El presidente de la gestora de Ciudadanos tendrá amplias facultades sobre la dirección

El sábado Ciudadanos abre una nueva etapa bajo la dirección de una gestora que pilotará el partido hasta el congreso que elegirá en primavera un nuevo líder. En esta etapa va a adquirir una importancia fundamental una nueva figura que ha permanecido hasta ahora alejada de los focos mediáticos: Manuel García Bofill, el presidente de la gestora. El dirigente, desconocido fuera de los muros de Ciudadanos, va a asumir amplias competencias en la dirección, según el reglamento de la gestora enviado a los miembros del Consejo General -máximo órgano del partido entre congresos- y al que ha tenido acceso EL PAÍS. Entre sus facultades se encuentra elegir a los miembros de la dirección provisional, cesarlos si lo considera necesario y ostentar el voto de calidad en caso de empate en las deliberaciones.

La gestora pilotará Ciudadanos hasta el congreso de marzo, en el que se elegirá al presidente que sustituirá al dimitido Albert Rivera. Inés Arrimadas, portavoz parlamentaria, es la única militante que ha manifestado su intención de postularse. En el caso del PSOE, las gestoras están limitadas a un máximo de 90 días, pero la duración de este periodo transitorio en Ciudadanos está marcada por las elecciones generales del 10 de noviembre. Los estatutos del partido estipulan que no se puede celebrar un congreso hasta cuatro meses después de unos comicios. El Consejo General que se celebra este sábado para elegir a la gestora decidirá, en todo caso, sobre una propuesta del grupo de militantes “Compromiso Ciudadano”, promovido por Juan Carlos Bermejo, para poder adelantar el congreso en caso de que se convocaran nuevas elecciones generales o elecciones autonómicas en Cataluña.

El presidente de la gestora de Ciudadanos es de forma automática el presidente del Consejo General y entre sus competencias está la de decidir todos los miembros de la gestora. García Bofill tiene que presentar este sábado una lista “cerrada y bloqueada” de integrantes, dice el reglamento, que debe ser aprobada por mayoría absoluta del Consejo General (formado por 160 miembros). No podrán presentarse más listas que la suya y, si su propuesta fuera rechazada, el presidente volvería a presentar una nueva lista hasta que consiga el quorum. También tiene la facultad de atribuir competencias específicas a cada uno de los miembros de la gestora.

El órgano de dirección provisional de Ciudadanos contará con un mínimo de 10 y un máximo de 15 miembros (vocales), que asumirán "todas las competencias de dirección y administración del comité ejecutivo y del comité permanente", dice el reglamento que lo regula. Esto es, todas las competencias de la dirección anterior, entre ellas, por ejemplo, la decisión sobre la investidura de Pedro Sánchez. Y en esas deliberaciones el presidente tendrá un peso decisivo, porque en caso de empate su voto será de calidad o dirimente.

El presidente tendrá también la competencia de cesar a un vocal en caso de que “con su comportamiento, obstruya el normal funcionamiento del órgano, incumpla de manera grave sus obligaciones o deje de atender de manera reiterada las tareas que se le asignen”. En ese caso, convocará de manera inmediata al Consejo General para la sustitución del cesado. García Bofill tendrá en su mano además la decisión sobre la conveniencia de cubrir la vacante o vacantes en caso de la dimisión de cualquier vocal, siempre que el número de miembros sea inferior a diez.

Hay pocas trazas sobre el perfil político de Manuel García Bofill a pesar de que forma parte de la dirección de Ciudadanos desde hace una década, porque nunca ha integrado una lista electoral ni ha ostentado un cargo público. Fue secretario general de Ciudadanos entre 2007 y 2009, y dimitió tras el fiasco de la alianza para las elecciones europeas con Libertas, un pacto cerrado durante su mandato. Se le considera muy cercano a José Manuel Villegas, secretario general saliente, quien también formará parte de forma previsible de la gestora, lo que se interpreta como una nota de continuidad hasta que el congreso cambie el rumbo del partido.