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Cómicos presos, monólogos libres

Diez internos de la cárcel alavesa de Zaballa hacen teatro de humor en un taller terapéutico

Pedro Gorospe
Jorge Loza, en primer plano, con sus alumnos
Jorge Loza, en primer plano, con sus alumnos L. RICO

En un espacio en el que todo lo que digas puede ser usado en tu contra, reírte es liberador. Diez presos de la cárcel alavesa de Zaballa participan en un Taller de Monólogos “Comedia y Honestidad”, una iniciativa pionera en la que los reclusos hurgan en su interior con el humor –a veces negro– como terapia. El escenario les ayuda a reconstruirse, a gestionar sus impulsos, y a aceptarse mejor cuando ven que les aceptan como son. “Empiezan por reírse de sí mismos y a partir de ahí articulan el monólogo” que después representan con total libertad en el salón de actos, explica el politólogo y cómico, Jorge Loza, director del taller.

Alejandro y Bea, matrimonio, cumplen condena en Zaballa. Él utiliza sus propias vivencias para la actuación. “Nos pillaron en el coche. Yo no tengo carné de conducir y le dije, Bea, tengo dos noticias una buena y una mala. La mala es que nos van a denunciar, como poco; la buena es que somos gitanos y que nos está escoltando la Guardia Civil”. Comparten taller con José, un tío duro que reconoció sobre las tablas que es “más sensible que Bustamante”; con Manuel que coquetea en su monólogo con el poliamor; y con Cristina, “Cristiana Ronalda” como le gusta que le llamen por su control de la pelota. Ella cuenta que se casó con el hombre que la metió en la cárcel. “No es con el juez, joder”, dijo al ver la cara que ponía su público.

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El humor, incluso el más ácido, se convierte en una terapia que traspasa los barrotes y exorciza los miedos y estereotipos con los que viven. “Moha” es árabe: “Soy moro y gilipollas, les dije desde el escenario”, recuerda. “Mi monólogo parte de la vergüenza que yo he sentido de mis propios actos y también del racismo y de la exclusión social que he padecido desde que vine a España”, analiza. Eli, otra interna, abunda también en el tema del racismo: “Soy gitana y siempre quise ser paya para que me aceptaran”, afirma.

“Aprenden a vivir con la culpa y la vergüenza que arrastran por lo que les ha llevado a prisión pero sin que les merme como seres humanos”, explica Loza, que está documentando su trabajo en una tesis doctoral titulada La dimensión política y terapéutica del Stand Up Comedy (monólogos). “Los cómicos somos ángeles caídos que nos reímos de nuestras desgracias y de paso de las de los demás y para eso hay que desnudarse por dentro, sincerarse, no valen trucos ni caretas”, explica Loza.

Hace unos meses, una jueza y trabajadoras sociales de Brasil se interesaron por esta actividad y se entrevistaron con los participantes. “Este curso me ha ayudado a desinhibirme, gestionar mis emociones y a relacionarme de forma más sincera con los demás y conmigo mismo”, cuenta Enetz, otro participante. “Los monólogos son libres, te puedes meter con lo que quieras y con quien quieras, pero solo si empiezas por cuestionarte a ti mismo”, dice Loza. No se libra ni el subdirector de Tratamiento de la prisión alavesa, Chema Bastos. El jueves, en una visita al aula, se presentó ante los reclusos y actuando, con voz taciturna, ironizó: “Llevo 25 años aquí dentro por mi mala cabeza”.

Loza lleva más de diez años investigando sobre dinámicas de grupo y análisis de discurso. En su proyecto colabora, además de la prisión de Zaballa, la Comisión Antisida de Álava, que gestiona recursos públicos para facilitar la vuelta a la libertad de los internos. El cómico está convencido de que estos talleres pueden ayudar a paliar el dolor en las personas que sufren o han sufrido violencia de género o maltrato psicosocial, y ser muy útiles como herramienta de reinserción y asunción de responsabilidades. El ya fallecido coreógrafo, mimo y director de escena Lindsay Kemp se preguntaba: “¿Qué es el teatro sino esa capacidad de transformar las cosas empezando por uno mismo?”

Todos los participantes coinciden en una cosa. El taller y la puesta en escena de su monólogo forman parte de un compromiso con la verdad y la dignidad mientras juegan a comparar la cárcel con el Sálvame Deluxe “porque las emociones y la confusión están a flor de piel”, o vacilan con la suerte de Urdangarín que está solo en una cárcel de mujeres. Dos horas en las que también da tiempo a emocionarse cuando hablan de sus familias, de sus hijos y de sus penas. “Vuelves a tu rutina pero con una sonrisa”, aseguran los cómicos presos.

Y como dice Moha, en un contexto carcelario en el que cualquier cosa que puedas decir se utiliza en tu contra, el en taller impera un ambiente de respeto, ausencia de juicio e igualdad entre todos los que estamos, incluido, el responsable del taller. Para muestra el chiste que contó Nikartxu. Cuando Jorge Loza le conoció, le preguntó: ¿y tú por qué estás aquí? Nikartxu le mintió con voz de tipo duro. Le dijo, por si acaso, que por asesinato. ¿Y tú?, le interpeló a Loza: “yo vengo aquí como cómico” dijo el responsable del taller. “Joder pues sí que tienes que ser malo”. El público rompió a reír.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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