La flauta en tiempos de la covid se toca con los pies
Un profesor murciano idea un sistema para dar aire al instrumento con un inflador y sin tener que soplar
Una de las muchísimas rutinas que el coronavirus ha obligado a cambiar en los centros educativos es la de las clases de música. La flauta dulce, el más popular de los instrumentos entre los escolares, ha dejado de sonar en todas las aulas este curso por el riesgo que supone que los chavales se quiten la mascarilla para soplar y emitir un aire que bien podría estar cargado del virus. La alternativa que han encontrado en un instituto de Lorca (Murcia) es que, en lugar de soplar con la boca, lo hagan con los pies.
El artífice de la idea es Néstor de San Lázaro, un profesor de música del instituto Ramón Arcas Meca, que asegura a EL PAÍS que su invento, como casi todo en la vida, “surge de la necesidad de dar solución a un problema”. Si los alumnos no iban a poder soplar en clase, había que buscar otra forma de meter aire en el instrumento y lo que se le pasó por la cabeza fue hacerlo con un inflador de pie, de los que se pueden comprar en cualquier tienda de deportes por menos de 10 euros para, por ejemplo, hinchar colchonetas.
De San Lázaro, con ayuda de los profesores de tecnología del centro, diseñó y patentó entonces un adaptador, una pequeña pieza de plástico para unir la boquilla del inflador a la de la flauta. El instituto puso a su disposición la impresora 3D que utilizan para las clases de algunos de los módulos de formación profesional que imparten para fabricar esos adaptadores y este mes el invento se ha puesto en práctica con éxito.
“Al principio nos pareció gracioso, una broma. Nos quedamos un poco en shock”, cuenta Inmaculada, alumna de primer curso de Bachillerato que ya ha practicado con el dispositivo. Es, dice, una experiencia “un poco rara”, la de coger la flauta alejada de la boca y coordinar la postura de los dedos con el movimiento del pie. “En los primeros intentos, sonaba fatal”, comenta entre risas.
Pero asegura que, una vez pasada la sorpresa inicial, los alumnos han acogido la idea de buen grado porque les ayuda a “acercarse un poco a la normalidad”, a que las clases se parezcan más a las de antes de la pandemia. “Era un poco triste tocar la flauta sin sonido, haciendo solo los movimientos de los dedos”, resume, porque esa era la vía por la que habían optado en el centro, además de utilizar instrumentos virtuales a través del ordenador y la tablet para dar esta asignatura.
En las últimas semanas, De San Lázaro ha ido un poco más allá con su invento, y ha colocado un filtro de partículas entre el inflador y la flauta de manera que el aire que se propulsa con el pie sale por el instrumento ya purificado. “Es una cantidad de aire limpio que es anecdótica, pero de esta manera, no solo es seguro tocar la flauta, sino que además es recomendable”, apunta.
Para el profesor, ha sido crucial la colaboración del equipo directivo del centro. Su director, Juan Antonio López, opina que en momentos de crisis como el actual “es importante la creatividad” para poder salir adelante. “Muchas cosas cotidianas las hemos suprimido completamente solo por no pararnos a pensar y poner imaginación. Nosotros hemos intentado optar, en esta y en todas las asignaturas, por buscar alternativas que permitan mantener una cierta normalidad y no llegar a la decisión drástica de eliminar determinadas prácticas”, explica.
En este caso, optaron por “decir sí a todo” lo que De San Lázaro les iba pidiendo y asegura sentirse muy satisfecho de ser el primer centro educativo de España en el que la música de las flautas vuelve a escucharse.
El objetivo de este profesor de música es que se extienda el ejemplo: con la impresora 3D del centro está fabricando más adaptadores para donarlos a otros colegios e institutos que estén interesados. Hay media docena de ellos en la Región de Murcia, pero lamenta que muchos equipos directivos no se muestran tan abiertos como el suyo. Hay “mucho miedo”, “muchas reticencias” a probar cosas nuevas, pero en el actual escenario, las soluciones tienen que tomarse a corto plazo y con decisión y, en la mayoría de situaciones cotidianas “no hace falta esperar a una autorización expresa del ministerio”. Para eso está la poderosa arma de la autonomía docente de los centros, asegura.
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