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Un político infatigable

Francesc Gambús, exeurodiputado, ha fallecido a los 45 años por causas naturales

Esteban González Pons
El exeurodiputado Francesc Gambús, en una entrevista pasada.
El exeurodiputado Francesc Gambús, en una entrevista pasada.Alejandro García (EFE)

Ha muerto Francesc Gambús y con él la bondad. Decir de un político que es buena persona equivale casi a insultarle o, cuando menos, a burlarse de él, aunque no en el excepcional caso de Paco Gambús. De los políticos se espera que sean malvados, astutos, mentirosos…, pero no buenos. Siendo bueno en política no se llega a ningún lado, según dicen; pero el bueno de Gambús llegó a donde le dio la gana. Tan lejos y tan alto que la muerte le ha sorprendido en Bruselas rodeado del respeto de todo el Parlamento Europeo.

Basta con repasar lo que de un lado a otro del hemiciclo se ha dicho a su muerte para comprobar hasta qué punto el aprecio a Gambús es transversal, universal. No entiende de ideologías ni de rivalidades. “Tu vitalidad y positividad será tu legado”, escribió Dolors Montserrat. “Nos enseñaba cada día a ser humanos”, Maite Pagaza. “Un lluitador infatigable de la construcción del somni europeu”, Ernest Urtasun. “Un gran hombre, trabajador, dialogante y gran europeísta”, Iratxe García.

De Barcelona a Waterloo se ha sentido su muerte como una puñalada. Quien lo trató sabe de qué hablo… Quien tuvo la fortuna de conocerlo no olvidará jamás que Paco escuchaba sonriendo; que escuchaba mirando golosamente, con ojos encendidos tras sus gafas de Llanero Solitario; que, extrañamente en un político, cuando ponía cara de escuchar, de verdad escuchaba.

En Bruselas todo el mundo lo llora. Comisarios, diputados, funcionarios, diplomáticos, periodistas. Demasiado joven, demasiado pronto, demasiado de repente…, nos decimos unos a otros.

Y no nos lo podemos creer. En los Parlamentos hay muchos que simplemente ocupan el espacio que pisan, que circulan por la moqueta, y otros, los menos, que como Paco cubren un hueco, prestan un servicio público, y que si desaparecen dejan ese hueco a la vista. Gambús fue un puente circular, un puente lo cruzases en la dirección que lo cruzases, el protagonista de aquella forma de mediar en política de CiU que permitió que las cainitas derecha e izquierda españolas se entendieran, aunque no se comprendiesen. Gambús fue el diputado póstumo que le quedó a Unió Democràtica de Catalunya, el último mohicano de aquella política artesanal de los sastres de la Transición.

A sus 45 se va con una sólida carrera a las espaldas. Llegó a Bruselas de la mano de Concepció Ferrer, trabajó en el Congreso de los Diputados, luego fue concejal en Badalona, jefe de gabinete de la vicepresidenta del Govern y director general de Relaciones Exteriores de la Generalitat, finalmente regresó a Europa como eurodiputado, primero, y como compañero de despacho de su amiga Rosa Estarás, después. Europeísta, democristiano y moderado, sus hijos pueden sentirse muy orgullosos de lo que consiguió en vida.

Se queda Mireia con la sensación de que nadie la volverá a abrazar como Paco. Pero eso no es del todo cierto. Meritxell, Georgina, Elisabet y Joan crecerán abrazándola, recordándole a Paco a cada paso y con su ejemplo ante cada dificultad que presente la vida. La familia de Gambús fue, es y será la familia que todos querríamos haber formado. Mireia y Paco han sido tan felices juntos que, aunque no lo pretendan, representan el amor. A Mireia le queda eso; haber conocido la felicidad. Yo fui su amigo. Otro más. Por eso lloro en público y no me da vergüenza. Y me permito afirmar que se marcha cuando su familia, Cataluña y España más lo necesitan. Y maldigo a la muerte por saber elegir tan bien. Ojalá la tierra le sea leve y a nosotros la pena imborrable.

Esteban González Pons es vicepresidente del Grupo del Partido Popular Europeo (PPE) en el Parlamento Europeo.

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