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Cataluña y Euskadi, en las antípodas

Tres expertos descartan el riesgo de ‘contagio’ del proceso secesionista al País Vasco

Luis R. Aizpeolea
El president Carles Puigdemont (izquierda) felicita a Iñigo Urkullu durante la toma de posesión del lehendakari el pasado noviembre.
El president Carles Puigdemont (izquierda) felicita a Iñigo Urkullu durante la toma de posesión del lehendakari el pasado noviembre.Fernando Domingo-Aldama

El proceso secesionista catalán se encuentra en las antípodas del proceso de autogobierno vasco y no existe posibilidad de contagio.Es la conclusión de tres expertos vascos —Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco (UPV); Antonio Rivera, catedrático de Historia de la UPV, y Jon Urreizti, director de la empresa de sondeos Focus— tras analizar las trayectorias y actitudes de los nacionalismos catalán y vasco. Urreizti afirma que “en Euskadi no se envidia el proceso catalán”. Gurrutxaga señala que “el PNV podrá tener gestos afectivos hacia el nacionalismo catalán, pero no pasará de ahí”. Rivera, más rotundo, zanja: “Euskadi y Cataluña se parecen lo que un huevo a una castaña”.

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Urreizti confirma que, encuesta a encuesta, se percibe que la prioridad de los vascos es superar la crisis y crear empleo. “Además, existe en Euskadi una percepción general de buena gestión de la economía y del Concierto [el sistema de financiación] por parte del Gobierno vasco, y pesa mucho la sombra de ETA, que contamina el discurso soberanista pues la banda mataba por ese objetivo. Esta pesada herencia durará décadas y es un freno brutal al soberanismo. Nada que ver con Cataluña”, señala.

Gurrutxaga concede una importancia decisiva al final de ETA como elemento diferencial de Euskadi y Cataluña: “Cuando [el por entonces lehendakari Juan José] Ibarretxe priorizó el derecho a decidir, ETA estaba activa y con ello quiso resolver el problema. ETA ha marcado a dos generaciones y su final arrastra consecuencias de enorme calado”, sostiene el catedrático. Una, muy importante en su opinión, es el replanteamiento de las señas de identidad del PNV que, en sintonía con la demanda de la sociedad vasca tras ETA, prioriza un modelo de bienestar social; pierde así virulencia la reivindicación identitaria. “Su replanteamiento se apoya en el éxito de la gestión de la autonomía que ha generado bienestar. Euskadi ha interiorizado y verificado el éxito de esa gestión pragmática”.

Ibarretxe no corrompió el proceso legal. La Generalitat, sí”

En 2003, el entonces lehendakari, Juan José Ibarretxe, planteó su reforma del Estatuto vasco, en el que proclamaba el derecho de autodeterminación del "pueblo vasco" y proponía un estatus de "libre asociación con el Estado español". El llamado plan Ibarretxe, que fue tumbado por el Congreso de los Diputados en 2005.

El catedrático Antonio Rivera cree que "Ibarretxe pretendió, con el derecho a decidir, impulsar la agenda nacionalista que el PNV consideraba agotada, y la activó, tras la movilización de Ermua, para protagonizar el final de ETA". "Pero en su bondad estaba su maldad", añade: "Ofreció tal rampa a ETA que generó una reacción ciudadana [en contra]. Pero hay que decir a favor de Ibarretxe que no corrompió el proceso legal, como está sucediendo con la Generalitat".

Ibarretxe asumió el no del Congreso a su plan. Tres años después lo intentó con una consulta sobre el "derecho a decidir". El Tribunal Constitucional la anuló y el Gobierno vasco no llegó a celebrarla.

Antonio Rivera no ve posible el “contagio” con el proceso catalán porque “el PNV no quiere correr riesgos”. “En Euskadi se vive muy bien y la gente recuerda la división de la sociedad vasca con el plan Ibarretxe. Euskadi es una sociedad no nacionalista que deja gobernar a los nacionalistas, y cuando estos quieren convertir a los ciudadanos en nacionalistas la sociedad pone pie en pared”, sostiene. “El PNV ha conseguido mandar, hacer caja en Euskadi y ser jaleado en Madrid. Nunca ha tenido tanto poder y la situación catalana le beneficia”.

Urreizti tampoco ve “riesgo de contagio” del proceso catalán a Euskadi. Lo argumenta así: “No vemos con envidia el proceso catalán. En ese proceso han desaparecido partidos históricos, como Unió y la coalición CiU. Han propuesto un referéndum sin mayoría suficiente, con lo que pierden credibilidad. Las imposiciones de la CUP presentan un proceso nada amable. Y hay una falta absoluta de diálogo. No sólo por parte del Gobierno central sino también de la Generalitat”.

Gurrutxaga admite que “el PNV podrá tener gestos afectivos hacia el catalán, pero no pasará de ahí”. “El proceso catalán es incierto. Han desaparecido referentes como CiU. Jordi Pujol está en precario por la corrupción. Aparece la CUP con su estilo. ERC tiene un protagonismo que nunca tuvo y Podemos es una fuerza ascendente. Son incertidumbres inexistentes en Euskadi, donde, además, existe una visión ilusionante de Europa”.

Rivera considera que Cataluña y Euskadi “se parecen como un huevo a una castaña”. “Cataluña tiene unas dimensiones factibles para ser Estado que no tiene Euskadi: más de ocho millones de habitantes y una institucionalización señera”, remarca. Para él, “la crisis económica de 2008 se unió a una profunda crisis política, al agotamiento del modelo autonómico”. “El Gobierno tripartito fue su última expresión y hoy asistimos a la lucha por la hegemonía del nacionalismo en la que ERC lleva la delantera. La crisis catalana me recuerda mucho a la italiana”, apunta el historiador.

Urreizti estima que la crisis catalana deriva de “una situación económica complicada y de un Estatuto que no se cumplió”. Él ve como opción más probable que “no se celebrará el referéndum y habrá nuevas elecciones al Parlamento catalán”. Y apuesta por el diálogo entre Cataluña y el resto del Estado como única solución.

Lo local y lo principal

 En el mismo sentido, el sociólogo Ander Gurrutxaga enfatiza que, “al quebrarse la vinculación entre el Estado y Cataluña, con lo que todos pierden, el tiempo será fundamental para cerrar heridas”. Reprocha a la Generalitat “haber permitido que el proceso se haga autónomo y se aleje de la racionalidad política”. Y al Gobierno de Rajoy, “seguir la táctica del avestruz”. “Sólo con la ley en la mano no puede abordarse el problema; se necesita política”, subraya. Y añade: “El Gobierno central tiene que replantearse su relación no sólo con Cataluña sino con toda la periferia española”.

Rivera, tras considerar que “todo son incertidumbres en torno al referéndum del 1-O”, cree que “la Generalitat, en el fondo, no da los pasos para la secesión”. Como historiador, sostiene que en el Estado de las autonomías “no funcionan las relaciones de lealtad ni sus protocolos de actuación”. “Esto no pasa en Baviera, pero puede pasar en Cataluña, Euskadi y otras comunidades porque sus estructuras burocráticas han generado tensiones centrífugas en las que lo local es prioritario sobre lo principal. Así, cuando hay discrepancia entre ambas, los ciudadanos se ponen a favor de lo local”.

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