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El cortijo para menores inmigrantes en el que se celebran bodas

La concesionaria de una residencia de menores de Sevilla deja celebrar eventos en la finca a espaldas de la Junta, y "se lleva a los niños de excursión" cuando tienen lugar

Vista general del cortijo El Águila Real, en la localidad sevillana de Guillena.
Vista general del cortijo El Águila Real, en la localidad sevillana de Guillena.paco puentes
Eva Saiz

Cuando Lucía y Mario visitaron el pasado 10 de septiembre el cortijo El Águila Real en Guillena (Sevilla), en el que iban a celebrar el banquete de su boda apenas un mes después, no se imaginaban lo que se iban a encontrar. El comedor que debía alojar las mesas para los comensales estaba abarrotado de literas corridas; sobre el albero de la entrada se alzaban unos silos y bidones de plástico verde gigantes; el dormitorio nupcial tenía las paredes desconchadas y llenas de pintadas; las pilas de los aseos estaban desencajadas… Y todo bañado por un hedor insoportable. El alarmante mal estado de las instalaciones de la hacienda no fue, sin embargo, lo que más sorprendió a los novios. Cuando pasaron a la zona de cocinas se encontraron a menores limpiando platos.

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El cortijo que Lucía y Mario —nombres ficticios ya que están inmersos en un proceso penal con la empresa organizadora de la boda y no quieren verse perjudicados— habían contratado casi un año antes, el 9 de octubre de 2017, para festejar su enlace, lleva funcionando desde el pasado 1 de junio como un centro de acogida para menores inmigrantes no acompañados con 80 plazas, y está gestionado por la Fundación Samu a través de una subcontrata con la Junta de Andalucía. El Gobierno andaluz ha negado que las instalaciones puedan compaginarse para usos distintos a la atención de los muchachos, de los que dice no tener conocimiento.

Salón que se ofrece para celebra bodas en el cortijo El Águila Real, en Guillena (Sevilla)
Salón que se ofrece para celebra bodas en el cortijo El Águila Real, en Guillena (Sevilla)

Samu, que gestiona 18 instalaciones similares en toda Andalucía, se remite a la Junta para todo lo relacionado con asuntos de menores. Los establecimientos de asistencia a jóvenes solos, tanto públicos como privados, están blindados para proteger la intimidad de los niños. Allí solo pueden acceder los trabajadores de los centros y las personas previamente autorizadas. Pero en El Águila Real la atención de niños se compagina y se supedita a las celebraciones de bodas. De hecho, la hacienda se anuncia como un lugar para festejos en su página web, actualizada este mismo año. Cuando hay un banquete, los responsables de los menores “se los llevan de excursión”.

“El 10 de septiembre me presenté allí con mi futuro marido, mi madre y la responsable del catering”, explica a este diario Lucía. “Los monitores del Samu tenían que sujetar a los chavales para que no salieran al patio mientras estábamos viendo el comedor. Su responsable me aseguró que el día de la boda se comprometía a dejarnos el salón y el patio en perfecto estado y que no nos preocupáramos por los niños porque se los llevarían de excursión”. Lucía exigió a la responsable del catering que le buscara otro lugar para la celebración del banquete. El 17 de septiembre, recibía un correo en el que se le explicaba que el cortijo era “una finca multifuncional, la cual en estos momentos está siendo utilizada con fines solidarios” y que la hacienda “el día de la boda, se encontrará disponible para uso, y en las mismas condiciones que cuando la contrataron”. La pareja ha denunciado a la empresa —Alfonso Catering por incumplimiento de contrato.

La Junta de Andalucía asegura que en esa hacienda desde junio no se ha celebrado ninguna boda ni se van a celebrar en el futuro y que allí no puede entrar ningún particular. Sobre el hecho de que se saque de golpe a todos los menores del centro, como afirma su responsable, indican que las excursiones son habituales. La empleada encargada de organizar la boda de Lucía y Mario, preguntada por este diario, sostiene que desconoce por completo que allí hubiera un centro de menores. Ella es quien remitió la nota del 17 de septiembre en la que se reconocía que la finca estaba siendo utilizada “con fines solidarios”. En Alfonso Catering afirman que desde mayo no tienen ningún evento contratado en El Águila Real, pese a que en su correo de 17 de septiembre se comprometían a tenerlo listo, no solo para el día del enlace de Lucía y Mario. “Estará alquilada por otras personas para sus respectivas celebraciones”, se explicitaba.

Una de esas celebraciones era la de Álvaro Álvarez y Ana María González. Habían desembolsado 4.000 euros para realizar allí el banquete de su boda el 22 de septiembre. El modus operandi de la empresa fue el mismo que con Lucía y Mario, incluso la responsable de la organización era la misma persona. La única diferencia es que Álvaro y Ana no tuvieron tiempo de anular el evento, porque solo se les permitió visitar el cortijo una semana antes de su enlace. “Las condiciones eran deplorables: las paredes del comedor con pintadas en árabe, las literas apiladas, un hedor insoportable en el ambiente y los baños…. Y en medio de todo eso niños alrededor, barriendo las hojas del patio, mirando…”, describe el novio. La organizadora también les aseguró que en seis días todo estaría listo y que acudiría con un notario para certificarlo. Los novios encontraron otra hacienda y han reclamado legalmente a la promotora.

El 20 de septiembre, bajo un sol de 40 grados, dos operarios se afanan con una pala y cemento en tapar los desniveles de una escalinata que lleva hasta una pequeña plaza de toros, a la entrada del cortijo. Su resuello se mezcla con las bromas de cinco chavales inmigrantes que juegan a la pelota sobre el albero de la cochera. “No trabajamos para el centro de menores, estamos aquí arreglando esto para tres festejos nupciales que hay este fin de semana”, asegura uno de ellos. El responsable del centro de acogida, que aparece poco después, se excusa en que por tratarse de niños no puede dar explicaciones, pero sí reconoce que allí se han celebrado bodas y que esos días “se llevan a los chicos de excursión, como se hace en otras muchas ocasiones”. Cuando se le pregunta dónde están los niños cuando se trata de cenas o los novios se quedan a dormir, vuelve a acogerse a su deber de reserva.

Un día antes de la boda, Álvaro se presentó en el cortijo. “El responsable del Samu me preguntó si al final íbamos a celebrar la boda porque le obligaban a llevarse a los niños a la playa y, si cancelábamos, se quedaban aquí”, dice. El sábado 22, finalmente, no hubo celebración, pero tampoco rastro de los menores. Ese día, al cortijo —que, por tratarse de un centro abierto, no cierra sus puertas— no se podía acceder. La reja de la entrada estaba candada con una cadena. Mario, se presentó y llamó a la responsable del catering, que apareció al poco acompañada por una persona ajena al Samu que abrió la cerradura. La chica enseñó al novio únicamente el salón nupcial y la cocina.

Que se concierten bodas en un lugar habilitado como centro de menores, que haya personas ajenas al mismo que entren y salgan enseñando las instalaciones o que los propios responsables de los chavales se presten a alterar su rutina en favor de los convites sin tener en cuenta el interés principal de los niños, no es la única anomalía que rodea al cortijo.

Guillena: el nombre maldito

Entre los menores extranjeros no acompañados que están en Andalucía hay un nombre que todos reconocen y que rechazan cada vez que lo oyen pronunciar: Guillena. Ningún chaval quiere acabar allí. Su miedo es tal que cuando se ordenan traslados desde otras instalaciones hacia esa localidad sevillana, muchos se escapan. En su obcecación por alejarse todo lo posible de Guillena, alguno incluso ha llegado hasta Madrid.

Los trabajadores que asisten a los menores que se han fugado del Águila Real, atendiendo a lo que les cuentan, se refieren al cortijo como una cárcel sin rejas, en la que viven hacinados. “Muchos utilizan las llamadas a familiares para hablar con compañeros que están en otros centros y ponerles en alerta contra el cortijo” cuenta una trabajadora del centro de acogida de Marchena, que pide mantenerse en el anonimato.

A diferencia de lo que ocurre en los centros de la Junta, donde el personal se encarga de hacerles todas las tareas a los chicos, en El Águila Real, son los menores en principio —como cualquier chaval de entre 15 y 17 años en su casa— los que tienen que hacerse las camas y lavarse los platos, algo que podría explicar la reticencia a entrar en el cortijo. Tampoco ayuda a calmar las ansias de aventura propias de esa edad que la hacienda se encuentre aislada de la civilización, a siete kilómetros de Guillena y a 6,5 de Burguillos. Para un adolescente es más atractivo poder cruzar de acera y meterse en un supermercado que tener que andar casi una hora al borde de una carretera para llegar a un núcleo urbano. “Los chavales tratan de dar pena, por eso piden cigarros, comida, el teléfono para llamar a sus familias. La gente del pueblo cree entonces que aquí están fatal, pero eso no es cierto”, explica el responsable del centro del Águila Real.

Ni los vecinos de Guillena ni los de Burguillos tienen quejas de los chicos. Reconocen que suelen pasar las tardes en las calles, sobre todo en las que hay más bares, y que sí les piden algún euro, tabaco o llamar por el móvil. Un camarero de El Cele, un bar de Guillena, va más allá. “Esperan a que los clientes se levanten de las mesas para comerse las sobras y darle un trago a lo que queda sin beber”, indica. Alguno alerta del peligro que supone por la noche ir por la carretera en coche porque tienen que sortearlos cuando bajan del cortijo camino del pueblo.

Al filo del mediodía, hundidos entre la hierba que bordea la carretera y empapados en sudor, bajan del cortijo camino a Guillena tres chavales. Antes de poder preguntarles cualquier cosa cuentan en un español precario: “Allí no comida, allí hambre, no duchas” y enseñan sus camisetas, bastante sucias. Por gestos indican que tienen 15 años y vienen de Marruecos. El que más, lleva dos meses en el centro, el que menos, 24 días. A duras penas y con ayuda del Google Translator, que hace de intérprete del árabe, explican que bajan al pueblo para comer y pedir dinero para irse a Sevilla o Madrid y Barcelona. “Lejos de aquí, lejos”.

El hermetismo que rodea al Águila Real

Las entidades que subcontratan con la Junta de Anadlucía la gestión de un centro de menores, son los encargados de localizar la ubicación, pero la Junta es quien debe dar el visto bueno final. El silencio que rodea al cortijo El Águila Real no solo se circunscribe a la obligada reserva de los responsables del centro. La titularidad de la finca y su gestión son un misterio.

En la página web en la que se anuncia la hacienda como lugar de celebración de bodas se ofrece un teléfono móvil que está inoperativo pero que pertenece a la comercial de Alfonso Catering, que gestionó para Álvaro, Ana María, Lucía y Mario la celebración en el cortijo. Esta empresa tuvo durante un tiempo la exclusividad de la celebración de eventos en El Águila Real. En el aviso legal del site, creado este mismo año, aparece como titular: Tierra de Rey, S.L. Esa sociedad, según ha podido conocer este diario, aparece a nombre de Mariano Jorge Gutiérrez Reyes, y presentó cuentas por última vez en 2014 con ventas de 90.384 euros. El teléfono fijo que está en la web tampoco está activo y en la dirección de su sede social, nadie responde ni sabe de la existencia de esa entidad.

En el verano pasado, coincidiendo con la apertura del centro de menores, desde Alfons Catering, se indicó a Lucía, Mario, Álvaro y Ana María, que contactaran con otra comercial que iba a encargarse de gestionar su boda a partir de entonces. Esa persona resultó ser la hermana de Mariano Gutiérrez, quien declinó hacerse cargo de la celebración. Al contactar con ella, negó a este periódico tener vinculación alguna con Alfonso Catering o con El Águila Real.

Los abogados de las parejas denunciantes tienen claro que los propietarios del cortijo serían socios de Gutiérrez, quien estaría autorizado a subarrendarlo para eventos y, recientemente, como centro de menores a la Fundación Samu. En febrero de 2018 se publicó en la prensa del corazón que Gutiérrez y su pareja, Raquel Bollo,  la exmujer de Chiquetete, debían abandonar el Águila Real, donde residían, por imagos. El 17 de agosto de este año, dos meses después de que en la hacienda se abriera el centro de menores, apareció a la venta en la web Vibbo por 2.000.000 de euros. El anunciante responde al nombre de Jorge. Nadie responde al teléfono de contacto que se adjunta.

Los operarios que estaban haciendo obras de acondicionamiento en el cortijo para la boda del 22 de septiembre, aseguran que fue Guitérrez quien les contrató directamente.

Tras interponer su denuncia, Lucía y Mario han recibido información de que el cortijo pertenecía a la empresa LUVA Gestión de Capital, una sociedad limitada que tiene como administrador mancomunado a Rafael Alberto Gutiérrez Reyes y que finalizó su actividad en marzo de 2017.

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Sobre la firma

Eva Saiz
Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.

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