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Del “haz que pase” al “no pasarán”

La noche comenzó en Ferraz con timidez, después de tantos palos no se lo creían, y de casi rezar por un milagro pasaron a la euforia de una victoria histórica y la identidad recuperada

Celebraciones en Ferraz este domingo.Vídeo: JAIME VILLANUEVA / QUALITY
Íñigo Domínguez

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Pedro Sánchez entró en la sede del PSOE en la calle Ferraz pasadas las nueve de la noche en su vehículo oficial y culminó una historia increíble: hace dos años y medio le echaban de este mismo lugar pero por la puerta de atrás. Entonces dijo: “El lunes cojo mi coche y recorro todos los rincones de España. Vamos todos juntos a recuperar el PSOE”. Lo de todos juntos no se sabía exactamente cuánta gente quería decir, lo mismo cabían todos en su coche. Cuando llegó a Ferraz no había mucha gente en la calle, ni siquiera estaba todavía cortada y el ambiente era casi de timidez colectiva. Después de tantos palos, como que no se lo creían.

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Bastaba ver el edificio de enfrente para dudar. Era una excelente representación del cacao político de España, llena de banderas y pancartas de todos los partidos, menos del PSOE. Parecía la 13 Rue del Percebe de la política nacional. En el tercero, una bandera de Vox, pared con pared con una pancarta que decía: “Queremos a Susana”. En el piso de arriba, una bandera republicana. En otra ventana, globos azules del PP. “Es un edificio todo de estudiantes, y aquí hay de todo”, explicaban Alberto, Fernando y Laura, 23 años, de un piso de seis en el que han votado todos, menos uno, y todos a PP o Ciudadanos.

Del piso con la bandera de Vox salía con autoridad música de Manolo Escobar y alegres tonadillas de la Legión. En la calle nadie decía nada, todo el mundo miraba el móvil. A las nueve de la noche pasó un Alfa Romeo rojo pitando y el conductor sacó el puño por la ventanilla. Le respondieron con aplausos un centenar de personas, un conato de griterío, pero muy flojo. A las 21.34 del edificio de los líos salió el primer berrido claro de euforia, había gente del PSOE escondida, pero aún no había tenido valor de asomarse: “¡Ista, ista, ista España socialista!”. Un grito de los ochenta, un revival. Como si fuera la consigna establecida, la policía ya cortó la calle y una tropa de currelas comenzó a montar de la nada un escenario en la acera, justo al lado de la placa de homenaje a Pablo Iglesias. Dice que el fundador del PSOE murió en ese lugar el 9 de diciembre de 1925. Sánchez eligió el mismo rincón para proclamar su resurrección.

“Me esperaba algo, pero no tanto”, decía emocionada Toni, apoderada socialista de 66 años, que siempre estuvo con Sánchez. Tenía un rosa en la mano y estaba muy contenta. “Es de las victorias que más me ha emocionado, por cómo ha sido todo, estos nueve meses diciéndole que era un okupa”. Su amiga Nadia, de 50, tiene una historia curiosa: es búlgara, lleva 15 años en España y hasta que llegó aquí no le gustaba ni la política ni el fútbol. Ahora es del PSOE y del Barça. “Me hice socialista el día que echaron a Sánchez, fue una injusticia”.

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A medida que avanzaba el escrutinio, el ambiente se relajó y ya se adueñó de la calle Ferraz una potente megafonía con una musiquilla de sala de espera, pero de sitio de nivel, elegante. Un jazz de comedia urbana madrileña, y la gente ya sonreía como si estuviera en una de ellas. Exactamente lo que para uno de Vox sería la sintonía de la dictadura progre y le pondría de los nervios. Había mucha gente joven, fueron llegando más mayores. Un señor se encendió un pitillo proclamando que era el primero que fumaba en 10 años. Quizá desde la última vez que ganó el PSOE. Grandes abrazos entre gente del partido. Algunos con más motivos que otros: “¡Qué alegría, qué alegría! Entonces ¿sigues en Moncloa, no?”. En la puerta del garaje, por donde se accedía al palco, se formó una especie de zona vip. Veías por ahí a Ramoncín y exministros, como toda la vida.

Montaron también una pantalla gigante, ya había una multitud y a las 22.19 hubo una conexión en directo con el acto de Vox. Gran pitada y un potente grito unánime: “¡No pasarán, no pasarán!”. Fue un grito de identidad recuperada, de retorno del hijo pródigo, no solo Sánchez al partido, sino del PSOE a la política por la puerta grande. El "no pasarán" conjugaba perfectamente con el lema socialista: "Haz que pase"… y pasó. De casi rezar para ganar a erigirse en barrera contra la derecha lanzada.

Había una sensación general de victoria histórica, en una cita en la que no se podía fallar. Un grupo de tres amigos ondeaba una bandera multicolor del colectivo LGTBI. “Siempre he votado a Izquierda Unida, voté a Zapatero y ahora he vuelto a votar al PSOE. Me daba mucho miedo”, decía Aaron Blázquez, auxiliar de enfermería. “Yo siempre he sido de Sánchez, y la alegría de hoy es que no ha habido voto de castigo de la vieja guardia, no podía ser en un momento en que nos jugábamos la democracia y nos la podíamos cargar”, comentaba Juan Carlos, de 42 años, afiliado al PSOE. Jesús, de 30, cree que “el país está diciendo: diálogo, inclusión y acuerdos, y que hay que arreglar el tema catalán hablando”.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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