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Baño de realismo tras la crisis secesionista catalana

Tres catedráticos vascos abogan por que el nacionalismo se renueve y el Estado asuma la complejidad territorial

Luis R. Aizpeolea
 Ikurriña en la fachada del Ayuntamiento de Tolosa.
Ikurriña en la fachada del Ayuntamiento de Tolosa. Javier Hernández

“Lo único positivo de la crisis catalana es que ha generado un baño de realismo para mucho tiempo y ha levantado un espejo en el que nadie quiere mirarse”. Así opina Juanjo Álvarez, catedrático de Derecho Internacional Privado, abogado de Cuatrecasas e influyente en Ajuria Enea. “Los nacionalistas necesitan una renovación conceptual que distinga entre sus aspiraciones y la realidad”, señala Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política también considerado por el Ejecutivo vasco. Alberto López Basaguren, catedrático de Derecho Constitucional del País Vasco, especialista en los procesos de Quebec y Escocia y suscriptor del documento sobre la reforma constitucional, cree que el secesionismo catalán “ha puesto en riesgo el sistema autonómico”. Los tres coinciden en que el fracaso secesionista tiene gran calado. A corto afecta a la izquierda abertzale, influirá en la reforma del Estatuto vasco y ha puesto patas arriba el derecho a decidir. Coinciden, asimismo, en que “el Estado debe tomarse en serio la complejidad territorial española” y que “recentralizar no es la solución”.

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“El independentismo ha cometido el error de crear una legalidad paralela cuando carecía de legitimidad democrática. Ahora reconoce que esa legalidad paralela es inviable. Pero ha generado una fractura interna, choques con el Estado y heridas que tardarán en curar”, señala Álvarez. Opina que el fracaso del independentismo catalán está influyendo en la izquierda abertzale. “Han entendido que la ruptura unilateral no tiene apoyos”.

Álvarez contempla con preocupación la otra gran consecuencia de esta crisis: el auge de Ciudadanos. Este partido “se sitúa en una posición difícil para lograr acuerdos ante situaciones complejas como la catalana. Hay que huir del concepto del vasco o catalán auténticos, pero también de la visión excluyente del Estado, que identifica lealtad con recentralización. Se puede estar contra la ruptura de la soberanía estatal y a favor de que el Estado reconozca las singularidades de sus nacionalidades. No se puede patrimonializar un único modo de entender España”.

Álvarez no se atreve a pronosticar si Ciudadanos cuajará. “No dudo de que ahora avivará el debate territorial en el centroderecha hasta las próximas elecciones porque ha encontrado un filón y el PP no se va a quedar atrás”. Para él, el Estado va a tener un banco de pruebas con la reforma del Estatuto vasco en 2018. Esta “tendrá en cuenta las líneas rojas fijadas por la crisis catalana. Tratará de convivir entre diferentes, compaginar consenso en Euskadi con legalidad. No habrá ruptura. Será jurídicamente impecable con base en la disposición adicional primera de la Constitución”. Álvarez precisa: “Se trata de profundizar en el autogobierno sin saltos en el vacío, reconocer su singularidad, redefinir sus competencias e incorporar derechos sociales”.

Respecto a la reforma del Estatuto vasco destaca cómo “nadie propone un proyecto similar al del independentismo catalán. Ni siquiera la izquierda abertzale, tras el fracaso de la unilateralidad en Cataluña, pero, también, por la singularidad vasca, reconocida en la disposición adicional primera de la Constitución”. “Debe haber un ejercicio de reciprocidad. Ni Euskadi debe abusar de la mayoría nacionalista ni las Cortes de la no nacionalista”, apunta.

López Basaguren considera que “el Estado de las autonomías se arriesga a saltar por los aires”. “España había logrado la cuadratura del círculo con el equilibrio entre comunidades con perfiles más singulares que encontraban una satisfacción suficiente en el Estado autonómico y las que se identificaban con una visión más uniforme de España. Ese equilibrio, histórico, lo ha puesto en peligro el secesionismo catalán”.

Basaguren cree que “Ciudadanos ha ganado porque ha sido más creíble entre los oponentes al independentismo, lo que no logró el PSC por errores como su inasistencia a la primera marcha de Societat Civil o su promesa de indulto a los secesionistas encarcelados. El PSC, al contrario que Ciudadanos, no discernió que antes había que poner al independentismo bajo control”. Además, cree que “el secesionismo ha reforzado la recentralización, abanderada por Ciudadanos, que no resuelve la crisis al carecer de capacidad para romper el bloqueo”. Ve cierta esperanza en Inés Arrimadas, que “ha admitido la necesidad de una reforma política para salir de esta crisis”. “Quien crea que la recentralización logrará una solución estable al problema territorial, se equivoca. El Gobierno debe pensar, también, por qué en un tiempo mínimo ha crecido el secesionismo”.

“La salida al problema está en lograr una fórmula que satisfaga a la mayoría opuesta a la independencia y a una parte sustancial de quienes tienen un deseo abstracto de independencia, pero ven una alternativa viable. Es el federalismo”, señala López Basaguren.

Este cree necesaria una reforma constitucional, “no para satisfacer al independentismo, sino para mejorar un sistema autonómico que no funciona bien al carecer de regulación institucional. Un sistema que funciona bien no tiene problemas para integrar a los independentistas, como se ha visto en Quebec en los últimos veinte años”. En cuanto a la reforma del Estatuto vasco, considera que “debe limitarse a su reglamentación interna”. “Cataluña ya ha demostrado que aprovechar la reforma del Estatuto para cambiar el sistema territorial está abocado al fracaso”.

El derecho a decidir, formulado en Euskadi durante el mandato de Juan José Ibarretxe, ha tenido continuidad en Cataluña con los Gobiernos de Artur Mas y Carles Puigdemont y ha sido un señuelo, sin base jurídica, utilizado por el independentismo para atraer a sus filas a no independentistas. El proceso secesionista catalán lo ha dejado claro.

Los tres catedráticos vascos consultados son críticos con el derecho a decidir. Innerarity lo considera un “anacronismo”. Álvarez opina que “no tiene traducción en el derecho positivo; carece de sustento legal”. “Puede tener un sentido alegórico”, apostilla. López Basaguren, muy contundente, considera que “si el PNV intenta esa vía fracasada en la reforma del Estatuto vasco tendrá enfrente a los partidos no nacionalistas y se juega su centralidad en las próximas elecciones autonómicas, como le pasó a Ibarretxe hace 10 años. Tendrá que elegir”.

“Las elecciones no resuelven un problema de convivencia”

Daniel Innerarity considera necesario que “los nacionalistas afronten una renovación conceptual que distinga entre sus aspiraciones y la complejidad de la realidad social”. A su vez, el Estado “debe tomarse en serio la complejidad territorial de España”. Cree que la crisis catalana radica, ahora, en “aplicar a un problema de convivencia la lógica electoral”. “Creer que unas elecciones van a resolver un problema de convivencia no es sensato. Finalmente, ha ganado una mayoría nacionalista en Cataluña mientras otra mayoría, antes silenciosa, ha hecho acto de presencia. En las Cortes hay otra mayoría distinta. La solución a un problema de convivencia así son los acuerdos transversales. No basta con la legalidad a la que el Gobierno ha jugado en exclusiva”.

Innerarity considera muy difícil pronosticar el futuro de Ciudadanos. “Ahora hay un centroderecha conservador, perezoso, miedoso al cambio y otro liberal, activo, con ganas de cambio, pero ingenuo. Ambos aspiran a recentralizar. El PP lo hace furtivamente y Ciudadanos, abiertamente, como su guerra al Concierto Económico. Pero no veo fácil la recentralización por la propia dinámica del Estado”.

El problema de fondo está, según Innerarity, en “las imprecisiones del título VIII de la Constitución, que ha generado expectativas frustradas y cambios a base de interpretaciones del Tribunal Constitucional”, unido a “la incapacidad política de anticiparse a los problemas, pensando que se disuelven en vez de resolverse”. “El problema radica en la ausencia de liderazgo político del Gobierno y de renovación conceptual del nacionalismo”. “Cuando se supere el tsunami catalán, que necesitará tiempo, se entrará en la lógica negociadora”.

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