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Las estatuas de Granada ‘se quejan’ de la contaminación

25 esculturas de la ciudad han aparecido con mascarillas y carteles que reivindican una mejor calidad del aire en una acción de Fridays for Future

Javier Arroyo
Una de las estatuas de Granada, con mascarillas y un cartel colgado.
Una de las estatuas de Granada, con mascarillas y un cartel colgado. Fermín Rodríguez

Granada ocupa el puesto 16º de las capitales de provincia españolas por número de habitantes. Y la tercera por contaminación en lo que se refiere al dióxido de nitrógeno (NO2). Madrid y Barcelona la superan, según el Informe de Evaluación de Calidad del Aire en España de 2018 del Ministerio de Transición Ecológica. Pero el bronce es granadino. Y las estatuas de la ciudad, que pasan toda su jornada a la intemperie, han mostrado este sábado su impaciencia por las medidas que no acaban de llegar para terminar con ese problema. Las estatuas han sido, en realidad, el soporte que Fridays for Future Granada ha elegido en la madrugada del viernes al sábado para lanzar el mensaje de que “en Granada, el aire perjudica muy seriamente la salud y la calidad de vida”, explica Mar, que prefiere que no aparezcan sus apellidos, una de las cuatro participantes en la acción.

Fridays for Future Granada ha vestido con máscaras y carteles que reivindican un aire mejor a 25 estatuas de la ciudad. Carlos V, en la plaza de la Facultad de Derecho, pertrechado con su mascarilla tenía un mensaje en su cartel de cartón para los Reyes Magos: “Me gustaría poder respirar”. En la plaza de la Romanilla, junto al centro Lorca, la estatua del aguador, acompañado de su borrico, recordaba que “el aire de Granada es irrespirable”. Cerca de allí, junto a la catedral granadina, la estatua de Alonso Cano lanzaba el mensaje de que “respirar en Granada perjudica seriamente tu salud”. Y así, hasta en 25 localizaciones.

La acción, explica Mar, la han llevado a cabo un grupo de cuatro personas que se lanzaron a la calle sobre las 12.30 de la noche. Hasta las cuatro de la madrugada recorrieron la ciudad siguiendo una programación que tenían lista desde hace pocas semanas. “Lanzamos la idea en octubre pero se quedó ahí. En diciembre la retomamos y la hemos preparado rápidamente para tenerla lista estos días”. La activista recuerda que durante la madrugada se han encontrado con apoyos y con contrarios. “En el Realejo, estábamos poniendo uno de los mensajes cuando dos mujeres nos han dicho que les parecía muy bien lo que hacíamos. Enseguida ha llegado un señor que nos ha amenazado con llamar a la policía”, relata. Pero no han sentido ningún miedo, concluye, más allá de que no llevaban escalera y algunas estatuas tenían cierta altura.

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La joven recuerda que el objetivo de la acción era “que la gente tome conciencia de que el aire de Granada es insalubre". Y añade: "Desde hace tiempo sabemos que el aire de la ciudad perjudica la calidad de vida y hace más difícil curar ciertas enfermedades, pero se hace poco o nada”. “Caminar por ciertos sitios es incómodo y hay un olor a gasolina y contaminación muy fuerte”, insiste.

Granada tiene una mala relación con la buena calidad del aire. El desaforado uso del transporte privado, la edad media de sus calefacciones y la configuración física de la ciudad ponen mucho de su parte para que ello. La urbe está situada en un valle coronado por un círculo de montañas que dificulta la salida de la contaminación. La ciudad tiene —o tenía antes de la emergencia climática actual— un invierno muy frío que mantenía calefacciones en marcha desde el 1 de noviembre hasta los primeros días de abril. Finalmente, la falta de un transporte público eficiente completaba la ecuación: gran parte de la flota de autobuses tiene más de 12 años (según CGT hace unos meses, 72 tienen más de 12 años y algo más de una veintena, entre 14 y 20 años) y la ciudad no ha tenido metro hasta hace apenas año y medio.

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La ciudad tiene en marcha un Plan de Mejora de la Calidad del Aire (2017-2020) que se dirige expresamente a bajar los valores de NO2. El diario Ideal adelanta en su edición de este sábado que aunque las cifras han bajado, aún están por encima de lo que marca la legislación. Quizá el grito de las estatuas sirva para que se tomen medidas adicionales.

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