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Urkullu, el mediador que propuso Puigdemont

Reclamado por los defensores de Turull, Rull y Sànchez, el lehendakari comparece sin estrategia definida

Luis R. Aizpeolea
El lehendakari, Íñigo Urkullu en el Parlamento vasco.
El lehendakari, Íñigo Urkullu en el Parlamento vasco. L. RICO

El lehendakari no comparecerá en el juicio del procés con una estrategia definida. Los reclamantes de su presencia como testigo, los abogados de Jordi Turull, Josep Rull y Jordi Sànchez, han declarado que pretenden demostrar cómo la Generalitat buscó, a través de su mediación, un acuerdo para frenar la aplicación del 155. El lehendakari cree que el tribunal le preguntará por los hechos que vivió y no por sus opiniones sobre el reparto de responsabilidades del fracaso de su mediación que nunca ha hecho públicas. “Él se ha limitado a lamentarlo”, señalan fuentes próximas a Urkullu.

El lehendakari comparecerá hoy como actor en su fracasada mediación entre la Generalitat y el Gobierno central. No logró que el president Puigdemont convocara las elecciones catalanas ni que el presidente Rajoy renunciara a intervenir la autonomía catalana.

La historia de la mediación de Urkullu se remonta a cuatro meses antes de la celebración del referéndum del l-O, a la reunión de cuatro horas que mantuvo con Puigdemont en el Palau de la Generalitat el 16 de junio de 2017. Puigdemont, con quien sostuvo una relación intensa desde esas fechas, se lo pidió porque mantenía buenas relaciones con el presidente Rajoy, al que su partido, el PNV, había apoyado sus Presupuestos; con el líder del PSOE, Pedro Sánchez, así como con numerosos dirigentes políticos y sociales catalanes e, incluso, con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

Rajoy, que carecía de interlocución directa con Puigdemont, no le requirió oficialmente como mediador, pero le trató como tal, especialmente en los días previos a la intervención de la autonomía catalana por el Estado. “El papel del lehendakari como mediador consistió en procurar que Puigdemont convocara elecciones autonómicas y no declarara la independencia y Rajoy no interviniera la autonomía catalana. Pero también formuló propuestas de diálogo para desbloquear la situación”, señalan fuentes próximas al lehendakari.

El momento cumbre de Urkullu se produjo los días 25 y 26 de octubre de 2017, vísperas de la intervención de la autonomía catalana, cuando los puentes entre el Gobierno central y la Generalitat se habían roto. El día 25 Urkullu recibió en Ajuria Enea a una representación empresarial catalana, que una semana antes había despachado con Puigdemont. Según aseguran en Ajuria Enea, ese día el lehendakari intensificó los contactos con Puigdemont y mandó mensajes a Rajoy que, a su vez, habló con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, con la pretensión de “evitar el choque de trenes”. E, incluso, formuló una propuesta concreta de mediación a ambas partes: no declaración de independencia, convocatoria de elecciones autonómicas del president, no intervención de la autonomía por el Estado y posterior constitución de una mesa de diálogo entre la nueva Generalitat, salida de las elecciones, y el Gobierno central.

El día 26, Urkullu recibió, a primera hora de la mañana, un mensaje de Puigdemont en el que le notificó que había decidido convocar elecciones. Esa mañana, Puigdemont se reunió con consellers de la Generalitat, parlamentarios de ERC y PDeCAT. Muchos cuestionaron su decisión y pusieron en duda que Rajoy no intervendría la autonomía aunque Puigdemont convocara elecciones.

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Al mediodía envió otro mensaje a Urkullu en el que le preguntó si era verdad el rumor de que La Moncloa iba a aplicar el 155. Según Ajuria Enea, Urkullu, tras contestarle que no seguía los medios porque estaba en el pleno del Parlamento vasco, le informó de que Rajoy no saldría públicamente a decir que no aplicaría el 155, pero que estaría muy atento a su intervención y que valoraría la convocatoria electoral. Añadió que Rajoy no querría aplicarlo en tal caso y el PSOE, tampoco. “Vamos a confiar”, terminó Urkullu, que desconocía el grado de oposición interna que durante la mañana cosechó la pretensión del president de zanjar la crisis con la convocatoria electoral.

Poco después, Puigdemont envió otro mensaje a Urkullu en el que le informó de que no cumpliría su compromiso de convocar las elecciones porque estaba muy presionado por su gente. A partir de ahí, se desencadenó el drama: no hubo convocatoria electoral de Puigdemont y, al día siguiente, el Senado, con apoyo del PP y PSOE, aprobó intervenir, por vez primera, la autonomía catalana.

Urkullu perdió la relación con Puigdemont. No ha vuelto a hablar con él desde aquel día. Hasta el pasado noviembre, no recuperó la relación con la Generalitat, ya con Quim Torra como presidente, con motivo de su visita al Palacio de Ajuria Enea. En el encuentro quedó clara la distancia estratégica entre ambos. Mientras Torra mantiene la vía unilateral a la independencia, Urkullu defendió la política de pactos transversales internos y con el Ejecutivo central para avanzar en el autogobierno. Todos los puentes no están rotos entre ambos nacionalismos porque el PNV ha mantenido, durante este tiempo, relaciones con los sectores moderados del PDeCAT.

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