Las ‘brujas’ de Escocia buscan perdón
La abogada Claire Mitchell lidera una campaña para que el Parlamento indulte a 2.500 mujeres asesinadas hace más de tres siglos
Lilias Adie reconoció haber practicado sexo con el mismísimo diablo. Esa confesión, obtenida bajo tortura, valió para que en 1704 un tribunal la condenara a arder en la hoguera por bruja. El castigo nunca se completó porque la mujer apareció sin vida en su celda de Torryburn, un pequeño pueblo escocés. Los delatores creyeron que su inesperada muerte era una prueba irrefutable de sus vínculos con Lucifer, pero los científicos que recrearon su rostro hace unos años sostienen que se suicidó. Lilias fue enterrada en la playa, bajo una pesada piedra, pues los lugareños temían que volviera de entre los muertos para perseguirles. Como ella, más de 3.800 personas fueron procesadas por brujería en Escocia entre los siglos XV y XVIII. Unas 2.500 acabaron siendo ejecutadas, la mayoría mujeres. Tres siglos más tarde, un grupo de activistas ha lanzado una campaña para que el Parlamento escocés indulte a las víctimas.
Los humanos han invocado fuerzas y seres sobrenaturales desde el inicio de los tiempos. Muchas culturas han reaccionado a esas acusaciones por temor religioso o supersticioso. Es justo lo que sucedió en el siglo XV, cuando se extendió la creencia de que la cristiandad se enfrentaba a un nuevo enemigo. El papa Inocencio VIII redactó una bula en 1484 para luchar contra la brujería, un tipo de hechicería en la que intervenía el diablo. El documento tuvo influencia en los territorios católicos, pero también fue aceptada por luteranos, puritanos y anglicanos. Desde entonces, la Inquisición se dedicó a quemar herejes y brujas por América y Europa, siendo especialmente virulentos los territorios del Sacro Imperio Románico Germánico. Cuando los Estados feudales se organizaron como monarquías, la tarea se trasladó a los jueces laicos.
La Ley de Brujería estuvo vigente en Escocia de 1567 a 1736. Han pasado casi tres siglos y nadie hasta ahora se ha disculpado por los atroces acontecimientos. La abogada Claire Mitchell busca restituir a las víctimas y, para ello, ha iniciado la campaña Brujas de Escocia. Todo comenzó por casualidad, mientras realizaba una investigación sobre el letrado George Mackenzie en la Biblioteca del Colegio de Abogados de Edimburgo. Revisando documentos leyó la cita de una mujer pobre que había sido condenada por brujería. Se preguntaba si podía ser bruja sin saberlo. La declaración le causó tanta impresión que decidió seguir indagando. En Escocia, la caza de brujas fue especialmente feroz, ya que contó con el entusiasmo del rey Jacobo VI. “La campaña tiene tres objetivos: el indulto para los condenados, una disculpa para los acusados y un monumento nacional para recordarles”, explica la abogada por correo electrónico.
Juicios parciales
Mitchell sostiene que el 84% de las denuncias en Escocia se realizaron contra mujeres. “La gente creía entonces que eran más débiles y, por tanto, más propensas a caer bajo el hechizo del diablo”, insiste. En su opinión, es “muy importante” reconocer esta grave injusticia. Por eso, en enero de 2021 presentará una solicitud al Comité de Justicia del Parlamento, que es quien debe decidir si indulta a las víctimas. De momento, su labor consiste en crear conciencia pública, ya que son pocos los lugares que han resarcido a las víctimas. Salem, en Estados Unidos, ya emitió una disculpa formal para cientos de personas condenadas por brujería. Lo mismo que en España las Juntas Generales de Bizkaia, en 2018. En otros países, como Noruega, se han levantado monumentos públicos como homenaje.
“Los acusados tuvieron un juicio parcial. En ese momento se creía que la brujería existía realmente y las mujeres ni siquiera podían defenderse de las acusaciones”, relata Mitchell. Los calderos y las escobas jamás figuraron como pruebas. Y por supuesto, ningún juez vio el vuelo nocturno de las brujas. Algunos historiadores sostienen que muchas de las acusadas eran mujeres viudas a las que se acusaba sin pruebas con el objetivo de arrebatarles las tierras. De hecho, la crisis económica de finales del siglo XVI sirvió como excusa para intensificar la persecución. Se les culpaba de ser el origen de todas las desgracias. Aunque no se puede saber con exactitud el número de víctimas, un estudio publicado en 2019 por el profesor Michel Porret, de la Universidad de Ginebra, sostiene que Europa sentenció a muerte a casi 70.000 personas, la mayoría habitantes de zonas rurales, y que el 75% de las víctimas fueron mujeres.
España fue uno de los países menos contundente con las persecuciones. La Inquisición abrió 125.000 procesos, pero solo condenó a 59 mujeres, según un trabajo realizado por una treintena de especialistas. Aun así, se produjeron episodios como los de Zugarramundi, la localidad navarra en la que fueron condenadas decenas de personas en 1609. El especialista Fermín Mayorga explica que el Santo Oficio se mostró muy indulgente con estas mujeres, “siempre y cuando no intervinieran en las oraciones y creencias cristianas”. No obstante, revela que las persecuciones en España correspondieron a los tribunales civiles, que veían en la brujería un atentado contra el orden público. Mayorga relata que solo en Cataluña se han documentado 800 de estos casos. Y concluye: “Se persiguió a personas que conocían plantas venenosas. Muchas mujeres acudían a estas hechiceras para librarse de un marido que las maltrataba. No tenían otra posibilidad”.
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