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Un envenenador con metadona en la cárcel de Huelva

La investigación descarta que la reciente intoxicación de seis funcionarios fuese accidental y detecta tres casos más anteriores

Óscar López-Fonseca
Imagen del exterior de la cárcel de Huelva.
Imagen del exterior de la cárcel de Huelva. IVÁN BOUZA

El episodio de intoxicación múltiple registrado el pasado 15 de noviembre en el Centro Penitenciario de Huelva, y que afectó a seis funcionarios de Prisiones integrantes del equipo médico, no fue ni único ni accidental. La investigación iniciada por Instituciones Penitenciarias y la Policía Nacional ha destapado, al menos, otros tres casos desde agosto. También ha confirmado las sospechas iniciales de que no se trata de simples intoxicaciones accidentales, sino de envenenamientos intencionados. La identidad del autor o autores es aún un misterio, según confirman fuentes policiales. No lo es, sin embargo, la sustancia utilizada: metadona, un opiáceo empleado en el tratamiento de los efectos del síndrome de abstinencia en los heroinómanos y que se dispensa en las cárceles bajo estricto control médico.

El episodio que destapó el suceso se produjo la tarde del pasado día 15. Seis sanitarios de la prisión onubense empezaron a sentirse mal poco después del almuerzo. Manifestaban mareos y sensación de debilidad. Los primeros análisis de orina que les realizaron dieron positivo en metadona y benzodiazepinas, un psicotrópico utilizado contra la ansiedad. Las analíticas de sangre practicadas a todos ellos tras ingresar en el hospital confirmaron la presencia de la primera de estas sustancias.

En el ‘tetrabrik’ de la leche

Prisiones abrió inmediatamente una investigación interna y alertó a las fuerzas de seguridad, que desplazó a la cárcel un equipo de la Policía Científica para recoger muestras de los alimentos que habían consumido los afectados. Las pruebas de laboratorio confirmaron que un tetrabrik de leche que los seis funcionarios habían utilizado en el café de ese día mostraba restos de metadona. Los afectados permanecieron varios días hospitalizados, aunque la vida de ninguno de ellos corrió peligro, recalcan fuentes de Interior. Todos han sido ya dados de alta.

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Lo inusual del caso llevó a los responsables de las investigaciones a rastrear la posible existencia de otros episodios similares en la cárcel y que hubieran pasado inadvertidos. Según fuentes policiales, se han detectado ya otros tres casos. El primero se produjo el pasado mes de agosto. El último, una semana antes de que se conociera el envenenamiento de los seis sanitarios. En los tres, la metadona fue ingerida mezclada con alimentos. Uno de los afectados aseguró que comenzó a sentirse mal tras tomar un plato de lentejas cuyo sabor definió como “amargo”. En el último caso, el afectado achacó en un primer momento su malestar a un problema de salud e, incluso, acudió a un médico para encontrar la razón de los mareos. Pruebas médicas posteriores revelaron que también había ingerido de manera involuntaria el opiáceo. En los dos primeros casos, el tiempo transcurrido ha impedido realizar pruebas, aunque las fuentes consultadas recalcan que los síntomas que presentaban ambos apuntan en el mismo sentido.

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Instituciones Penitenciarias ya ha entregado a la policía un completo informe con todo el material recabado, según confirman fuentes policiales. En el mismo se destaca que la metadona se encuentra permanentemente en custodia. En el caso de la prisión de Huelva, guardada bajo llave en un armario que, a su vez, se encuentra en una habitación cerrada dentro de la enfermería de la cárcel. Según la información aportada por la prisión a la policía, a esta última estancia únicamente tiene acceso el personal sanitario de la cárcel. Dos presos —uno hace funciones de celador y otro se encarga de limpieza— se mueven habitualmente por las dependencias de la enfermería, pero ninguno tiene acceso a las llaves del armario de los medicamentos.

El informe de Prisiones señala que en ningún momento se detectó que se hubiera sustraído metadona. También aclara que no existen cámaras de videovigilancia en esa zona de la cárcel, lo que impide conocer quiénes entraron en la habitación. Fuentes sindicales destacan que en la prisión también se trafica con metadona ya que algunos presos que reciben el tratamiento consiguen ocultar las dosis que les entregan para luego venderlas a otros reclusos.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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