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El suicidio frustrado del recluso que no quería ser libre

Un expreso se autolesiona a las puertas de la cárcel de Huelva tras impedírsele reingresar. Había salido cinco horas antes tras cumplir 20 años por agresión sexual a un familiar

Imagen del exterior de la cárcel de Huelva. En vídeo, declaraciones de Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior en funciones.Vídeo: Iván Bouza | EFE
Óscar López-Fonseca

Tras 20 años en prisión, Miguel Ángel F., de 56 años, no quería abandonar el Centro Penitenciario de Huelva, donde cumplía una condena de más de 37 años de cárcel por agredir sexualmente a un familiar menor de edad. El pasado 30 de abril, solo cinco días antes de que la justicia diera por extinguida su condena, el entonces aún recluso ya mostró a los funcionarios de Instituciones Penitenciarias que intentaban ayudarle a gestionar su inminente salida a la calle que no quería salir, que no tenía claro qué iba a hacer tras la excarcelación, Incluso habló de suicidarse, según fuentes penitenciarias. Cuatro días después cumplía su amenaza a las puertas de la cárcel, a la que había regresado solo cinco horas después de recobrar la libertad.

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Lo hizo después de pedir sin éxito a los funcionarios que le dejaran volver a su celda. Ante la negativa de estos, Miguel Ángel F. se sentó en un banco de la zona de control de acceso —donde los días de visita los familiares de los presos esperan para entrar en los locutorios— y, sin que nadie pudiera impedirlo, se cortó con una cuchilla en el lado izquierdo del cuello. La abundante sangre alertó a los funcionarios y a un guardia civil, que lograron evitar que muriera desangrado. Fue trasladado urgentemente a un centro hospitalario de Huelva, donde permanece ingresado.

Miguel Ángel F. había pasado los últimos meses de reclusión en la enfermería de la cárcel al sufrir una enfermedad incurable. En 2017, un juez de Vigilancia Penitenciaria le concedió el tercer grado penitenciario o régimen de semilibertad, precisamente por su mal estado de salud. Entonces abandonó la cárcel onubense para vivir en una casa de acogida, junto a otros reclusos en situación similar. Sin embargo, el juez se vio obligado a revocar la medida después de que apuñalara a otro residente, detallan fuentes penitenciarias. Al reingresar en la prisión justificó aquella agresión en que supuestamente le estaban quitando dinero y, además, le daban comida en mal estado. La justicia aún no ha fijado fecha para juzgarle por estos hechos.

En los últimos días de su condena, los trabajadores sociales de la prisión intentaban prepararle para su excarcelación. Con una orden de alejamiento de la víctima de su agresión sexual, quedaba descartado que fuera acogido por la familia. Además, no era un preso sin recursos. Su peculio (la cuenta en la que los presos reciben dinero para hacer frente a sus gastos dentro de la cárcel) acumulaba más de 13.000 euros gracias a que tenía una pensión no contributiva. Pese a este dinero, los trabajadores penitenciarios le buscaron plaza tanto en un albergue municipal como en un centro gestionado por la Diócesis de Huelva.

Ofrecimiento de una ONG

También le ofrecieron ir a una vivienda de la Asociación Reto, una ONG especializada en atender a marginados, principalmente drogodependientes. Uno de sus voluntarios se desplazó a la cárcel el viernes, solo un día antes de la excarcelación, para intentar convencerlo. En ese encuentro, señalan fuentes penitenciarias, el representante de la ONG se ofreció a recogerlo en coche el día que saliera de la cárcel y trasladarle a una vivienda de la asociación. Sin embargo, Miguel Ángel F. se negó porque en la casa de acogida estaba prohibido fumar. Los funcionarios optaron entonces por facilitarle la dirección de dos pensiones de Huelva y el número de teléfono de la Oficina de Trabajadores Sociales.

El sábado, justo antes de salir, le entregaron 1.000 euros en metálico procedentes de su peculio para que hiciera frente a los primeros gastos. También le indicaron que debía enviar a la cárcel un número de cuenta bancaria para que le transfirieran los 12.000 euros restantes. A las 11 de la mañana, y a pesar de que seguían sus objeciones a abandonar la prisión, salía en libertad y, en un taxi, se desplazaba hasta Huelva, distante 13 kilómetros.

La sorpresa se produjo al presentarse Miguel Ángel F. en la cárcel tan solo cinco horas después. Pese a que los funcionarios le insistieron en que su condena estaba totalmente extinguida y, por tanto, no podía reingresar, rechazó marcharse. Se sentó, sacó la cuchilla y se dio un corte en el cuello del que ahora se recupera en el Hospital Juan Ramón Jiménez, de Huelva. Fuentes penitenciarias recalcan que los casos de reclusos que se niegan a abandonar la prisión son “excepcionales” y destacan que en este caso, al haber cometido el delito en su entorno más cercano, impedía que fuera acogido por su familia.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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