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Ajuste de cuentas de un superviviente

Pedro Sánchez reflexiona en ‘Manual de Resistencia’ sobre la política y el liderazgo

Claudi Pérez
La portada de 'Manual de Resistencia", el libro de Pedro Sánchez.
La portada de 'Manual de Resistencia", el libro de Pedro Sánchez.

No se transforma un país sin ser capaz de escribir y contar una historia. La de Pedro Sánchez es una historia de supervivencia: su Manual de Resistencia (Península) cuenta el último lustro de aceleración política, desde su llegada a la secretaría general del PSOE a la accidentada salida y el posterior regreso para acabar siendo investido presidente con la moción de censura. Hace tiempo que la política española es una suerte de cocina con un calor insoportable; “la política es un lento y constante perforar de duras tablas”, decía el inevitable Max Weber. El PSOE de los últimos años es una suerte de clavo afilado, por abundar en la fórmula de Weber, o uno de los fogones de esa cocina: la del liderazgo de Sánchez en el partido socialista es, además de la citada historia de resistencia, un implacable ajuste de cuentas con la cúpula de su propio partido.

“Mientras se está en plena acción no hay distancia para hacer teorías ni para sacar conclusiones”, arranca el expresidente Felipe González uno de sus libros. Es evidente que Sánchez ha dejado de lado ese consejo. El presidente reflexiona sobre la política y el liderazgo, pero sobre todo dedica un par de docenas de dardos a la dirigencia del PSOE: “Desde el principio tuve esa incómoda sensación de intruso”, confiesa. “La élite no me concedió ninguna legitimidad”; “no me tomaba en serio”; sufría “maniobras destinadas a erosionarme” y “desplantes”. Sánchez habla incluso del deseo de borrarle “de la historia del PSOE”.

En el libro hay innumerables ataques de esa guisa. Tal vez el más afilado es para Susana Díaz: “Su ausencia [en una reunión clave, alegando enfermedad] se convirtió en la noticia más importante de la convención. El lunes la vi en un acto público y me alegré mucho de su rápida recuperación”.

Sánchez apenas maneja la autocrítica en más de 300 páginas. Comete algún error de trazo grueso —confunde a Fray Luis de León con San Juan de la Cruz—, apenas desarrolla su ideario y, por cierto, deja alguna carga de profundidad para la prensa: “La llamada presión del Ibex la sentí a través de los medios”. Y en un par de ocasiones se queja del exagerado peso de las encuestas, descritas como “arma de destrucción masiva”. A su llegada a La Moncloa, Sánchez nombró al frente del CIS a José Félix Tezanos, estrecho colaborador suyo; no parece que esa decisión haya mejorado la demoscopia nacional. Aunque quizá —solo quizá— este Manual de Resistencia tampoco sea la historia que Sánchez necesitaba para transformar España.

Barones. Quizá lo mejor del libro es el capítulo en el que el presidente cuenta cómo cogió el coche y empezó a viajar por las sedes socialistas. Eso le permitió conocer el PSOE, "palpar el estado real del partido, comprobar el distanciamiento que sentían las bases respecto a la cúpula del partido". De paso, Sánchez concluyó que el poder del PSOE "se había desplazado al ámbito territorial, a las autonomías, lo que hacía que al partido le faltara un proyecto nacional creíble". Las críticas a los barones son continuas: "Los líderes territoriales tenían un poder superior al del secretario general". La presión sobre Sánchez arreció para que se abstuviera y permitiera gobernar a Rajoy. "Fueron días en los que pensé en dejarlo todo". Ahí empezó a tener "conciencia de la capacidad de resistencia que yo podía llegar a tener". Ese es el trazo narrativo que recorre todo el libro.

El Rey. Sánchez subraya en varios pasajes la "complicidad" con Felipe VI. "Enseguida nos reconocimos mutuamente como las personas que iban a sacar al país del riesgo de bloqueo", dice respecto a las primeras semanas de 2016. Sánchez afirma que fue el Rey quien le desveló que Podemos le iba a proponer formar Gobierno, y reitera que Felipe VI "estaba tan decidido como yo a romper aquel bloqueo institucional". Más tarde aplaude el discurso tras el 1-O: "Su discurso fue el propio de un jefe de Estado: defendió la integridad del Estado. Ha habido críticas desde el mundo independentista, pero la pregunta es: ¿qué pensaban ustedes que iba a hacer el Rey? ¿Santificar la ruptura del país? Es absurdo".

Rajoy, Rivera e Iglesias. El presidente ajusta cuentas con la cúpula de su partido, pero también con el resto de líderes con los que le ha tocado lidiar. Critica con suma dureza a Mariano Rajoy, Albert Rivera y Pablo Iglesias, aunque su relación con Rajoy e Iglesias acaba mejor de lo que empieza, y con Rivera va de mal en peor: le acusa de "mentiroso", de abusar de la "intoxicación pura y dura"; en el asunto catalán Rivera "no hizo absolutamente nada"; "El conflicto está en su ADN. No sabe dialogar". Sánchez arranca el libro con duros ataques a Pablo Iglesias: "Nuestras relaciones nacieron marcadas por el desencuentro", en la negociación fallida para formar Gobierno; después, con la moción de censura y los acuerdos que le han permitido aprobar leyes y reales decretos, Sánchez resalta que Iglesias "dio un giro claro a su discurso hacia el nuevo PSOE y abrazó por fin las tesis relativas a la necesidad de unir fuerzas desde la izquierda". Subraya también el "antagonismo" entre Rivera e Iglesias, que va más allá de lo político: es un "antagonismo físico".

Pero quizá los palos más duros son para Rajoy, a pesar de que Sánchez destaca la "estrecha relación" entre ambos forjada en el otoño de 2017, en lo más duro del desafío independentista. "Se echó en falta una visión de Estado" de Rajoy para con Cataluña. "Resulta asombrosa su escasa capacidad para la iniciativa política". "Era un tigre de papel". "Su falta de liderazgo fue absoluta (...), fue a remolque de las decisiones judiciales". Y durante la moción de censura le pidió repetidamente la dimisión "por motivos de dignidad política". "No lo entendió".

Ideas. El libro es más un resumen de los últimos cinco años que un envoltorio para dar a conocer las ideas del presidente del Gobierno. Pero aquí y allá hay pistas para seguir el rastro ideológico del presidente. Sánchez afirma que sus referentes son "Azaña y Willy Brandt", el canciller socialdemócrata alemán. Apenas cita a Felipe González. Sobre Cataluña, cree más "en la convivencia de Azaña que en la conllevancia de Ortega", e insiste una y otra vez en el diálogo. Sus próximos pasos se pueden intuir en un largo párrafo hacia el final del libro: aboga por abordar "reformas de calado". "Tenemos un fondo de reserva de las pensiones endeudado con el Estado. Nuestros índices de desigualdad son terribles. Hay que abordar la financiación autonómica, que en realidad es la financiación de nuestro sistema de sanidad y educación públicas. También hay una subcomisión para el pacto educativo en el Congreso que debería alumbrar un gran acuerdo. Esa gran reforma que necesita el país, la agenda social, económica y ambiental que precisamos, debe abordarse en el Congreso, entre todos los grupos. Si no lo logramos, la desafección con la política va a ser enorme". Más adelante reclama la imperiosa necesidad de "una reforma constitucional, mirando a la ciudadanía y a Europa", además de un proceso constituyente también para la Unión Europea. "Si España reformara su constitución, sería el primer país europeo que lo haría en el siglo XXI para adaptarla a Europa y daríamos un ejemplo de impulso y de convicción de los valores europeos. (...) Encontrándonos con Europa volveremos a encontrarnos con nosotros mismos". Así concluye el libro.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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