La segunda vida de los juguetes de nuestra infancia
En el Hospital del Juguete se reparan todos los años cientos de coches cabledirigidos, madelmans o muñecas peponas
Un caballito de madera, un muñeco de cuerda y varias nancys esperan en el quirófano para recuperar sus viejas glorias, o como mínimo, para recobrar el aspecto que tenían hace años. Vestido con una bata blanca, Antonio Martínez, destripa con minuciosidad los mecanismos del autómata con aspecto de Cascanueces al que le ha llegado el turno de operación. Todos los juguetes tienen hueco en la lista de espera del Hospital del Juguete, un rincón de Madrid donde se reparan las ilusiones de nuestra infancia.
“La evolución del juguete es la cultura de un país”, afirma Antonio Martínez, propietario del establecimiento. Lleva desde que heredó el negocio de sus padres, hace más de 40 años, dedicándose a la restauración y reparación de juguetes. Coches cabledirigidos, madelmans, muñecas peponas: cientos de juguetes han pasado por las manos de este doctor que durante décadas ha observado el cambio continuo de una industria.
Con el auge de los juguetes procedentes de China en el mercado nacional, ha tenido que cambiar su modelo de negocio y actualmente los coleccionistas o los padres nostálgicos son sus clientes principales. “Muchas veces los juguetes se convierten en reliquias familiares y quieren traspasarse de generación en generación, de padres a hijos”, comenta Martínez señalando un caballo de madera de medio metro de altura.
La demanda en el Hospital del Juguete es inmensa y el ritmo frenético. El teléfono no deja de sonar y, con la festividad navideña a la vuelta de la esquina, mucha gente se acuerda de esos soldaditos de plomo que tantas horas de aventuras le dieron. “El problema que tenemos aquí, al igual que muchos otros artesanos, es que no podemos cobrar el tiempo que dedicamos y tenemos que suplirlo con muchas horas de trabajo”, explica Martínez.
Su establecimiento está lleno de cajas repletas de piezas mecánicas, de goma, articulaciones de muñecas y otros materiales. Son los elementos con los que devuelve la vida a los juguetes que se suman a la lista de espera todos los días. Muchas de las piezas ya no se fabrican por lo que Martínez tiene que ingeniárselas para que luzcan como nuevos.
La industria del juguete ha cambiado drásticamente desde que Antonio Martínez heredó el negocio de sus padres. Y la sociedad con ella. Con la llegada de la digitalización, cuesta pensar en algún niño que no se haya pasado la tarde jugando a la consola. “El juguete es algo que hace a los niños trabajar, pensar, sentirse alguien”, opina mientras rebusca en una caja de recambios de ruedas. “Los niños de hoy en día ya no usan la imaginación como hace años. Ya no juegan como antes”, lamenta con nostalgia uno de los últimos doctores de juguetes que existen en España.
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