España negocia devolver a Libia a 12 migrantes rescatados por un pesquero
El barco lleva “comida y gasóleo para una semana”, según cuenta el capitán de la embarcación
El Gobierno español está negociando con Libia el desembarco de 12 migrantes rescatados en aguas internacionales por un pesquero español el pasado día 22. El Ejecutivo español, según ha informado una portavoz de la vicepresidencia, está cumpliendo el derecho internacional y entiende como puerto seguro el puerto más cercano que, en este caso, sería uno libio. Los puertos de Libia, sin embargo, han sido considerados por ONG de rescate en el Mediterráneo y por la propia agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) plataformas no seguras para el desembarco de migrantes.
Cuatro días después de rescatar a los 12 migrantes en alta mar, Pascual Durá, capitán del pesquero Nuestra Madre Loreto, con base en Santa Pola (Alicante), reconocía este lunes que tanto él como su tripulación "están jodidos". La situación se alarga demasiado, la "previsión del tiempo indica que viene temporal" y las personas que llevan a bordo "no quieren ni oír hablar de volver a Libia". Los relatos de los rescatados en el Mediterráneo Central coinciden en las atrocidades que sufren los migrantes en el país magrebí y es común oírles afirmar que prefieren morir antes que volver.
En este caso, el Gobierno español, se reafirma en que su decisión está respaldada por el derecho internacional que define como puerto seguro aquel al que se puede llegar, permanecer y abandonar sin que el buque corra peligro. La Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados determina, sin embargo, que un refugiado no debe ser devuelto al país donde teme ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas.
En otros rescates, como los realizados por el Aquarius o el Open Arms, que también se enfrentaron a la política de puertos cerrados de Italia y Malta, Libia nunca estuvo sobre la mesa de negociación porque las organizaciones humanitarias se negaron sistemáticamente a desembarcarlos allí.
El rescate tuvo lugar el jueves, sobre las 20 horas. La patera en la que viajaban los 12 rescatados y otra embarcación similar se aproximaron a la embarcación alicantina para solicitar amparo, ya que estaban siendo "asediadas" por una patrullera libia a 80 millas al norte de este país, según declaró a Efe el armador José Durá. Tres de los migrantes treparon hasta la borda del pesquero, mientras que el resto se lanzó al agua. La patrullera recogió a la mayoría de los náufragos, pero dejó finalmente 12 a cargo de la embarcación de Santa Pola.
Los migrantes proceden de Libia, Malí y Senegal, son todos varones y hay dos jóvenes de 16 años, ha informado el patrón del pesquero. La situación es delicada porque disponen de comida y gasóleo para aproximadamente una semana.
Durá, que cuando atiende atiende por teléfono a EL PAÍS navega a unas 100 millas de Trípoli [la capital libia] y a 120 de Malta, reconoce que la tripulación está "un poco asustada".
En un inglés repleto de mímica y gestos, que es el lenguaje que utilizan para comunicarse, los doce náufragos aseguran "que la vida les da igual, pero que no quieren volver" al país desde el que se aventuraron a cruzar el Mediterráneo. "Los puertos de Italia y Malta están cerrados para nosotros", continúa Durá, "y es la única salida que ellos contemplan".
"Tanto que presumimos de hermandad entre europeos", denuncia el patrón del pesquero, "tanto Italia como Malta han demostrado muy poca comprensión". "España hace lo que puede", concede. El Gobierno mantiene que al producirse el rescate en aguas internacionales, "lo que rige en estos casos" es "ir al puerto seguro más cercano, que es Libia". Pero en el Nuestra Madre Loreto, este país es innombrable. "Vamos con mucha precaución para no mencionar palabras como Libia, por ejemplo", dice Durá.
Temor a una revuelta a bordo
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha repetido en varias ocasiones que no considera que este país sea "un puerto seguro para el desembarco" de migrantes y desaconseja los retornos a Libia "tras los rescates en el mar". "Los refugiados se enfrentan allí a un panorama de pesadilla", señala Roberto Mignone, jefe del destacamento de ACNUR en el país africano. "Abandonan sus hogares en busca de seguridad y protección y acaban encarcelados, languideciendo indefinidamente en miserables condiciones".
Sin embargo, las órdenes que tiene Durá hablan de "esperar a una patrullera libia que viene a recogerlos". En el momento de hablar con EL PAÍS, llevan "seis o siete horas" esperando. Algo que acrecienta el temor de la tripulación. "Imagina que viene la patrullera. Primero hay que realizar las maniobras, luego los de la patrullera tienen que subir al barco y llevárselos. Eso lleva un tiempo", explica el patrón del pesquero. "Imagina que [los rescatados] ven la bandera. ¿Cómo los controlamos? Nuestro mayor temor es que nos monten una revolución". Y en una embarcación prevista para trece tripulantes, no hay libertad de movimientos ni compartimentos estancos. "Es un barco pequeño, los aparejos ocupan el 80% del espacio y ellos están ahí, en el poco espacio de que disponemos", alerta Durá.
No es la primera vez que el barco santapolero rescata inmigrantes a la deriva en el Mediterráneo. En 2007, subió a bordo a 25 personas y un cadáver en junio y a otros cuatro náufragos en noviembre del mismo año. También tenía su puerto base en la localidad alicantina el Francisco y Catalina, otro pesquero que faenaba a cien millas de Malta y que rescató a 51 personas en 2006.
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