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Joseph Reger: “El conocimiento es cada vez menos importante”

El responsable tecnológico en Europa, África, Oriente Medio e India de Fujitsu, Joseph Reger, asegura que tenemos que entrenar la creatividad y vigilar que los políticos sepan de tecnología

Guillermo Vega

Políticos, educación, ética respecto a la inteligencia artificial... Joseph Reger, principal responsable tecnológico de Fujitsu para Europa, África, Oriente Medio e India no esconde respuestas para las grandes cuestiones por las que atraviesa la humanidad del siglo XXI en una conversación con un grupo de periodistas internacionales reunidos con motivo del Fujitsu World Forum en mayo pasado en Tokio. Admite que el futuro puede sorprendernos a todos y recomienda establecer un debate en la sociedad sobre qué esperamos de la inteligencia artificial. Propone olvidarnos de enseñar conocimiento y volcarnos en la creatividad y asegurarnos de que nuestros políticos entienden algo de tecnología, porque su presencia en nuestras vidas va a crecer de forma exponencial. 

P. Se habla mucho de la irrupción de la inteligencia artificial. ¿Cuál es su opinión sobre la ética que ha de rodear este fenómeno?
R. Tenemos un problema, claro está. Y es un problema que no tiene fácil solución. Con el aprendizaje automático (machine learning en inglés) y la inteligencia artificial nunca sabes exactamente qué es lo que la máquina ha aprendido y en qué se basa para tomar decisiones. No puedes abrir un sistema, mirar a dentro y tratar de adivinar en qué se ha basado para tomar decisiones. Resulta imposible saber qué patrones puede contener o llevar a cabo una investigación forense. Y ese problema viene antes que los problemas éticos.
Necesitamos que haya una alfabetización tecnológica en la clase política. Tenemos que observar a nuestros parlamentos y preguntarnos cuántos de sus diputados entienden la tecnología y sus consecuencias.

Si tienes un software que no esté basado en machine learning o en inteligencia artificial puedes llevar a cabo una auditoria: acceder al código fuente y determinar cómo ha tomado las decisiones. Esto no es posible con aprendizaje automático o inteligencia artificial, porque no se programa la toma de decisiones, sino la forma en la que aprenden.

Tenemos que llegar a un acuerdo de lo que es aceptable. Necesitamos unas reglas que no teníamos, y para eso hace falta un debate y un acuerdo en el seno de la sociedad. Y este debate será distinto según los países.

Y entonces empiezas a preguntarte qué reglas o consensos pueden violarse. Un ejemplo: tienes un sistema de aprendizaje automático para una institución financiera que debe decidir qué credit scoring recibe la gente. Y este sistema empieza a discriminar por la edad, o género,  basado en datos anteriores. ¿Qué haces entonces? ¿Aceptas que la calificación y que se tomen esas decisiones o te dices que no es aceptable porque viola normas sociales o incluso la constitución?

Incluso, también te puedes preguntar si hay medios para protestar. ¿Contra quién voy? ¿La compañía que programó la forma de aprender? ¿La compañía que vende el software? 

P. La automatización es un hecho. ¿Cómo va a evolucionar? 
R. En un principio, durante los digamos próximos dos o tres años, esta automatización se producirá en los procesos más obvios. Pero al final todos los sectores van a verse afectados por la automatización y la inteligencia artificial, porque en todas se van a poder ganar eficiencias.

Se van a destruir empleos, eso es un hecho. Es verdad que todos los políticos dicen que si se miran atrás, las tres revoluciones industriales anteriores han creado más trabajos y oportunidades que los que han destruido. Vale. Eso es verdad, y pasa cuando miramos atrás. Pero, ¿qué sucede si miramos hacia delante? No sabemos la respuesta. Resulta demasiado fácil, demasiado barato, decir que si esto es lo que ha pasado esto es lo que va a pasar.

Muchas de estas tecnologías que se aplican en la vida privada chocan con la protección de datos que generan tus hábitos.
P. ¿Por qué?
R. Los procesos en tecnología tienden a ser exponenciales, y por eso cada revolución industrial supone un cambio más fuerte respecto a la anterior y se produce más rápidamente. Por lo tanto, tiene que establecerse otro debate sobre lo que haremos si no podemos dar los suficientes trabajos a los ciudadanos.

Además, hay otro tipo de cuestiones. Imaginemos una sociedad en la que no haga falta trabajar. Habrá gente que de todos modos desee hacerlo porque forma parte de su forma de sentirse realizado? ¿Qué conocimientos habrá de tener? La gente que entra ahora en la universidad tardará cinco años en salir. Cinco años es mucho tiempo y toda la tecnología puede haber cambiado. En las anteriores revoluciones industriales cinco años no eran nada. Ahora son un mundo más te vale tener los conocimientos adecuados. ¿Está nuestro sistema educativo a la altura?

P. ¿Usted qué cree al respecto? Lo está? 
R. Fui un profesor universitario, aunque hace tiempo. Pero pude aprender que el sistema educativo universitario es muy lento a la hora de hacer cambios. No es algo que podamos darle la vuelta de la noche a la mañana o en un año. Y no solo tiene que ver con la reticencia del profesorado. También hay cuestiones como el dinero que cuesta.

No me extrañaría un futuro a corto plazo en el que prefiramos ir en un coche sin conductor a uno con uno.

Tenemos un problema: no entrenamos a la gente para el trabajo creativo. La universidad empezó hace muchos años intentando enseñar conocimiento, pero el conocimiento es cada vez menos importante; la creatividad a la hora de solucionar problemas lo es cada vez más.

P. ¿Debemos tener miedo de que la innovación nos quite el trabajo?
R. Nunca se debe tener miedo de la innovación. Hay que tratarla con inteligencia, pero si tienes miedo empiezas a mitigarla y a frenarla, y la innovación no ha de tener fronteras ni restricciones. Lo que hay que hacer es abrir un debate justo cuando empiezas a ver un problema.

La democracia antes se limitaba a cuestiones puramente políticas. En el futuro las decisiones democráticas van a girar cada vez más sobre la tecnología, sus consecuencias y sobre su influencia en la sociedad.

Y por eso, necesitamos que haya una alfabetización tecnológica en la clase política. Tenemos que observar a nuestros parlamentos y preguntarnos cuántos de sus diputados entienden la tecnología y sus consecuencias. El panorama es preocupante: hemos de preguntarnos si necesitamos más representación de la tecnología en el brazo legislativo.

P. ¿Se siente responsable de lo que puede acarrear la tecnología a la sociedad como directivo de una de las principales multinacionales del sector?
R. Claro, nos sentimos responsables. Lo que no significa que podamos resolverlo nosotros solos. Creemos que la tecnología es una fuerza para el bien, y por eso consideramos que tiene que haber cada vez más. Pero sabemos que toda tecnología ha terminado usándose para el mal. Todo se termina usando como arma. 
P. ¿Hablan mucho de cocreación. ¿En qué consiste?
R. En Europa, la mitad de las compañías se están embarcando en proyectos de transformación digital. ¿Por qué? Porque se dan cuenta de que el proceso que vivimos es diferente a todo lo anterior. Es más disruptivo, porque puede destrozar su modelo de negocio. Ya no solo se trata de mejorar eficiencias o hacer procesos más baratos... No hace mucho se hablaba de cuánto se podía ahorrar en las transacciones en la industria financiera. Ahora la pregunta es si la tecnología blockchain puede arruinar toda la industria bancaria como existe hoy. Puede ser exagerado, pero algo de cierto tiene, eso es seguro.

Cómo levas a cabo un cambio disruptivo? La forma no es confiar en una empresa que se supone que sabe de todo sobre todas las industrias en todas las áreas en, para nosotros, el cambio solo puede venir a través de la cocreación. Que además es una práctica muy antigua en nosotros.

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P. Startups parecen ser los motores de innovación. ¿Cuál puede ser la ventaja de las grandes compañías?
R. Las startups de Silicon Valley no suelen tener el objetivo de mejorar la vida de los humanos, sino el de lanzar la empresa, ser comprados y ganar dinero. No lo critico, no me parece algo malo en sí. Nosotros no somos una startup y tenemos una tradición y una forma de pensar distinta. Su gran ventaja es la focalización. 

La clave de todo es el dinero. Ser ricos de la noche a la mañana es algo que parece mueve a mucha gente, y la comunidad que trabaja en venture capital es muy importante. En Europa hay muchos lo intentan, y se está tratando de imitar el modelo de Silicon Valley en muchas zonas de Europa. Y me parece bien. Sin embargo, los imanes que nos mueven a tratar de hacer mucho dinero en poco tiempo no son tan grandes en Europa como en Silicon Valley.

P. Hay una palabra que suena en cualquier conversación de tecnología: blockchain. ¿Por qué es tan importante?
R. Blockchain soluciona buena parte de los problemas prácticos con los que nos encontramos en nuestro día a día. La sociedad, el ser humano, establece contratos de todo tipo a todas horas. Toda nuestra sociedad está construida sobre la base de contratos. Y estos han de ser transparentes y seguros. El dinero en sí mismo es una forma de contrato.

Blockchain constituye una solución. De la forma en que lo hace, su manera distributiva, garantiza que no haya control central, y que, por eso, proporcione unos costes de transacción muy bajos. Cada vez más industrias y compañías descubren el uso que pueden hacer de blockchain. Pero quedan muchas cuestiones por resolver. Imaginemos que la humanidad hace todo con blockchain. ¿Cómo gestionamos esas bases de datos, con qué tecnología? 

P. ¿Cree que habrá un futuro en el que estemos acompañados de robots en nuestro día a día?
R. Si la pregunta es solo esa, si va a suceder, la respuesta es creo que sí, muy probablemente. Si lo que me pregunta es si esto es bueno, entonces la respuesta depende de muchas cosas y no es unívoca. En todo caso, no va a poder ser frenada, porque puede perjudicar en un aspecto, pero beneficiarnos en otro. 

Muchas de estas tecnologías que se aplican en la vida privada chocan con la protección de datos que generan tus hábitos. Y en algunos países hay preocupación muy seria sobre cómo puede violar la privacidad. Pero eso ha de ser el juicio personal de cada uno. A lo mejor tus padres piensan que si una tecnología concreta puede permitirle vivir cinco años más en su casa, renunciar a la privacidad puede ser un coste asumible.

Creo que la tecnología es una fuerza para el bien y tendremos más asistencias de máquinas. Y es cierto que ya tenemos mucha. Está entrando lentamente y por eso no nos damos tanta cuenta. Pero el desarrollo es exponencial e iremos teniendo cada vez más sorpresas y nos daremos más cuenta de estos cambios. Pensamos que antes no teníamos este problema de la automatización. Y no es verdad. Solo que era un cambio más lento y así nos podíamos acostumbrar. Las cosas van a cambiar muy dramáticamente.

P. Tratar con humanos es cada vez más un privilegio. En un aeropuerto cada vez hay menos humanos, y cada vez es más difícil solucionar problemas...
R. No estoy a favor de eliminar a la gente de los empleos, que quede claro. Pero el modo de pensar que plantea en su pregunta parte del hecho de que asume que las máquinas no son tan buenas solucionando sus problemas. Y llegará el punto en que de hecho prefiera tratar con máquinas para ello, y evitar tratar con alguien con una persona de mal humor harta de su trabajo. Llegará el punto, incluso, en el que las máquinas sepan captar la ironía en la entonación.

No me gusta un mundo gente en la que no haya humanos. Pero no me extrañaría un futuro a corto plazo en el que prefiramos ir en un coche sin conductor a uno con uno. Es un reto psicológico al que nos enfrentamos.

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Sobre la firma

Guillermo Vega
Corresponsal en Canarias y miembro del equipo de edición del diario. Trabajó en la Cadena Ser, Cinco Días y fue jefe de EL PAÍS Retina y de la sección de Tecnología. Licenciado en Ciencias de la Información, diplomado en Traducción e Interpretación y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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