Rusia utiliza el referéndum de Cataluña para disparar contra Bruselas
Los medios estatales presentan la consulta como prueba del fracaso del proyecto comunitario
Los medios de información oficiales de Rusia hablan de Cataluña, pero disparan contra Bruselas, y emplean el referéndum como munición. Desde los canales de la televisión estatal, principal fuente de noticias para la mayoría de los rusos, el referéndum catalán se presenta como uno de los muchos problemas que agobian a Europa y también como una prueba de la ineficacia y fracaso del proyecto comunitario y, por extensión de los proyectos occidentales.
Este tratamiento mediático se inscribe en la tendencia que se hizo evidente en 2013, cuando Europa comenzó a ser tratada de forma sistemática e insistente como un entorno inestable, con graves dificultades sociales y dirigentes de doble rasero. Con distintos matices e intensidad según las circunstancias, estos moldes se han aplicados al rumbo occidental en relación a Ucrania, las elecciones francesas y alemanas, el Brexit o la inmigración.
Cataluña se inscribe en este contexto y la cobertura del referéndum no es ni tan intensa ni tan agresiva como lo fue la campaña contra Hillary Clinton en las elecciones norteamericanas. El referéndum es pues un eslabón dentro de una estrategia para debilitar a la UE empleando para ello los problemas de sus socios. El objetivo es propiciar el fin de las sanciones impuestas a Moscú a causa de la anexión de Crimea en marzo de 2014 y su intervención en el Este de Ucrania a partir de aquel año.
“Putin entiende que apoyando a los movimientos de ultraderecha, nacionalistas y separatistas, como en Cataluña, por ejemplo, debilita a Europa, destruye la unidad de Europa, también en lo que se refiere a mantener las sanciones contra Rusia”, afirmaba Alexéi Venedíktov, director de la emisora El Eco de Moscú. Putin “necesita romper la unidad de Europa”, decía el influyente periodista. Esto es “evidente” y “no está vinculado con la ideología”, señalaba Venedíktov, indicando que el líder ruso apoyará a quien le sea útil, sea cual sea su ideología.
La cobertura televisiva rusa usa asociaciones (la represión franquista para juzgar el envío de la guardia civil a Cataluña), pero por lo general con trazo grueso sin desarrollarlas hasta el final. El Canal Rusia 24, se ha referido a las manifestaciones independentistas como una “revolución de colores”, dentro de la UE. Las comparaciones están también en la prensa independiente, más matizada que los medios oficiales. El periódico Nóvaya Gazeta, crítico con la política del Kremlin, compara Crimea y Cataluña en beneficio de esta última y destaca que la lengua rusa no era respetada en la península ucraniana a diferencia de lo que sucede con el catalán. En ambos casos, asevera, los referéndum son “ilegales”.
“El referéndum en Cataluña, ¿desafío para España y la Unión Europea?”. Con este lema, la agencia oficial Ria-Novosti organizó el viernes una mesa redonda, cuyos ponentes representaban distintas tendencias. La moderadora trató de mantenerlos en el marco de la política oficial rusa, a saber el respeto a la integridad territorial de España, y de evitar las comparaciones con Crimea y Donbás que calificó de "incorrectas".
No obstante, Nikolái Platoshkin, catedrático de la Universidad Humanitaria de Moscú, insistió en que Rusia “debe tomar posiciones” sobre Cataluña semejantes a las que tomó en el referéndum de Escocia (respetar el resultado). “La diferencia es que el referéndum de Escocia era legítimo desde el principio”, puntualizó el catedrático de derecho europeo, Nikolái Topornín, según el cual» la votación no tendrá consecuencias jurídicas y dificultará el diálogo”. Topornin rechazó los paralelismos con el Brexit británico. “Los catalanes no quieren marcharse de la UE, sino utilizar sus ventajas”, dijo. “Europa es una colcha de retales y Cataluña no es el único caso”, declaró, a su vez, Alexéi Martínov, director del “instituto de nuevos Estados”. En el periódico Izvestia, próximo al Kremlin, Martínov se refirió a la “ucranización de la UE” y vaticinó la aplicación de "la ley marcial”.
El miércoles, el embajador de España, Ignacio Ibáñez, se reunió con periodistas rusos en la agencia Interfax. “Todas las declaraciones emitidas por el gobierno ruso son perfectas desde nuestro punto de vista”, dijo el diplomático y explicó que el viceministro de Exteriores, Alexéi Meshkov le había confirmado que la posición oficial de Rusia “no ha cambiado”. En efecto, según el ministro Serguéi Lavrov, y el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, Moscú apoya la integridad territorial de España.
Pero la maquinaria de la política rusa en algunas zonas afectadas por tendencias centrífugas puede compararse con un iceberg. La parte emergida (la posición oficial de Exteriores o el Kremlin) se complementa con otra sumergida y dispuesta a orientarse al instante en la dirección que marque el Kremlin. En el caso de Cataluña, la administración presidencial no ha movilizado la trama de “organizaciones no gubernamentales” a las que recurre para promover causas “patrióticas” o de “interés nacional” (ser “observadores” de “referéndum” en Crimea o en Donbás por ejemplo).
El caso de Ucrania ha demostrado que una garantía de integridad territorial “expedida” por Moscú en el pasado, puede dejar de ser válida en el presente o el futuro. Según medios bien informados, el ministerio de Exteriores se resistía a reconocer Abjasia y Osetia del Sur en 2008, porque la diplomacia rusa tenía aún muchos vínculos con Tbilisi, heredados de la época soviética. No obstante, el ministerio de Exteriores se subordinó al Kremlin cuando éste decidió reconocer como Estados a las antiguas autonomías de Georgia. Parte de la élite rusa era reticente a la anexión de Crimea, pero la aceptó y ayudo a consolidarla.
Los políticos españoles de paso este año por Moscú muestran gran “delicadeza” con la sensibilidad de los dirigentes rusos, evitan interesarse por Crimea o ir más allá de los clichés sobre la situación en Donbás. Los rusos les responden con la misma amabilidad, pero, como jugadores de ajedrez, también otean los horizontes de la UE. Mientras, un tribunal ruso en Crimea acaba de condenar a dos años de confinamiento a Elmí Umérov, uno de los dirigentes del organismo representativo la comunidad tártara local (clausurado por Rusia), por negarse a aceptar la anexión. A Umérov, gravemente enfermo, se le ha aplicado un punto incorporado al código penal en mayo de 2014, que prevé penas de hasta cinco años de cárcel por pronunciarse en público contra la integridad territorial de Rusia.
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