Repicar el mal deseo
El repiqueteo innoble ha de tener su fin. Lo que ocurre es serio porque el juguete maldito del mal lenguaje lleva dentro la palabra muerte como un deseo
El que repica el regocijo es un humorista andaluz. Reclama de su hijo un papel; se supone que ahí hay una carta que es una ristra de deseos. En realidad, cuando el humorista lee lo que había en el folio se encuentra con un repique de regocijos. Ha oído campanas, en toda España, y ha rebuscado en la desgracia de las numerosas gracias un modo de ensuciar el día y hasta el sentido infantil de la fiesta.
Esa carta nefanda a los Reyes Magos incluye, de cierto, solo malos deseos. Murieron ya los famosos que el niño quiso, transmite el padre, y le hace falta uno más para completar ese maldito y risueño deseo de las malas muertes.
Como el repiqueteo nacional señala al presidente del Gobierno, como el mal de los males, lo que el niño quiere, en el nefasto repiqueteo del desgraciado humor del padre humorista, es que el Señor se lleve, con sus mayúsculas, a Pedro Sánchez. Nada menos, que un ser humano vivo al que le duelen las mismas cosas que les duelen a los vivos, en la pancarta de “¡Muérete!” que se pone en la boca de un niño.
A lo largo del día debía haber tal regocijo malsano que hasta el partido de la oposición, que hasta hace nada fue de Gobierno, ve saludable unirlo al coro tuitero que ahora hace fortuna: levantar el deseo de desgracia del otro como una de las gracias nacionales. Una mano seguramente benéfica borró luego ese retuit, un repique, que era un disparo en el alma razonable del Partido Popular. El repiqueteo innoble ha de tener su fin porque lo que ocurre es serio, más que serio es horriblemente serio, porque el juguete maldito del mal lenguaje lleva dentro, qué desgracia, la palabra muerte como un deseo.
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