La fuente de Machado sella el cambio de tono radical entre Sánchez y Torra
En un mes y medio la relación entre Sánchez y Torra ha pasado de un enfrentamiento total —el socialista le llamó racista— a un nuevo clima de diálogo y respeto institucional
Solo ha pasado un mes y medio, pero parece una eternidad. Pedro Sánchez, el hombre que invitó a Quim Torra a pasear por los jardines de La Moncloa y le enseñó la fuente en la que Antonio Machado le declaraba su amor a su amante Pilar de Valderrama, a la que apodó Guiomar, es el mismo que el 21 de junio comparecía con tono grave en la sede central del PSOE para decir que el president de la Generalitat era un “xenófobo, un racista, el Le Pen español”. Nada indica que Sánchez haya cambiado de opinión tan rápidamente sobre Torra y sus escritos. Simplemente ha decidido dejar a un lado sus opiniones sobre el president para intentar abrir paso a un diálogo. Y el máximo responsable de la Generalitat también parece dispuesto a aparcar esos golpes durísimos de Sánchez.
Los dos están especialmente interesados en cambiar radicalmente de tono. Cuando le preguntaron a Carmen Calvo si Torra había dejado de ser un racista, la vicepresidenta, que habitualmente se explaya en las respuestas, contestó lacónica: “El presidente Sánchez ha recibido al president de la Generalitat. Institucionalmente”. Esto es, la calificación de “racista” la hizo como líder del PSOE, pero ahora quedó atrás.
Cuando la prensa quiso saber si Torra había sacado el tema de esos ataques de Sánchez durante el encuentro en La Moncloa, el president también esquivó la respuesta: “ya les he dicho que tuvimos una reunión sincera, muy franca. Pero también muy agradable”.
El episodio que ambos quieren dejar atrás marcó sin embargo hace solo mes y medio un giro estratégico importante para el PSOE. Entonces, el 21 de mayo, nadie pensaba que Sánchez podría llegar dos semanas después a La Moncloa. El problema de los socialistas en ese momento era que el CIS y todas las encuestas marcaban el ascenso imparable de Ciudadanos y mostraban que les estaba arrebatando un parte del espacio de centro y la imagen de alternativa al PP. Hasta un 8% de voto les estaban arrancando, según el CIS.
Así que Sánchez aprovechó la polémica elección de Torra y la publicación de sus durísimos artículos, en los que llamó “bestias con forma humana” a los castellanoparlantes en Cataluña, para endurecer su discurso. “Tan ultraconservador y racista son los escritos de VOX [partido de extrema derecha] como el pensamiento del señor Torra”, clamó el líder del PSOE. Lo colocó al nivel de la extrema derecha europea: “En España eso no había ocurrido, no había surgido una extrema derecha, una corriente xenófoba, supremacista, con una representación institucional importante. Eso ya lo tenemos. Torra no es más que un racista al frente de la Generalitat. No es ni más ni menos que el Le Pen de la política española”.
“Yo no soy racista”, le contestaba inmediatamente Torra, que insistía en que se habían sacado de contexto sus palabras. Le dolió sobre todo la comparación con Vox. “En mi familia el fascismo nos ha hecho mucho daño y no puedo aceptar de ninguna de las maneras este insulto”, clamaba. Todo quedó aparentemente olvidado ayer, o al menos aparcado.
El giro estratégico del PSOE en esos días fue muy aplaudido internamente. Pero eran otros tiempos, sobre todo entre la opinión pública. “Nosotros seguimos pensando que la solución es la plurinacionalidad y la reforma constitucional, pero es evidente que la sociedad no apuesta ahora mismo por esos tonos moderados”, argumentaban en el entorno de Sánchez en ese momento. “No es tiempo de matices, estamos en la brocha gorda, hay que ser claros o Ciudadanos nos come”, sentenciaba un diputado fiel al líder.
Sánchez aplacó con esa dureza cualquier crítica interna. Los históricos del partido, muy escépticos con él, le apoyaron sin fisuras desde que apostó por respaldar a Rajoy con la aplicación del 155. Torra y su valedor, Carles Puigdemont, también parecían cómodos enfrentándose al bloque PP-PSOE, entonces muy sólido frente a las críticas de Ciudadanos. Pero un mes y medio después, tanto Sánchez como Torra parecen cómodos en el lugar opuesto, el del diálogo. Ambos trasladan la sensación de que este nuevo clima es lo que quieren la mayoría de los españoles y los catalanes. Nadie parece interesado de momento en aumentar una tensión que podría derivar en un adelanto electoral.
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