Encontrar un obús de 1801 mientras limpias el puerto
Buzos de Cádiz descubren casualmente la pieza de bronce en buen estado de conservación y en una inusual y misteriosa ubicación
En el trabajo hay días buenos, malos y días en los que, por casualidad, te encuentras un obús de bronce de 1801. Es lo que le ha pasado a un buzo del puerto de Cádiz que, mientras que realizaba unas labores rutinarias de limpieza bajo el agua en uno de los muelles, vio un elemento extraño que sobresalía del lecho marino. "Me acerco allí que parece que hay algo", acertó a decirle a su compañero, según aseguran fuentes de la Autoridad Portuaria gaditana. Cuando llegó hasta el misterioso objeto resultó ser un arma de artillería de más de 1.200 kilos. Presumiblemente, lleva bajo el mar un máximo de dos siglos, aunque su inusual ubicación, aislada de otros restos y en un lugar de tránsito de barcos, aún es un misterio por resolver.
El hallazgo casual se produjo el pasado mes de julio y se extrajo, con la autorización y participación de expertos, el pasado 26 de ese mes. Sin embargo, no ha sido hasta este jueves, ahora que la pieza ya se encuentra a buen recaudo y en pleno tratamiento, cuando la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz (APBC) ha informado de lo ocurrido a través de un comunicado. El obús se encontraba justo bajo las aguas de la dársena que el puerto tiene en el mismo centro de la ciudad, a unos 20 metros del conocido como muelle de Levante.
Los buzos del puerto se encontraban realizando unos trabajos rutinarios de limpieza y mantenimiento de los cantiles cuando uno de ellos realizó el descubrimiento. Sorprendentemente, la pieza de artillería estaba semihundida en el lodo en una zona de importante trasiego de buques y muy cercano al muelle. De inmediato, la APBC dio aviso tanto a la Delegación Provincial de Cultura como al Centro de Arqueología Subacuática (conocido como CAS, dependiente del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico y con sede en Cádiz). Los expertos de esta segunda institución recomendaron su extracción y fue una empresa especializada, Divership, la que se ha encargado de los trabajos.
Sorprendentemente, la pieza de artillería estaba semihundida en el lodo en una zona de importante trasiego de buques y muy cercano al muelle
Salvo por un asa perdida, la pieza presenta un inusual buen estado de conservación, en parte motivada porque parte de ella ha estado semienterrada. Ese aspecto tan bueno, sin apenas restos marinos adheridos, forma parte del misterio que rodea a la pieza. Aún no hay una hipótesis clara sobre qué hacía la pieza ahí o cuántos años lleva bajo el mar. Lo que sí parece seguro es que es un hallazgo aislado. No tiene conexión alguna con otros elementos arqueológicos que hagan pensar que haya un pecio hundido justo en esa zona y se desconoce si el obús ha podido ser trasladado hasta una zona tan concurrida como el puerto en estos últimos años.
De momento, la pieza ha sido trasladada al Centro de Arqueología Subacuática. Allí, los expertos trabajan en dos sentidos: aplicarle todos los tratamientos necesarios para su estabilización tras años bajo el mar e indagar más detalles sobre él. A simple vista se ha podido determinar que se trata de un obús de principios del siglo XIX, un arma intermedia entre el cañón y el mortero que era capaz de disparar de forma curva con un ángulo mayor que el primero y menor que el segundo.
De Carlos IV
El obús podía lanzar granadas explosivas tras ser cargadas estas por la boca. Por sus dimensiones se corresponde con los llamados "de a 9 pulgadas", utilizados por la Marina Española como arma reglamentaria desde la Ordenanza de 1783. Es una obra fundida en bronce. Precisamente, gracias a este material de fabricación y a los grabados que presenta sobre él, los arqueólogos del CAS han podido avanzar ya algunos detalles sobre su datación y procedencia, según un estudio preliminar referido por el puerto de Cádiz.
"Era preciso usar bronces viejos procedentes de restos de fundiciones anteriores. De esta forma, se consiguió el ahorro de metal nuevo sin disminuir la calidad de los cañones"
A simple vista se aprecia, cerca de la faja alta de la culata, el escudo del rey Carlos IV (1788-1808). Posee también una cartela en la que puede leerse en mayúsculas la palabra 'Arsenical' que se correspondería con el nombre de la pieza, según ha explicado la APBC. Incluso lleva inscrita la fecha de fundición, 1801, y el lugar. "Podría intuirse, por algunas letras, que esta pieza se fundió en la Real Fundición de Cañones de Sevilla, pero hasta que no se realice la limpieza completa de la inscripción solo lo planteamos como hipótesis de trabajo", han asegurado los arqueólogos en el primer informe.
En uno de los dos muñones (zona en la que el obús se coloca sobre su soporte) el arma indica que pesa 2.725 libras españolas, una unidad de medida que se corresponde con algo más de los 1.234 kilos. "Bronces viejos de Solano y Barnola", indica también en un grabado de esa misma zona. Con la expresión 'bronces viejos', se hacía referencia a que, a partir de de 1788, la mezcla de metales con la que se hacía la artillería cambió, dada la escasez de cobre y estaño necesarios para obtener el bronce.
"Era preciso utilizar bronces viejos procedentes de restos de fundiciones anteriores. Parece que el experimento dio buen resultado, consiguiendo el ahorro de metal nuevo sin disminuir la calidad de los cañones", explican desde el CAS. Eso implica que el obús ahora encontrado está realizado con materiales reutilizados y refundidos. La leyenda 'Solano y Barnola' habla de los maestros que crearon la pieza. Juan Solano era maestro fundidor en Sevilla y su hijo José Solano pasó a partir de 1766 a ser fundidor a sueldo de la Corona.
Por otra parte, José Barnola era fundidor de Barcelona hasta que en 1744 se le ordenó trasladarse a Sevilla, donde trabajó bajo las órdenes de Maritz, un suizo que renovó las técnicas de fundición. En el obús encontrado ahora tanto Solano como Barnola firman juntos la creación. Y no es la primera vez. Esta misma inscripción la presenta un mortero, hoy localizado en el Museo Histórico Militar del Castillo de San Fernando en Figueras (Girona) y que fue fundido en Sevilla el 29 de abril de 1802.
Ahora, falta por saber si los expertos podrán establecer una hipótesis plausible sobre qué ocurrió con esta misteriosa pieza para que acabase olvidada y aislada bajo unas aguas tan concurridas como las del puerto de Cádiz. Fue en algún momento desde 1801 y hasta la actualidad, en julio de 2018, cuando el hallazgo fortuito de un buzo la ha sacado de su letargo.
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