A vetar, a vetar, ¡a vetar ante el 21-D!
El pacto, ese mito democrático fundacional formulado por Rosseau en 'El contrato social', parece imposible
Mientras la campaña afronta sus últimas 48 horas en la jaula de grillos del duelo electoral, la lógica excluyente se impone. Todo el énfasis se pone en lo que les separa: piden el voto vendiendo el veto. Ya no sólo hay fuego cruzado entre los bloques, sino cada vez más guerra de guerrillas dentro de cada bloque. El pacto, ese mito democrático fundacional formulado por Rosseau en El contrato social, parece imposible. En el debate de la noche del domingo se escenificó un puzle difícil de armar, no por la cantidad de piezas, sino por la deformación de sus conexiones.
Los Comunes, hasta ahora bisagra en el imaginario de las encuestas, vetan a la derecha: “No votaremos un Gobierno donde están Carles Puigdemont o Inés Arrimadas o que coquetee con el PP". Fin de la lógica de los bloques. Su apuesta es el tripartito progresista con ERC+PSC.
El PSC no apunta ahí: “Descartamos un acuerdo con Esquerra. No la voy a apoyar, ni ella a mí”. Y también, claro, al PdeCAT o la CUP: "No veo posibilidades de investidura ni acuerdo de Gobierno con ninguno [de los partidos independentistas]".
Junts Per Catalunya implícitamente veta a una ERC ganadora: “O Puigdemont o Rajoy”. Su plan es la fantasía de devolver al Gobierno legítimo en el exilio. “Votar a un candidato que no sea Puigdemont es legitimar el 155”.
ERC –no sólo descabezada sino descerebrada: tres debates con tres portavoces distintos a cual menos convincente– no va a investir a Puigdemont si ganan. Y sólo contemplan ganar, por eso escenifican un duelo con Ciudadanos.
El PP no disimula su disgusto por el liderazgo de Ciudadanos, incluso hasta preferir a los socialistas, pero vetan a Junts, ERC, CUP e incluso los Comunes: “Sólo con constitucionalistas”, o sea, “pacto de los tres partidos constitucionalistas”.
La CUP también apuesta por romper el bloque indepe vetando ala derecha del PdeCat y mostró su preferencia por el Tripartito pero con la premisa de la República, con lo que en definitiva se veta con el PSC.
Arrimadas, que veta cualquier integración de independenetistas, no incluye a los Comunes como el PP porque apelaría a su abstención, aunque vio cómo el objetivo de los Comunes era ella.
Esto significaría que ninguna de la combinaciones en las encuestas es posible salvo mayorías absolutas. De ahí el "no habrá bloqueo porque no habrá bloques” de Domènech. Ni opción indepe, cuestionado por la CUP y vetado por los Comunes; ni bloque constitucionalista, salvo mayoría absoluta, por el veto entre los Comunes y el PP; ni Tripartito por el veto a ERC del PSC.
Nadie duda, sin embargo, que las cosas cambiarán tras el 21-D porque la política es el arte de lo posible. Los vetos forman parte de la lógica electoral, y ahora la pelea es interna dentro de los bloques, a cara de perro para arañarse votos en un escenario fragmentado. En las fronteras se combate a quemarropa. Pero si los indepes son mayoría, habrá Gobierno. La CUP ya pasó por ahí, y pasará. Si los constitucionalistas suman, habrá Gobierno, muy a pesar de Iceta y del sapo para el PP. Y si el tripartito suma, será una oportunidad viable. Y queda la solución Borgen que aún manejan Iceta y Domènech. En el caso de Domènech, llevando a los indepes a unas elecciones sin 155; y la opción Iceta, dando salida al bloque constitucional sin mayoría absoluta: tras apoyar a Arrimadas, que no podría ser investida al carecer del apoyo de los Comunes, él sí podría tener el apoyo de éstos con el bloque constitucionalista. Los vetos entretanto son munición electoral. Eso sí, ya se verá cuánta frustración generan las rectificaciones después de abonar un discurso muy excluyente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.