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Los Niños de San Ildefonso: de cantar honras fúnebres al Gordo

Los alumnos del colegio reparten la suerte con su peculiar forma de decir los números desde 1771

Jesús Ruiz Mantilla
Varios de los Niños de San Ildefonso que cantaron en el sorteo de Navidad de 2013.
Varios de los Niños de San Ildefonso que cantaron en el sorteo de Navidad de 2013.LUIS SEVILLANO

El hecho de que cada 22 de diciembre cierto eco de emoción espabile a cualquiera por la mañana con el soniquete de los premios de la Lotería de Navidad tiene que ver con algo ancestral. Un tono con la misma cantinela reconocible llena el sonido de casas, oficinas y bares atado a un décimo que espera la fortuna del Gordo de ese día. Y algo de suerte es lo que han necesitado los niños de San Ildefonso desde que se creó la escuela, hacia 1543, bajo el reinado de Carlos V, hasta la actualidad.

Cantar ha supuesto siempre para ellos un modo de subsistencia. Desde sus inicios, la institución, siempre sostenida por el Ayuntamiento de Madrid, se dedicó a acoger a niños huérfanos y mendigos de las calles. Los Rinconete y Cortadillo de entonces. Cuando Luis Vives sugirió su creación en el siglo XVI, se les fue conociendo como niños de la doctrina, o sencillamente, doctrinos. El mote les cayó encima además porque, según algunas crónicas, se dedicaban a propagar el Evangelio cantando por las calles y plazas.

Lo debían de hacer tan bien que, entre sus obligaciones, a cambio de cama y comida, las autoridades propusieron en su día que entonaran salmos en las honras fúnebres de personalidades famosas. Así ocurrió en los casos de Antón Martín (fallecido en 1553), Lope (muerto en 1635) o Calderón (en 1681). Quevedo, en cambio, quiso librarse de tal honor y en su Postrimerías de un rufián pone estas líneas en boca de un personaje: “A niños de la doctrina, no pienso pagar la solfa; música que no he de oilla, que la pague quien la oiga”. 

La música siempre estuvo atada a sus deberes. La suerte vino después, o fue alineándose a su destino paralelamente. Antes de la lotería, fueron los encargados de sacar el número en diversos sorteos. Pero fue el niño Diego López quien comenzó, el 9 de marzo de 1771, la tradición de cantar un sorteo de lotería. Puede decirse que muy al principio, porque Carlos III había creado el sorteo ocho años antes, en 1763, al importar una costumbre de sus felices días en Nápoles.

"Un gracioso soniquete"

Aquel chaval tuvo su día de gloria. Las crónicas de la época lo atestiguan con cierto tono cursi: “Aquella lluviosa mañana, nuestro colegial compañero Diego López llegó vestido a la napolitana, con una túnica de damasco blanco, galoneada de oro, que le cubre hasta los pies, con la inefable peluquita blanca rizada y entre una gran expectación se persigna con gesto serio y solemne, muestra su mano derecha desembarazada de cosa alguna y la introduce por la puertecilla redonda del arca que contiene las 90 bolas, tomando al azar una de ellas canta el número con un gracioso soniquete y, tras mostrarla públicamente, se la acerca a los labios y la besa cariñosamente”.

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Un gracioso soniquete… Es lo que se instaló en las gargantas de los niños de la suerte hasta el presente. Niños y niñas ahora, porque en 1983 San Ildefonso pasó a ser mixto. Y aunque la mayoría de los encargados de hacerlo cada año por Navidad salen de sus aulas, no es ahora el colegio público, hoy uno más en la red de centros de la Comunidad de Madrid, el que los designa para el sorteo del Gordo, sino la residencia internado, la otra pata actual de la institución, dependiente del Ayuntamiento de la capital. Pueden entrar, por tanto, alumnos de otros centros.

Este año, de las 22 niñas y 12 niños seleccionados cantarán solo 16. Aparecerán en el Teatro Real de Madrid con sus chaquetas estilo Oxford y las corbatas de sus uniformes en tonos grises y azules a repartir fortuna. Ensayan cada fin de semana desde finales de octubre en el colegio, donde la organización ha dejado desde hace años todo el material necesario para ello, bombos y bolas incluidas.

Requieren buen timbre de voz y tener una dicción clara, lo que para un cantante de ópera sería el equivalente a potencia y fraseo. Quienes quieran seguir estudiando hasta finalizar la universidad cuentan con una beca asegurada por Loterías y Apuestas del Estado para culminar sus carreras si sus familias carecen de recursos. Este sistema funciona desde hace 25 años. La organización, además, aporta una subvención de 300.000 euros al año para el colegio y la residencia. Hay que cuidar la cantera.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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