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La ardua tarea de reinsertar a un preso yihadista

Trabajadores penitenciarios y expertos de 11 países de la UE ponen en común en Madrid ideas y experiencias para desradicalizar a reclusos islamistas

Óscar López-Fonseca
De pie, de izquierda a derecha, María M. (Generalitat),Alberto Téllez (Acaip-UGT), Jorge Alves (Portugal), Francisco Macero(Acaip-UGT), Kostas Paliokaritis (Grecia), Vasilis Antoniou (Chipre), Damiano Preto (Italia), Dimitra Drakaki (Grecia), Salvador Berdún (Acaip-UGT) y Adrian Neagoe (Rumanía). Sentados, Inmaculada Yuste (Universidad de Granada) y Wilfried Fonk (Francia).
De pie, de izquierda a derecha, María M. (Generalitat),Alberto Téllez (Acaip-UGT), Jorge Alves (Portugal), Francisco Macero(Acaip-UGT), Kostas Paliokaritis (Grecia), Vasilis Antoniou (Chipre), Damiano Preto (Italia), Dimitra Drakaki (Grecia), Salvador Berdún (Acaip-UGT) y Adrian Neagoe (Rumanía). Sentados, Inmaculada Yuste (Universidad de Granada) y Wilfried Fonk (Francia).LUIS SEVILLANO

¿Se puede reinsertar a un preso yihadista? ¿E impedir que propague su ideario violento entre otros reclusos? ¿Se les debe dispersar como en su día se hizo con los internos de ETA en España o sería mejor reagruparlos? ¿Cómo hay que tratar a las cada vez más numerosas presas islamistas radicales? Durante dos días, trabajadores penitenciarios y expertos en yihadismo de España, Francia, Alemania, Portugal, Dinamarca, Grecia, Chipre, Rumania, Bélgica, Reino Unido, Italia y la Comisión Europea han celebrado en la Casa Árabe, de Madrid unas jornadas a puerta cerrada organizadas por el sindicato ACAIP-UGT, el mayoritario entre los funcionarios de prisiones españoles, para abordar el reto de la desradicalización de los presos yihadistas. El encuentro, al que asistió EL PAÍS, ha revelado las dificultades de lo que uno de los asistentes calificó de “quimera”.

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Así opina Wilfried Fonck, representante de UFAP, el sindicato mayoritario entre los funcionarios de prisiones en Francia. Fonck destaca que las cárceles francesas han pasado de tener 140 reclusos por terrorismo yihadista en 2014 a 580, 72 de ellos mujeres, a comienzos de 2020. “En siete años se ha cuadruplicado”, recalca para a continuación aportar otro dato preocupante: “Además tenemos entre 1.500 y 2.000 presos que entraron por otros delitos y que han abrazado la ideología islamista radical en prisión”. Fonck detalla que entre esos radicalizados hay 10 funcionarios de prisiones que han sido captados por presos yihadistas. Aunque no se opone a los programas de rehabilitación, Fonck cree que, tras los tres atentados contra trabajadores penitenciarios registrados en las cárceles desde 2016, se debe anteponer la seguridad de estos empleados públicos.

Tampoco es optimista Mark Fairhurst, dirigente del sindicato británico POA. Fairhurst detalla que en el Reino Unido hay 173 presos islamistas y, aunque son clasificados como de alta peligrosidad, se les sigue mezclando con otros reclusos. De ellos, al menos un tercio ha participado de modo voluntario en alguno de los dos programas de desradicalización existentes en las prisiones británicas, aunque el sindicalista muestra dudas sobre su eficacia a la vista de que dos de los últimos atentados yihadistas sufridos en el Reino Unido, el 29 de noviembre y el 2 de febrero pasados, fueron perpetrados por yihadistas que acababan de abandonar la prisión. Por ello, Fairhurst plantea la necesidad de aislar a los más peligrosos en centros especiales para evitar el contagio de su ideología. “Cuando un preso de este tipo es trasladado a un centro de aislamiento, los que le rodeaban en la otra cárcel pasan a tener una visión menos extremista”, constata.

También de la influencia de estos reclusos habla María M. (pide que sus apellidos no sean publicados por motivos de seguridad), responsable del Área de Información y Seguridad de los servicios penitenciarios catalanes. Con dos presos por yihadismo y otros 46 internos radicalizados en las cárceles dependientes de la Generalitat, esta experta señala que “la influencia de un preso que ha cometido un delito de terrorismo grave es brutal entre los otros reclusos. Su ideología se expande como una mancha de aceite que solo remite cuando se le traslada a otro centro”. Para ella, la desradicalización de estos presos es un objetivo casi utópico y apunta que habrá que “conformarse con el desistimiento”. Es decir, que abandonen la violencia aunque mantengan el radicalismo.

La excarcelación

Con varios programas de detección de radicalización extremista —no solo para presos islamistas—, la representante de la Generalitat nuestra su “preocupación” por el momento en el que estos presos recuperan la libertad. Fairhurst, el sindicalista británico, también alerta sobre ese momento y plantea la necesidad de tener vigilados a estos presos cuando son excarcelados: “A los acérrimos se les tiene que constreñir dentro de prisión y pensar como tenerlos vigilados cuando salgan en libertad porque dudo que se reinserten en la sociedad”.

Bo Sorensen, presidente del sindicato danés de funcionarios de prisiones, destaca que en su país toda la política penitenciaria cambió, precisamente, después de que un recluso por delitos comunes, Omar El Hussein, cometiera un atentado a las dos semanas de salir en libertad en 2015. Sorensen señala que aquel atentado fue un jarro de agua fría para el sistema penitenciario del país escandinavo, hasta entonces volcado en la reinserción. “Hemos vuelto al sistema de antaño, en el que prima la seguridad sobre la reeducación. El contacto con los presos se ha reducido y ya no sabemos quién está radicalizado y quién no”. En Bélgica, donde el número de presos yihadistas ha pasado de 56 en 2015 a los 183 de la actualidad con un pico en 2018 de 230, la psicóloga penitenciaria Isabelle Resimont considera prioritario “controlar el fenómeno de radicalización dentro de las cárceles” a la vez que se alienta a los presos yihadistas a iniciar lo que denomina “proceso de retirada” de su ideario violento. La clave, admite, es saber cómo.

En España, en cuyas cárceles dependientes del Ministerio del Interior hay 136 condenados por yihadismo más otros 132 que entraron por delitos comunes y se han radicalizado, la duda sigue siendo si mantener la política de dispersión —actualmente están repartidos en 27 prisiones— o agruparlos. Francisco Macero, del sindicato ACAIP-UGT, plantea estudiar esta segunda opción: “Por el número de presos que tenemos actualmente, lejos de las cifras de Francia, aún tenemos la posibilidad de reagruparlos y trabajar con ellos de una manera centralizada”, apunta. El holandés Maarten van de Donk, experto de la Red de Concienciación de la Radicalización (RAN en sus siglas en inglés), dependiente de la Comisión Europea, rechaza ese reagrupamiento: “No es posible que un preso yihadista se reinserte si está en una cárcel solo rodeado por gente que piensa como él”.

Sin embargo, las dudas sobre los actuales programas de desradicalización utilizados en las cárceles europeas son numerosas. Para Macero, los existentes en España son buenos, pero se lamenta de que no haya los medios ni suficiente personal formado para aplicarlos. Nina Käsehage, investigadora de la Universidad alemana de Rostock y autora de numerosos informes sobre yihadismo, es mucho más crítica y los considera, en muchos casos, ineficaces. “Son herramientas con elevados grados de subjetividad que solo se pueden utilizar con gente que lleve mucho tiempo en la cárcel”.

También es una queja común la inexistencia de programas de desradicalización específicos para mujeres y jóvenes. Inmaculada Yuste, investigadora de la Universidad de Granada, destaca que esto ocurre pese a que entre 2014 y 2016 ya han sido condenadas en España 23 mujeres por actividades yihadistas. También alerta de que, aunque el riesgo de que perpetren un atentado cuando salgan en libertad es bajo —insiste en que el yihadismo les reserva un papel secundario— siguen siendo “peligrosas”. En la misma línea, la representante de la Generalitat critica que el sistema penitenciario aún “infantilice”, como a todas las reclusas, a las presas islamistas y no les dé “la importancia que tienen”.

Una base europea de reclusos radicalizados

La mayoría de los expertos insisten en la necesidad de reforzar la colaboración entre los trabajadores penitenciarios y las policías y los servicios de inteligencia de sus países. Para el representante de ACAIP-UGT, en España hay una grave carencia en este sentido. “La información solo fluye de nosotros hacia ellos y no al revés", denuncia en referencia a la labor de sus 201 compañeros de los llamados Grupos de Control dedicados a vigilar, entre otros, a los reclusos yihadistas. Fonck describe un panorama similar en Francia. Por el contrario, Fairhurst asegura que en el Reino Unido la colaboración es estrecha y sin cortapisas. La representante de la Generalitat va un paso más allá y reclama que esa colaboración se materialice también entre servicios penitenciarios de los países de la Unión Europea: “Sería conveniente crear un grupo para intercambiar información que nos permitiera saber si un recluso yihadista ha estado antes en las cárceles de otros países, cómo se ha trabajado con él y qué resultados se han obtenido”.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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