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Educación para el progreso

El director general de SAP en España explica por qué es necesario formar en transformación digital, tanto a nivel académico como en el ámbito empresarial

Estamos viviendo un momento apasionante de la historia: el paso de un mundo analógico a un mundo digital en el que robots, inteligencia artificial, internet de las cosas, la nube, los coches autónomos o la ciberseguridad han saltado en muy poco tiempo de las pantallas del cine de ciencia-ficción a nuestro día a día.

La velocidad a la que se está produciendo la digitalización es tal que puede que corramos el riesgo de no poder sostenerla por falta de capital humano o, mejor dicho, por falta de preparación y competencias de ese capital humano.

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Desde diversas instituciones y organismos se lleva tiempo advirtiendo sobre este problema. La Unión Europea, por ejemplo, ha venido avisando que en 2020 habrá 756.000 vacantes sin cubrir en el sector TIC en los países miembros por falta de competencias. En España la situación es realmente preocupante, según indica esa misma institución en Digital Transformation Scoreboard 2017, el análisis que realiza sobre la situación y la evolución de la transformación digital en Europa. En él que señala que, entre los siete elementos críticos para la transformación digital, España falla en competencias y liderazgo digital. Por eso, considera fundamental que se refuercen ambas áreas mediante la mejora de los programas educativos.

Entre los siete elementos críticos para la transformación, España falla en competencias y liderazgo digital

Y es que los avances tecnológicos que estamos viviendo requieren de más profesionales con competencias en investigación, desarrollo, exploración de datos o experimentación. Desde el sector privado ya estamos empezando a percibir la escasez de profesionales con las habilidades y la formación necesarias para el mundo digital. En la industria de software, por ejemplo, los fabricantes y las consultoras hemos tomado la iniciativa y estamos impulsando proyectos de formación propios. Se trata de programas dirigidos a graduados en las áreas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas, por sus siglas en inglés), a los que dotamos de los conocimientos necesarios en tecnologías como cloud, inteligencia artificial o big data.

Estas propuestas están teniendo un gran éxito, pero ha llegado el momento de ser verdaderamente ambiciosos. La gravedad del problema y lo que nos estamos jugando exige de un paso más, un pacto de Estado que permita dotar de la formación y preparación adecuadas para el mundo digital a los profesionales españoles. Ese pacto debe contar con representación de todos los ámbitos interesados: académico, científico, tecnológico y empresarial. Con ese espíritu de colaboración se deberían crear comisiones de expertos en las que se pongan en común las distintas perspectivas y la aspiraciones y necesidades de todas las partes afectadas.

Uno de los elementos que debe tener en cuenta es que el sistema educativo para el mundo digital requiere de una formación continua, que no termine al final de la adolescencia o al principio de la edad adulta, sino que prosiga a lo largo de la carrera profesional. De esta forma se irán proporcionando las competencias necesarias en cada momento y se dará la oportunidad a aquellos trabajadores que pierdan su empleo como consecuencia de la automatización y del desarrollo tecnológico, de reciclarse y prepararse para desempeñar los nuevos puestos de trabajo que, paradójicamente, trae consigo el mundo digital.

También se deben asentar los cimientos para una colaboración público-privada. Las empresas tenemos mucho que aportar sobre las necesidades profesionales para este mundo digital y si de verdad queremos que se produzca un progreso en la educación, debemos llevar la formación más allá de nuestras fronteras, directamente a los centros educativos.

En EE UU, por ejemplo, hay varios casos de compañías tecnológicas que han creado programas de formación en colaboración con escuelas, institutos o universidades y que aportan el conocimiento y la experiencia de sus propios empleados, que actúan como profesores. Se han convertido en una suerte de mecenas o patrocinadores de una modalidad de formación en la que ambas partes ganan, ya que las compañías se garantizan profesionales con las habilidades necesarias para trabajar en el entorno digital del futuro y los estudiantes aumentan sus posibilidades de empleabilidad. Es un ejemplo que se puede trasladar a todos los niveles del sistema educativo, desde la educación básica a la formación profesional o la universidad. E incluso a esa formación posterior, en la edad adulta, que mencionábamos anteriormente.

 Si algo caracteriza el mundo digital es el cambio de mentalidad y la demanda de nuevas fórmulas. Ha llegado el momento de plantearlas. De hacer el esfuerzo entre todos para que el progreso siga fluyendo.

João Paulo da Silva es director general de SAP España, Israel y Portugal

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