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HEMEROTECA | VERANO EN NEGRO

Una década después y una muerte sin desvelar: las claves para atrapar al asesino de Valdepeñas

Han pasado 15 años desde que Gustavo Romero reconociera haber matado a una pareja de novios en un parque de la ciudad en 1993. Tras su confesión, el hombre asumió el asesinato de una tercera víctima

Jorge A. Rodríguez
Alrededores del pozo de la localidad de Valdepeñas (Ciudad Real) en el que fueron hallados los restos mortales de Rosana Maroto, desaparecida en 1998, tras la confesión de Gustavo Romero.
Alrededores del pozo de la localidad de Valdepeñas (Ciudad Real) en el que fueron hallados los restos mortales de Rosana Maroto, desaparecida en 1998, tras la confesión de Gustavo Romero.B. PEREZ

Gustavo Romero fue condenado en abril de 2005 por el asesinato de una pareja de novios en un parque de Valdepeñas (Ciudad Real) y por la muerte de una joven a la que mató y tiró a un pozo tras agredirla sexualmente. El doble crimen lo llevó a cabo en 1993 y el último de ellos cinco años después. No fue hasta una década más tarde cuando confesó ser el autor de todos las muertes. Una prueba de ADN de un resto de sangre encontrado en la mochila de la joven Rosana Maroto, la última de sus víctimas, confirmó su declaración ante la policía. La Audiencia de Ciudad Real le condenó a 113 años, aunque el Supremo le aplicó una pena efectiva de 30 años, en aplicación de la doctrina Parot. Este es un reportaje, publicado en EL PAÍS el 17 de octubre de 2003, sobre el historial delictivo de "el asesino de Valdepeñas", una vez confesado su tercer crimen:

La policía recuperó ayer del fondo de un pozo de piedra de 20 metros de profundidad en Valdepeñas (Ciudad Real) el esqueleto de un cuerpo de mujer que corresponde, a la espera de la confirmación científica definitiva, a la joven Rosana Maroto Quintana, de 21 años, desaparecida en dicha ciudad el 25 de junio de 1998. El hallazgo del cadáver fue posible gracias a la confesión de Gustavo Romero Tercero, de 31 años, detenido la semana pasada como supuesto autor del crimen de los novios de Valdepeñas el 20 de junio de 1993. Una prueba de ADN de un resto de sangre encontrado en la mochila de Rosana Maroto, hallada pocos días después de su desaparición en un río, ha confirmado que se trata de sangre de Gustavo Romero.

Valdepeñas respiró ayer tras resolverse un crimen que, tras el esclarecimiento del asesinato de Ángel Ibáñez, de 24 años, y Sara Dotor, de 20, aún mantenía en vilo a la ciudad. El mismo vecino de la localidad que había confesado ser el supuesto autor del crimen de los novios declaraba que también había matado a Rosana Maroto y que la había tirado a un pozo, situado a 200 metros de la Nacional IV, a la altura del kilómetro 190, a las espaldas de un club de alterne de carretera y de la venta Saga III.

Gustavo Romero Tercero, alias "el asesino de Valdepeñas".
Gustavo Romero Tercero, alias "el asesino de Valdepeñas".EFE

Gustavo Romero, que estaba preso en la cárcel de Herrera de la Mancha por malos tratos, se derrumbó durante un interrogatorio policial. Los investigadores pusieron ante él varias evidencias: las declaraciones de dos testigos protegidos y, sobre todo, una prueba de ADN (hecha con permiso judicial) que confirmaba que el perfil genético obtenido de un rastro de sangre hallado en la mochila de Rosana era idéntico a su huella genética.

Romero confesó entonces que sobre las siete de la tarde del 25 de junio de 1998 se topó con su coche con Rosana Maroto cerca del camino de tierra de la Membrilla, cuando la joven pedaleaba hacia una casa que tiene su padre en la zona del Peral, a siete kilómetros de Valdepeñas. Según fuentes de la investigación, Romero dijo que la atropelló, que la montó en su coche, la condujo hasta un pozo sito junto a la llamada "casa de Isaac", abandonada hace años, la tiró al fondo y dejó la embocadura tapada con unas tablas. Ninguna de las fuentes consultadas ha facilitado el móvil del crimen.

Con estos datos la policía se encaminó el martes a mediodía hacia el pozo, con el brocal de piedra roja siena semiderruido, pero en una primera inspección no halló el cadáver. El pozo, ubicado a cuatro kilómetros de donde desapareció Rosana, está al borde de una de las cientos de pistas de tierra que recorren la zona, a cinco metros de una casa de labranza. Ayer, tras introducir un foco por el pozo, cuya abertura de un metro de diámetro había estado tapada con tablones, avistó restos humanos en el fondo. Un equipo de los GEO del Cuerpo Nacional de Policía recuperó a las 16.30 los primeros restos óseos, que corresponden a una mujer de las características de Rosana Maroto. Con una polea y una escala, fueron recuperando el cadáver.

Entre 1998 y 2003, la policía revisó 300 pozos de los más de mil que menudean por Valdepeñas para dar con el cuerpo de la joven

El detenido estuvo ayer junto a la juez del caso (que ha decretado el secreto del sumario) presenciando el rescate, en el que también participaron agentes de la Comisaría General de Policía Científica y de la comisaría de Valdepeñas. Durante la madrugada, la búsqueda seguía bajo la luz de potentes focos y se estaba recomponiendo hueso a hueso el cadáver sobre una improvisada camilla, ya que que, transcurridos más de cinco años, solo se conserva el esqueleto.

Agustín Díaz de Mera, director general de la Policía, presenció las labores de rescate y, poco después, sin confirmar al cien por cien la identidad del cadáver, dijo que todo apunta a que se trata de Rosana Maroto. Díaz de Mera añadió que en los últimos cinco años han sido revisados 300 pozos de los más de mil que menudean por Valdepeñas, aunque este último aljibe "no había sido chequeado".

Para la resolución de estas tres muertes han sido decisivas las declaraciones de dos testigos protegidos. Gracias a su testimonio se pudo saber que Gustavo Romero disponía de una navaja de doble hoja tipo abanico idéntica a la que según las pruebas forenses había sido utilizada en el crimen de los novios. Dicha navaja fue hallada días atrás en otro pozo de Valdepeñas, también por los GEO.

Romero supuestamente cometió el primer doble crimen con esa navaja y luego se fue a residir a Las Palmas de Gran Canaria. Allí estuvo hasta 1997 y regresó a Valdepeñas, donde trabó amistad con dos de los hermanos de Sara Dotor, a quienes les preguntaba por las investigaciones. Trabajó como montador de estructuras de pladur y en una empresa cárnica. Fue entonces cuando presuntamente mató a Rosana. Tras mantener una vida normal en el pueblo, fue detenido por supuestos malos tratos a su pareja. A partir de ese momento empezaron a cuadrar las pruebas que lo incriminaron en el crimen de los novios y lo llevaron ayer a contemplar el rescate de los huesos de Rosana, estudiante de segundo de Historia del Arte.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de octubre de 2003

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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