constante ida y venida de gente, fiestas, ruido, etc. En este conflicto, los gobiernos no pueden servir solo al interés de una parte sino buscar un punto de equilibrio y compromiso. ¿Qué le pasa a un conductor de Uber si enferma? ¿Qué hay de su seguro? ¿Qué pasa cuando no hay demanda suficiente para cubrir unos ingresos mínimos al mes? Los gobernantes deben propiciar un terreno de juego equitativo y alentar estas innovaciones de forma socialmente aceptable. Prohibir no es la solución adecuada. Esto no puede pararse. El hecho de que los ganaderos protestasen cuando se construyeron las primeras vías de tren donde pastaban sus vacas no ha frenado el desarrollo ferroviario. Con las plataformas sucede lo mismo.
¿Hasta qué punto es Europa un actor relevante en el sector digital?
Europa no juega un rol en el mercado de las plataformas. Esto es un problema. Tenemos una vibrante industria de tecnologías de la información pero no estamos impulsando la innovación digital. Tenemos una aportación significativa en el ámbito de la investigación en computación pero no somos capaces de crear grandes compañías europeas, y las que creamos caen en manos de inversores extranjeros. Eso es alarmante. Movilizar el dinero de manera adecuada es crucial. Parte del problema es la mentalidad: no nos gusta que haya grandes monopolios que desbanquen al resto. Preferimos apostar por una sociedad inclusiva donde todo el mundo puede participar, con múltiples jugadores y competencia.
La Unión Europea lleva años tratando de propiciar el nacimiento de unicornios que compitan con los gigantes tecnológicos de Estados Unidos. ¿Hay algo más que falle?
¿Por qué no nació Google en Europa? Creo que una de las razones -de hecho, la clave- es que aquí no tenemos una mentalidad global, pensamos a escala nacional. Por otra parte, las empresas europeas exitosas han sido compradas por los estadounidenses (por ejemplo, Booking, que nació en un pequeño pueblo en los Países Bajos), o no se conoce que son europeas (como Spotify o Angry Birds).
¿Por qué es importante que haya grandes jugadores digitales europeos?
La tecnología y las plataformas no están libres de valores. Y gran parte de ellas -al menos, las más usadas- son originarias de Silicon Valley. Allí la gente cree firmemente que estas herramientas son la solución a todos los problemas y que no hay razón para que nos preocupemos por nuestra privacidad. Y ante eso la única opción es transigir o no usarlas. Los valores europeos tienen que ver más con la inclusión, con compartir, con aspectos sociales. Venimos, además, de entornos más complejos donde es difícil ubicar a todo el mundo en la misma página. Está más en nuestros genes buscar un camino adecuado para la mayoría que para un solo ganador.
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