La guerra química de Huelva
La ciudad convive desde hace más de 50 años con un polígono de industrias químicas, que enfrenta a vecinos y administraciones
"Aquí cae gente cada mes. Es como una epidemia". Lo dice Joaquín Gómez, vecino del barrio de Pérez Cubillas, en Huelva. Y se refiere al cáncer. "No conozco familia en la barriada que no tenga un caso de tumor o de cáncer de algún tipo. Está el barrio lleno". Su mujer, Manoli, señala con la cabeza: "Mira, en ese portal, la madre tiene cáncer. En aquel, dos hijos. En este, otro caso más…".
Hablan Manoli y Joaquín en una calle de casas bajas, fachadas desgastadas y ropa tendida en la calle. Pérez Cubillas es uno de los barrios más humildes de Huelva. Sus casitas amarillas se levantan a solo 300 metros de unas enormes balsas de 1.200 hectáreas que contienen fosfoyeso vertido durante años por la empresa Fertiberia, una de las que componen el llamado polo químico, un polígono de industrias químicas pegado a la ciudad. "Eso —dice Joaquín señalando con la barbilla—, eso es lo que nos provoca el cáncer".
El propio Joaquín padeció hace año cáncer de mama. Durante años trabajó en una de las fábricas limpiando cubetas de vertidos. "Que nos digan lo que quieran los políticos, pero lo que ocurre aquí con el cáncer no es ni medio normal. ¿Dónde se vio un barrio en el que todas las familias tengan algún caso?".
El Atlas municipal de mortalidad por cáncer en España, realizado por el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, señala que Huelva es uno de los municipios con más casos de tumores malignos de España. Pero no es el líder, como ha llegado a percibirse. Tampoco existe, a día de hoy, ningún estudio o evidencia científica que vincule de forma directa la contaminación del polo químico con los casos de cáncer en la ciudad.
"En este barrio no hay familia que no tengamos un caso de cáncer. Es una epidemia. Y que no me vengan los políticos a contar que no tiene que ver con los vertidos"
Rafael Romero, gerente de la Asociación de Industrias Químicas, Básicas y Energéticas de Huelva (AIQBE), —asociación que aglutina a las empresas del polo químico— va más allá. "No existe en Huelva una mayor prevalencia significativa de cáncer. Va siendo hora de desmontar mitos y bulos. Así lo siguen confirmando los últimos estudios realizados y que se dieron a conocer el viernes pasado en las jornadas técnicas del Observatorio de Salud y Medio Ambiente de Andalucía".
Enfrente, la Mesa de la Ría, una asociación convertida en partido político local (con representación en el Ayuntamiento de Huelva) que pone luz sobre dos informes: el primero, de la Comisión Independiente de Información y Búsqueda de Radiación (CRIIRAD, en sus siglas en francés), encargado por Greenpeace en el año 2007 en el que se confirma la presencia en las balsas pegadas al barrio de sustancias cancerígenas como el radón 222, el polonio 210 y el radio 226. El segundo, un informe del Parlamento Europeo del año 2010 en el que se tilda el fosfoyeso como "ligeramente radiactivo".
El debate sobre la conveniencia y consecuencias de la presencia del polo químico en la ciudad está servido. Y es tenso en la ciudad. "Que se vengan por aquí los políticos y los empresarios. Que vean lo que pasa aquí. Y si no les llega el cáncer, que vean las alergias, el asma y los problemas respiratorios que hay aquí. No tenemos chaval que no tenga un problema. Y estamos ya hartos", se queja Joaquín a la entrada de su casa. Huelva vive una guerra química.
Las siete vidas del polo químico
El polo químico parece un viaje en el tiempo. Chimeneas humeantes, depósitos, tuberías a la vista, alambradas… Como si la revolución industrial hubiera llegado con retraso a Huelva. Y todo en la avenida Francisco Montenegro, pegado a la ciudad. El efecto más inmediato, además del visual, es el sensorial: cada cierto tiempo una embestida de desagradable olor llena el ambiente.
Este polígono de industrias químicas ocupa unas 1.500 hectáreas, da trabajo directo a unas 6.000 personas e indirecto a unas 15.000 y está compuesto por 16 empresas agrupadas bajo el nombre de AIQBE.
El polo nació en 1964 bajo Decreto franquista y en las décadas de los 70 y 80 vertió toneladas de residuos a las marismas de Huelva. Reaccionó la ciudad con los llamados Acuerdos del 91, un Plan General de Ordenación Urbana llamado a ejecutarse en 1999 por el que las Administraciones se comprometían a reubicar el polo químico y recuperar el suelo industrial para otros fines. Los acuerdos, sin embargo, eran laxos y abiertos a interpretación. Unas grietas por las que políticos y empresas se han colado para estirar la vida del polo hasta la actualidad.
La Mesa de la Ría es la entidad más crítica y activa contra las siete vidas que parece tener el polo químico. Denuncian que, desde el año 1991, se han estado incumpliendo los acuerdos debido a intereses únicamente económicos. Según explica la moción que han presentado en el Ayuntamiento, el primero de estos incumplimientos tuvo lugar en 1993, cuando se inyectó dinero público —según la denuncia pública de la Mesa de la Ría— en las empresas Fertiberia y Atlantic Copper, industrias de fertilizante y cobre respectivamente. Una ayuda de más de 50 millones de euros que un informe de Bruselas de 1999 declara "irregular".
La moción también denuncia que, en el año 2006, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) accedió a medidas cautelares para que Endesa pudiera montar una central en el polo, aludiendo a intereses económicos. Dos años después, y según de nuevo recoge la moción, se prorrogó la actividad de Fertiberia. No fue hasta 2010 cuando una sentencia de la Audiencia Nacional obligó a esta empresa a frenar los vertidos de fosfoyeso a las balsas situadas en la marisma. Casi 20 años después del acuerdo de desmantelar el polo químico.
Hoy, los vertidos están frenados, pero la actividad industrial y la presencia de fosfoyeso acumulado siguen presentes. Y son dos problemas pendientes de resolver que alimentan el debate sobre la salud de Huelva y sus habitantes.
El cáncer y el aire
En gran parte de la población de Huelva (y del resto de Andalucía) existe el convencimiento de que la ciudad es la que alberga mayor número de casos de cáncer por habitante. También de que la mortalidad es mayor que en el resto de capitales. La realidad es que el municipio sí está entre los de mayor prevalencia de tumores y cánceres de tejido blando (normalmente asociados a la presencia de vertidos químicos), pero no es el número uno.
“No podemos decir que los vertidos sean inocuos ni tampoco que afecten. No tenemos pruebas de ninguna de las dos cosas, pero sí decimos que no se puede alarmar a la población”
Según un informe realizado por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), no existe riesgo radiológico en las balsas de fosfoyeso de Huelva. José Luis Gurucelain, jefe de servicio de Salud Pública de la Delegación de Salud de Huelva, afirma que la mortalidad en Huelva "ha sido más elevada que la media de España desde principios de siglo XX debido, sobre todo, a factores socioeconómicos. Ha mejorado mucho, pero esa mejora está siendo más lenta que en otros lugares, sobre todo en barrios y zonas más castigadas económicamente. Aquí no se muere más que en otros sitios ni hay más tumores. Eso es una imagen que hay que romper".
Un mensaje que molesta a vecinos como los del mencionado barrio de Pérez Cubillas, convencidos de que su cercanía a los vertidos de fosfoyeso está mermando su salud. De momento, no existe evidencia de que los metales pesados de las balsas provoquen cáncer u otras enfermedades a los vecinos. El problema es que tampoco existe evidencia de que no lo hagan. De hecho, la evaluación del impacto del fosfoyeso acumulado en Huelva sobre la salud está aún en marcha. La está llevando a cabo el Ministerio de Medio Ambiente y todavía no hay resultados definitivos. El propio portavoz del grupo municipal del PSOE de Huelva y concejal de Urbanismo, Manuel Gómez, afirma: "No podemos decir ni que esto sea inocuo ni que afecte. No tenemos pruebas de ninguna de las dos cosas, pero sí decimos que no se puede alarmar a la población".
El problema es que la población —al menos, parte de ella— ya parece alarmada. Y que la Audiencia Nacional ha obligado, mediante sentencia, a la empresa Fertiberia a limpiar las balsas de fosfoyeso. Y, mientras tanto, vecinos como Joaquín siguen con sus tratamientos y con sus quejas, cada día más amargas.
La calidad del aire es el otro foco de debate en Huelva. Según la Mesa de la Ría, Huelva padece el aire más contaminado de Europa Occidental. Se basan en los medidores en tiempo real de la Agencia Europea de Medio Ambiente, que reflejan que la calidad del aire de Huelva está a la cola de Europa. La AIQBE califica esto de "bulo" y, según explica Rafael Romero, "este portal de información europea de calidad del aire está en pruebas y seguirá así varios meses, por tanto, sus indicaciones no son válidas a efectos de evaluar la calidad del aire".
"Con un 24% de paro queda demostrado que el polo químico no genera ni empleo ni riqueza. Al menos para los vecinos. Esto responde a otros intereses"
Si nos remitimos a los medidores de aire de la Junta de Andalucía, los resultados cambian, ya que el aire de Huelva aparece con calidad aceptable, en la media de España. Sin embargo, en el apartado destinado a medir las partículas químicas en suspensión no aparecen datos. Está en blanco. "Esto se debe a que la Junta no ha querido comprar el medidor para este fin, ya que alegan que es demasiado caro. Por tanto, en Huelva no nos dicen cuánto arsénico estamos respirando", explica Juan Manuel Buendía, miembro de la Mesa de la Ría. De nuevo responde Romero, gerente de la AIQBE: "Eso no es cierto. El problema es que no se ha inventado aún el medidor en continuo de partículas y por eso no se puede dar un valor en continuo desde cabina, pero eso no significa que no se controle".
José Luis Gurucelain, de la Delegación de Salud de Huelva, remata el debate: "Nadie pone en duda que hay polución en el aire de Huelva, pero no más que en otras ciudades y no toda proveniente del polo químico. La contaminación en la ciudad proviene a partes iguales de la industria, del tráfico y la ubicación de la ciudad sobre la que a veces se cierne polvo sahariano".
El futuro del polo
Pepe González es vecino del barrio de Pescadería, el más cercano de la ciudad al polo químico y de clase media y media-alta. Está jubilado después de dedicar gran parte de su vida laboral a trabajar en una de las fábricas químicas del complejo. Hace dos años se vio al borde la muerte tras contraer una enfermedad que le encharcó los pulmones. "Casi no lo cuento", dice. "Yo no sé si tiene relación con las fábricas, nadie me lo ha explicado. Tampoco si el cáncer que ha matado a mi hijo lo tiene. No sabemos...", dice con voz apagada, recordando a su hijo que falleció con 23 años. "Sí sabemos que aquí el polo no deja dinero ni riqueza, esa se la llevan a Sevilla y a Madrid. Lo que deja aquí son vertidos y enfermedades".
Huelva tiene una tasa de paro del 25%. Casi 17.000 de sus 145.000 habitantes están sin empleo, uno de los datos más negativos de España. Por eso Manuel Gómez, portavoz municipal, afirma que "no podemos poner en riesgo a las familias que dependen del polo industrial. Apostamos por el desarrollo sostenible de la industria en Huelva. Vigilamos que se cumplan todas las medidas medioambientales en el polo químico y estamos a favor de que siga adelante mientras las cumpla".
Enfrente, Aurelio González, presidente de la Mesa de la Ría. "Un tercio de la población está en paro. Queda demostrado que el polo químico no genera ni empleo ni riqueza. Al menos para los vecinos. Esto responde a otros intereses, por eso proponemos buscar una alternativa. No estamos en contra de la industria y mucho menos del empleo, sino que defendemos otro modelo que no implique riesgo ni problemas para la salud de los onubenses".
"¿Pero qué alternativa? A mí nadie me ha explicado todavía una alternativa válida. Quitarle el polo químico a Huelva es como quitarle el tratamiento a un enfermo porque ves que mejora, pero no todo lo que crees que debería mejorar", replica Manuel Gómez.
Aurelio cierra el intercambio: "La alternativa la discutiríamos entre todos los vecinos, solo con empresas de descontaminación ya habría empleo. Pero el Ayuntamiento se niega. Solo escuchan a la voz de su amo, las industrias".
La penúltima batalla
Es miércoles y llueve. En el Ayuntamiento de Huelva se celebra un pleno. Alcalde, concejales y oposición intervienen en tono de parsimonia. Los ojos del alcalde se entrecierran con la cabeza apoyada en su mano derecha. Hasta que llega el momento de discutir sobre el polo químico. La cosa, ahora sí, se anima.
"Si quitamos esas industrias, dígale a esas familias qué va a pasar con ellas. Dígaselo", dice con energía un concejal del PSOE, el partido gobernante en la ciudad. "Ustedes obedecen al lobby del polo químico. Estas industrias no dan riqueza, necesitamos una transformación", responde con vehemencia el opositor Rafael Gavilán, del partido Mesa de la Ría.
El tono sube y el alcalde, Gabriel Cruz Santana (PSOE) cierra el debate con un tono enfadado: "¿De qué lobby hablan? Nosotros obedecemos a la ciudadanía. Ustedes no tienen casi representación". En ese momento, una voz surge de entre el público presente: "¡Usted no puede tener la última palabra!". El alcalde replica: "Silencio, esa actitud es antidemocrática". "¿Y el cáncer es democrático?", replica la voz.
El debate se cierra y los vecinos que se han acercado al pleno se retiran. La guerra química, sin embargo, continúa en Huelva. Y no parece atisbar final.
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