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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

O Torra o la Generalitat

Desde el jueves, el 'president' ha arruinado su prestigio, no personal —del que carecía— sino de la institución que encarna

Xavier Vidal-Folch
Quim Torra junto a Vicens Relats, a su llegada al Monasterio de Montserrat de Barcelona.
Quim Torra junto a Vicens Relats, a su llegada al Monasterio de Montserrat de Barcelona.Susanna Sáez (EFE)

Desde el jueves pasado, Quim Torra ha arruinado su prestigio, no personal —del que carecía— sino de la Generalitat que encarna. La viabilidad de esta institución y su continuidad en el cargo son incompatibles.

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No se puede ser más tóxico con menos actos y en plazo más breve. Al ver desde Liubliana (Eslovenia) las imágenes de los mossos disolviendo severamente a grupos de activistas violentos de los CDR (Comités de Defensa de la República), que atacaban a una manifestación ultra, los desautorizó. Y dio al conseller responsable, Miquel Buch, cuatro días para ejecutar la venganza. Anunció destituciones en la cúpula policial, sin haber consultado ni verificado las imágenes con ella y el consejero. Los puso a los pies de los caballos. Y es que una diputada de la CUP había sufrido un moratón entre los violentos de los CDR, grupo faccioso en el que milita la hija de Torra.

Ayer se resignó a no exigir ceses de los Mossos. Oteaba que un día le darán un susto. Se percata de que truncó la aureola del cuerpo, trocado en tótem de muchos catalanes desde el atentado de La Rambla. Y teme que el 21 de diciembre se le vaya la calle de las manos durante la estancia del Gobierno de Pedro Sánchez en Barcelona... que su portavoz, Elsa Artadi, tildó de “provocación” (la veía como bendición si incluía una reunión Gobierno a Govern). Y aseguró que “protegerán” el derecho de los CDR a manifestarse ese día (han convocado huelga general)... sin recordarles su deber de hacerlo pacíficamente.

Luego, el sábado, el Govern de Torra impidió a los Mossos —en un posible indicio de prevaricación— disolver a unas decenas de cedeerres que mantuvieron cortada la autopista AP-7 ¡durante 15 horas y en el puente más señalado del año!

Entre medias, ensalzó a Eslovenia como ejemplo de vía a la independencia que Cataluña debería seguir. “Hagamos como ellos”, concretó. Pues bien. Ya la dirigencia indepe ha hecho “como ellos” en casi todo: un referéndum unilateral, una declaración unilateral de secesión, y su inmediata suspensión. Solo le falta un pequeño detalle posterior a esa secuencia, para “hacer como ellos” del todo. Ordenar a su policía autónoma liarse a tiros con el Ejército (en aquel caso, yugoslavo), provocando 74 muertos, en su mayoría nacionales y algunos camioneros y periodistas extranjeros.

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Torra no olvidó eso que aprendió en Liubliana: resulta imposible, tiene memoria. O sea, que está propugnando, perifrástica pero claramente, la acción violenta. Asusta el pie de página, la frase del exconsejero Toni Comín desde Waterloo: “El tramo que nos queda hasta llegar al final será dramático. Ha llegado la hora de pagar el precio alto, pero inevitable, de nuestra libertad”.

¿El alto precio es la violencia? ¿El precio son 74 muertos? O Torra lo desmiente inmediata, oficial y solemnemente ante el Parlament. O sus seguidores tendrán que echarlo de la Generalitat, por traicionar la voluntad pacifista de la gran mayoría. O al cabo, el Estado de derecho deberá garantizar que este peligro público no lo será más.

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