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Crónica
Texto informativo con interpretación

La vigorosa voz de Manuel Azaña regresa al Parlamento

La izquierda y la derecha se apropian de las palabras del presidente de la República para sostener sus posiciones

Manuel Azaña, en el centro, después de haber pronunciado en el Parlamento su discurso sobre el proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña, en mayo de 1932.
Manuel Azaña, en el centro, después de haber pronunciado en el Parlamento su discurso sobre el proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña, en mayo de 1932. EFE
José Andrés Rojo

Manuel Azaña ha vuelto al Congreso de los Diputados. Y lo ha hecho de una manera extraña. En la XIV legislatura de una Monarquía parlamentaria, los líderes de cuatro fuerzas de ideologías muy diferentes se han apropiado de palabras que el presidente de la República pronunció en contextos que poco tienen que ver con la situación que hoy vive España. El candidato socialista Pedro Sánchez acudió a Paz, piedad y perdón, el imponente discurso que pronunció en Barcelona el 18 de julio de 1938, en un delicadísimo momento de la guerra, y rescató esta frase: “Se comprobará una vez más lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo”. Más allá de cualquier diferencia, no hay otra que entendernos. Esa era la idea.

Pablo Casado, el líder del PP, y el representante de la extrema derecha de Vox, Santiago Abascal, se acordaron del Azaña que, seis meses después del golpe de Estado de los militares franquistas, habló en enero de 1937 para intentar explicarse cómo había sido posible que España estuviera en ese momento bañada con la sangre de quienes batallaban en las trincheras como feroces enemigos. Explicaba en su discurso, para situar dónde empezó la catástrofe, que “gran parte de las Fuerzas Armadas de la Nación, como brazo ejecutor de Partidos Políticos adversos al Régimen, se sublevó contra el Gobierno republicano, con el propósito de derrocar por la fuerza el régimen que la nación libremente se había dado”. Poco después celebraba que el pueblo entero resistiera la ofensiva, y defendía que la República no tenía otra que hacer la guerra por deber, para defender sus instituciones. Apuntaba también que la asonada solo pudo realizarse gracias al apoyo extranjero (“si no hubiera precedido una intensa labor Internacional, la Rebelión Militar Española no habría estallado”, decía) y entonces pronunciaba la observación que Abascal y Casado recogieron ayer en versiones ligeramente distintas: “Os permito, tolero, admito que no os importe la República; pero ¡que no os importe España! (...)”. En el texto de Azaña hay después una coma, y sigue así: “¡Que no os importe la independencia de España! ¡Que podáis creer que es lícito seguir siendo neutrales cuando España está invadida y en peligro de que pase al dominio de un país extranjero! Eso no puede ser”.

“Enseñar el gobierno de una democracia es habituarla a prescindir del genio”

Todo eso se lo comieron, y estaba en aquella intervención de Azaña en la que habló movido por el inmenso dolor de un país roto. Una pieza decisiva de su análisis era apuntar, de manera velada, a la importancia de la colaboración de la Alemania nazi y la Italia Fascista en el estallido final de la guerra (y a su desarrollo inmediato). ¡Cuánto juego hubiera dado que los líderes de la derecha y la extrema derecha contaran con un poco más de tiempo en el Congreso para alargar la cita y darla completa y en su contexto!

Inés Arrimadas, que al frente de Ciudadanos ganó las últimas elecciones catalanas, se refirió a una observación que Azaña hizo en mayo de 1937. Comentó, que aunque Companys hubiera recordado que el presidente de la Generalitat es un representante del Estado, esta “ha vivido no solamente en desobediencia, sino en franca rebelión e insubordinación”.

Así que Azaña les sirve hoy a políticos de posiciones radicalmente distintas. Sus frases aterrizan en el Parlamento desconectadas del marco en que se produjeron y procuran servir a diversos propósitos: el entendimiento entre distintos, la defensa de España, la crítica al uso espurio de las instituciones. “Enseñar el gobierno de una democracia es habituarla a prescindir del genio”, comentó Azaña alguna vez. Tanta cita, para él, sería seguramente sospechosa.

El proyecto del político republicano se ha cumplido: el Estado funciona

No hay genios, la política es un trabajo que va muy lentamente, los atajos no sirven, conviene fortalecer las instituciones. Las posiciones de Azaña corren peligro de quedar tergiversadas en este carnaval de homenajes al que parecen haberse rendido los políticos de esta nueva legislatura, rindiéndose ante la enorme estatura del político republicano.

Es cierto que puede ser traicionado. Pero su regreso al Parlamento confirma que su proyecto terminó al fin por cumplirse: los mecanismos de un Estado democrático funcionan desde hace tiempo en España. Y una de las mayores pruebas es que Azaña puede pasearse por el Congreso con la mayor naturalidad.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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