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El ‘trancazo’: la gran pandemia que políticos y periodistas menospreciaron

En 1889, Madrid sufrió la 'gripe rusa', la peor pandemia de gripe del siglo XIX. Reconstruimos cómo vivió la ciudad aquella crisis sanitaria con la ayuda de la prensa de la época

Calle de Toledo, cerca de la Plaza Mayor (al fondo), en 1890.
Calle de Toledo, cerca de la Plaza Mayor (al fondo), en 1890.Museo municipal de Madrid
José Manuel Abad Liñán

"Ya tenemos el dengue en Madrid, que no había de ser menos que las demás capitales de Europa. Pero, según dice un periódico, donde se ha notado principalmente la vista de la epidemia ha sido en las oficinas públicas. ¡Bah! Pues entonces no hay que alarmarse. En las oficinas públicas siempre ha habido muchos dengues". "La epidemia ni es para alarmar en razón a que, según han asegurado distintas autoridades profesionales, no produce defunciones, o éstas son en proporción mucho menor que la de otras enfermedades". Es 14 de diciembre de 1889. El fantasma de la gripe ha recorrido Europa durante el final del otoño y principio del invierno. A España ha llegado más tarde, y envuelta en desdén y sorna, como recogen estas citas de dos crónicas periodísticas de la época.

Publicidad del ponche Pum.
Publicidad del ponche Pum.EL PAÍS

Se publica que aquella afectación no era contagiosa ("esta enfermedad no se propaga por contagio"), se le quita importancia ("más que enfermedad, [es] una pasajera dolencia") y además se apunta que depende "casi en absoluto de las circunstancias atmosféricas" y que no cabe adoptar "medidas preservativas" en Madrid. "Dura de dos a diez días, a lo sumo, no tiene nunca una terminación fatal, a no ser que los atacados sean ancianos, porque entonces los predispone a la pneumonía, o padezcan la tisis", asegura la prensa. Pero, por si acaso y "a título estadístico", el gobernador de Madrid ordena que los delegados de medicina le dieran un parte diario de las "invasiones" que ocurrieran en sus respectivos distritos.

Portada de una publicación francesa.
Portada de una publicación francesa.WELLCOME IMAGES

En aquel Madrid, que había sufrido epidemias de cólera a lo largo del siglo, no cabe la excusa de que a la gripe no se la viera venir. A finales de noviembre, la prensa de la capital recoge: "Circula el rumor de la aparición en San Petersburgo de una epidemia que se ha propagado de una manera extraordinaria". En la ciudad de los zares hay "atacadas" 150.000 personas, "obligadas a guardar cama". Y desde Rusia, el país que da nombre a la pandemia, ha ido saltando a otros países: Grecia, Turquía, la vecina Francia. "La prensa reconoce que la enfermedad dura pocos días, no registrándose ningún caso que haya tenido funesto desenlace. El mismo carácter benigno ofrece en Alemania, Austria, Suecia...". En diciembre llega a Italia. En Roma, "lo mismo que en Verona y otras capitales de Italia, hay muchísimas personas atacadas de la influenza. Especialmente los puntos en que hay aglomeración de personas, como cuarteles, oficinas y establecimientos de enseñanza, el número de los atacados es muy considerable".

'Influenza', 'dengue', 'grippe'... Así se refieren los periódicos españoles a aquel padecimiento, quizá causado por un virus aviar, hasta que atinan con un nombre mucho más castizo: 'el trancazo'. A la historia pasará como "la gripe rusa" y como la pandemia de gripe más importante del siglo XIX. "Es la primera de un mundo interconectado", apunta la investigadora Sara García Ferrero. En un episodio de cuatro meses, se calcula que dejó entre 300.000 y un millón de muertos en todo el mundo; no se sabe cuántos de ellos en España. La investigadora ha estudiado aquel episodio en una tesis doctoral dirigida por el investigador del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC Diego Ramiro Fariñas, en el que se han analizado y digitalizado, una a una, miles de partidas de defunción.

Hoja clínica de las casas de socorro, un servicio domiciliario que realizaron los médicos durante la epidemia. El documento muestra cómo, a pesar de la incertidumbre frente a la enfermedad epidémica, el diagnóstico entre los enfermos era de gripe, si bien luego la muerte fuera por neumonía.
Hoja clínica de las casas de socorro, un servicio domiciliario que realizaron los médicos durante la epidemia. El documento muestra cómo, a pesar de la incertidumbre frente a la enfermedad epidémica, el diagnóstico entre los enfermos era de gripe, si bien luego la muerte fuera por neumonía.EL PAÍS

¿Adelantar o alargar las Navidades?

Si la prensa había dicho, el 14 de diciembre, que aquel 'dengue' ya estaba en Madrid, las autoridades no parecen darse por aludidas (el Gobierno de Sagasta no reconoce la llegada oficial hasta el 17 de diciembre). El día 13, en un debate en el ayuntamiento, se plantea si no convendría anticipar las vacaciones de Navidad de los alumnos de las escuelas municipales. Pero no. Se dice que los médicos creen "punto menos que imposible [...] tanto por su situación sobre el nivel del mar como por otras condiciones" de Madrid que la pandemia sacuda la ciudad.

Pero mientras la prensa y la política discuten, el trancazo ya lleva semanas en Madrid. En noviembre se registra una sobremortalidad —muertes 'de más' sobre las registradas de media en ese mes en el pasado— que denotan que la gripe había hecho mella en la población, aunque para saberlo haya habido que esperar hasta el año 2017, con el trabajo de la investigadora Sara García Ferrero.

Y con Madrid se cebó. Durante las nueve semanas que duró la pandemia en la capital, el 65% de los 6.180 muertos en la ciudad murieron directa o indirectamente por aquella enfermedad que se propagaba con enorme rapidez. La tasa bruta de mortalidad general fue de 12,93 por 1.000. El 26% de los diagnosticados de gripe murió de neumonía, el 12% de bronquitis, 9% de bronconeumonía y 11% de otras enfermedades respiratorias, concluye el trabajo de García Ferrero. De poco sirve el ponche que la prensa publicita para combatir el trancazo, con el sonoro nombre de ¡Pum!.

Peor en el Madrid pobre

Los distritos que registraron las mayores tasas de mortalidad fueron, al norte de la ciudad de entonces: el distrito de Universidad (1‰), el actual zona oeste de Chamberí, más Vallehermoso y Universidad; Hospicio (0,97‰), la zona este del actual Chamberí, más Tetuán y hasta Chamartín.

Al sur de la ciudad los distritos que registraron un mayor impacto fueron: el distrito de Hospital (0,88‰), las actuales zonas de Atocha y Pacífico; Latina (0,85‰) e Inclusa (0,84‰), las actuales Arganzuela y Usera.

En lugar de adelantarse las Navidades, se alargaron: las vacaciones escolares se extendieron hasta el 20 de enero. Y bien tristes que fueron: "Aun las personas más ancianas no recuerdan que Madrid haya celebrado las fiestas de Noche Buena [sic] y Navidad con la desanimación que han tenido las de este año. Son pocas las familias que no tienen a alguno de sus individuos enfermos, y casi todas cuentan varios atacados de la epidemia reinante. Se calcula que pasan de 50.000 los enfermos del trancazo". El daño a la economía es patente, con tres excepciones: "Los únicos establecimientos gananciosos son las boticas, las droguerías y, lo que es más sensible, las funerarias, pues la mortalidad se ha duplicado y hasta triplicado con respecto a los días normales".

En 1887 en Madrid sabe leer y escribir un 65% de los hombres, pero son muchos menos entre las clases humildes. Muchos habitantes no entendían los avisos con las medidas higiénicas que las autoridades anunciaban en la prensa. Y el Madrid pobre se llevó la peor parte, debido a sus edificios insalubres, en los que la gente vivía hacinada. El médico César Chicote fotografiará años después aquellas "chozas, casuchas o cuartelillos". "Tanto la insalubridad y las deficiencias socioeconómicas e higiénico-sanitarias dentro de las viviendas fueron factores determinantes, y por lo tanto explicativos, del patrón espacial de mortalidad", recoge la investigadora. Pero eso no libró a las clases pudientes. Informa un diario que el futuro rey Alfonso XIII, de apenas tres años, padece un "ligero catarro bronquial". Seis ministros, entre ellos Sagasta y Canalejas, se ven aquejados. El líder conservador Antonio Cánovas del Castillo envía "para los necesitados del barrio de la Prosperidad" vino de su Málaga. El tenor Julián Gayarre muere de una bronconeumonía, probablemente causada por la gripe, el 2 de enero de 1890.

Desconocimiento científico

¿Qué era aquella extraña enfermedad se había infiltrado en España a bordo del tren? El médico Sinforiano García-Mansilla deja escrito en 1892 que en Alemania "se ha observado el contagio de unos enfermos a otros". Pero los conocimientos en bacteriología están en pañales aún (Louis Pasteur había demostrado desde los años sesenta que los microorganismos no procedían de la generación espontánea y Robert Koch, el padre de la bacteriología, refrendó esa teoría con el descubrimiento del bacilo de la tuberculosis en 1882 y el del cólera un año después). La teoría miasmática, que postulaba que la emanación fétida de la naturaleza eran las causantes de las enfermedades, estaba aún muy presente. "La contagiosidad del mal está por comprobar. No obstante, la observación clínica (...) evidencia la naturaleza infecciosa de la grippe", reparaba García-Mansilla. A pesar de esa observación, García Ferrero entiende que "no fue posible establecer medidas de higiene pública que impidieran la propagación de la epidemia, aunque cierto es que muchas de las medidas que se adoptaron iban enfocadas a evitar el contagio y la propagación de la enfermedad".

Un precursor del hospital de IFEMA

Madrid no sabía que aquella enfermedad era infecciosa, pero era obvio que buena parte de su población la habría contraído. Y la frágil infraestructura sanitaria no era suficiente para combatirla. La actual Escuela de Industriales de la Castellana, entonces Palacio de Bellas Artes, se convierte en un hospital de campaña. El ministro de Fomento promete 400 camas, pero se instalan solo 250. Con todo, el enfermo que recayese allí tenía suerte, porque allí se registraron menos muertes que en el Hospital Provincial, que quedó atestado de enfermos.

Aquel precedente del actual hospital de campaña de IFEMA constaba de "tres inmensas salas [con]  forma de un trapecio" y "cada tres camas" se instala un biombo para aislarlas del resto. "Por el centro, en toda la longitud de las salas, corren gran número de estufas magníficas, donativo del Casino de Madrid". Para evitar que, entre el frío aire de la calle, se cubren algunos vanos "de papel blanco". A aquel hospital provisional se sumará otro, en Vallehermoso.

El Palacio de la Industria y de las Artes de Madrid, actual Escuela de Ingenieros, en una postal antigua.
El Palacio de la Industria y de las Artes de Madrid, actual Escuela de Ingenieros, en una postal antigua.Universidad Politécnica de Madrid

Otra instantánea resulta muy cercana en los actuales tiempos de coronavirus. Es de una crónica del 26 de diciembre. "Al principio, cuando eran pocos y no muy definidos los casos del trancazo, muchas personas tomaron a broma lo de la epidemia y hasta se reían del que la tomaba en serio; pero ahora ya es otra cosa: hay muchísimos que tienen al trancazo tanto miedo como al cólera, y no son pocos los que, curándose en salud, huyen de Madrid y de la epidemia".

Prensa de la época citada en este artículo: El Liberal, La Iberia, Época, El Imparcial y Correspondencia.

Número de contagiados por enfermo

El R0, el número de personas a las que infecta un enfermo de gripe en su etapa vírica, estimado para la gripe de 1889-1890 en Madrid es de 1,15. Para Europa, de media, se calcula en 2,1 y para EE UU, de 1,57. Para la "gripe española", de 1918, se ha estimado entre el 1,5 y 5 para EEUU y Europa. En la actualidad, Imperial College London ha estimado el Rde la covid-19 entre 1,5 y 3,5.

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Sobre la firma

José Manuel Abad Liñán
Es redactor de la sección de España de EL PAÍS. Antes formó parte del Equipo de Datos y de la sección de Ciencia y Tecnología. Estudió periodismo en las universidades de Sevilla y Roskilde (Dinamarca), periodismo científico en el CSIC y humanidades en la Universidad Lumière Lyon-2 (Francia).

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