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400 kilómetros con 600 euros de lotería en el bolsillo para medio pueblo

La adquisición de décimos a través de Internet amenaza con acabar con costumbres y tradiciones únicas de estas fechas navideñas

Una persona enseña el décimo de lotería de Navidad que ha conseguido comprar en la administración Doña Manolita (Madrid), tras dos horas y media de espera.
Una persona enseña el décimo de lotería de Navidad que ha conseguido comprar en la administración Doña Manolita (Madrid), tras dos horas y media de espera.KIKE PARA

Colas interminables delante de la administración de lotería, horas de lotero en lotero buscando un décimo con esa numeración única, carreras el 21 de diciembre para encontrar un puesto de lotería abierto... y todo ello bajo temperaturas gélidas. Que todas estas situaciones y otras muchas desaparezcan para siempre están al alcance de un clic. La compra de lotería online y la posibilidad de que los loteros puedan guardar los décimos hacen de estos momentos un esfuerzo innecesario y, para algunos, tedioso. No obstante, son precisamente en estas inconveniencias donde se fraguan costumbres y tradiciones únicas de estas fechas.

Lo primero que puede venir a la mente son las largas colas para comprar lotería en esa administración tan popular, especialmente si en ella habita algún simpático personaje en los que poder frotar el décimo para tener suerte. El pequeño jorobado de la Lotería Preciados, situado en la calle Preciados de Madrid, lo sufre cada día en su chepa. "Hemos puesto el jorobado nuevo en marzo y ya lo tienen destrozado", explica Isabel Fernández, una de las trabajadoras. Lo mismo sucede con la prominente nariz de la bruja en la administración La Bruixa d'Or, en la localidad de Sort (Lleida), aunque Xavier Gabriel, el propietario, admite que lo que la mayoría de la gente prefiere es llevarse el décimo en un sobre de la bruja para mostrar que lo ha comprado allí.

Hay gente que no concibe una Lotería de Navidad sin el esfuerzo de comprar el décimo físico y tenerlo en casa en el momento en el que los bombos dorados empiezan a girar

Si la fricción contra superficies lisas no surte efecto, siempre cabe acudir a la divinidad. Fernández recuerda numerosos casos de personas que, en cuanto se les entregan los décimos, los meten en una bolsa junto con una estampita de un cristo o una virgen. Los décimos no se sacan de la bolsa hasta el 22, para que la influencia de la imagen no se pierda. Ana Rosa González, de Canarias, prefiere poner el décimo junto a la figurita de San Judas Tadeo, caso parecido al de Laura García, de Asturias, aunque en su caso prefiere a San Pancracio.

La Lotería de Navidad permite que aparezcan unas figuras heroicas conocidas como emisarios: personas encargadas de traer de vuelta décimos para todos cuando van a una gran capital. Teresa Cruz, de Las Palmas de Gran Canaria, es una de ellas. "Siempre que viajamos a la península tengo el WhatsApp reventado de mensajes de familia y amigos", afirma. Eso sí, no está dispuesta a dejarse engañar: "solo compro cuando ponen el dinero por delante". Julián Nieto, natural de Santa Amalia, un pequeño pueblo de Badajoz, suele ir una vez al año a Madrid y regresa con más de 600 euros en décimos para cerca de 40 personas, entre familia y amigos.

Es tal la pasión que despierta la lotería que, en algunas familias, se diseña todo un operativo para comprarla, como en el caso de Soraya Luengo. Su familia vive repartida en tres pequeños pueblos de la provincia de León, donde solo los bares venden algunos décimos. Entre abuelos, padres y tíos, necesitan coordinar sus esfuerzos para comprar en los bares correctos, sin repetir, y conseguir los números pactados.

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La lotería también puede ser un momento de comunión familiar. Para José Sudires, de Barcelona, el 22 de diciembre es la ocasión perfecta para reunir a hijos, nietos, yernos y nueras en torno a una docena de décimos de lotería, que colocan en la mesa de su casa. Tal es el caso de la familia Gómez Garzón, de Parla, una localidad al sur de la Comunidad de Madrid: guardan todos los décimos en el mismo vaso y no los vuelven a tocar hasta el 22 de diciembre, día en el que los ponen sobre la mesa y hacen una lista con los números para tacharlos a medida que los niños de San Ildefonso cantan los premios. En ambos casos coinciden en que no conciben una Lotería de Navidad sin el esfuerzo de comprar el décimo físico y tenerlo en casa en el momento en el que los bombos dorados empiezan a girar. "La tradición tiene que tirar 'palante'", afirma Paco Gómez, el padre de la familia.

Sin embargo, en ocasiones, ese mismo esfuerzo que muchos defienden puede, lejos de una molestia inútil, convertirse en una muestra de amor y agradecimiento. Este año, María Gómez acudió con sus hijos a Madrid desde Barcelona a pasar el puente y comprar unos décimos en Doña Manolita, la administración de lotería más conocida de la capital. Más de dos horas de cola la separaban de su meta, pero tenía claro que iba a aguantar pese al frío y al cansancio. "Después de que me separase de mi marido pasamos unos años muy malos económicamente, pero gracias a la ayuda de los padres que conocí en el club de fútbol de mi hijo conseguimos superar esa etapa. Ahora estamos mejor, y quería agradecerles el apoyo que nos dieron", explicó. Sería difícil demostrar tanta generosidad a golpe de clic.

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