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Kant, Mozart y Kafka, relegados de la selectividad

En el gran examen, donde el futuro se juega por centésimas, ya no sirve ser el mejor en materias de humanidades y artes

Pilar Álvarez
Un grupo de estudiantes, el 6 de junio en el examen de selectividad en la Complutense.
Un grupo de estudiantes, el 6 de junio en el examen de selectividad en la Complutense.SAMUEL SÁNCHEZ

El primero que cayó fue Platón. La prueba que ha sustituido a la selectividad —casi con nombre de marca de compresas: Evau— dejó fuera de la fase obligatoria del examen la asignatura de Historia de la Filosofía y, con ella, el dilema de elegir entre Kant, Nietzsche o la alegoría de la caverna del filósofo griego. Ahora solo sirve para subir nota y solo si el alumno la elige. [Consulte aquí las claves del examen].

Una alumna con una brillante carrera musical sale perjudicada con el modelo actual

Otras materias salen aún peor paradas. Hasta 10 asignaturas han sido totalmente relegadas en la prueba de acceso a la Universidad, esa que sigue dejando huella años o décadas después: “He aprendido lo que es examinarse con mucha presión", decía un alumno el pasado martes en Palma poco después del primer examen —luego reconoció que tampoco había sido para tanto—. La mayoría de las comunidades ya han completado la actual convocatoria. Esta semana se sumarán Andalucía, Castilla y León, Cataluña y Murcia.

Aprobar no resulta tan difícil. Basta echar un vistazo a los resultados de los últimos años: en lo que va de siglo, un total de 4.237.405 alumnos se han presentado al examen y el porcentaje de quienes han superado el examen ha estado siempre por encima del 78%, hasta marcar su máximo en 2016 (87,8%). La criba se produce antes: los centros no envían a los estudiantes a los que no ven medianamente bien preparados.

Pero ¿qué pasa con quienes quieren mejorar su nota? Si uno mira la relación de las notas de corte [aquí se puede consultar la lista completa], se constata con facilidad que la diferencia entre entrar o no en la carrera deseada es una cuestión de décimas o incluso centésimas.

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El nuevo modelo —que al final es mucho menos nuevo de lo que pretendía el Gobierno— ha mantenido los cuatro puntos de margen desde el 10 hasta un máximo de 14 de la calificación final con exámenes voluntarios. Aunque, y esto sí que supone un cambio de calado, el abanico de opciones resulta mucho más reducido para los estudiantes. El Ministerio de Educación ha fijado qué materia es la cuarta a examinarse en la fase obligatoria y deja fuera otra serie de asignaturas que hasta ahora servían para subir nota de forma significativa.

La puntuación de la parte obligatoria de la Evau —de 1 a 10— supone un 40% de la calificación final que hace media con el expediente académico, que pesa el otro 60%. Los cuatro puntos restantes se obtienen con las materias a elección. En la lista de las eliminadas salen perdiendo las humanidades y las artes.

No es que desaparezca la literatura universal del currículo —y además Literatura y Lengua Castellana figuran entre los contenidos de la prueba que todos deben pasar obligatoriamente— o que ya no se aprenda música en los institutos, como se ha llegado a decir en estos meses de confusión por el cambio de modelo. Lo que ocurre es que asignaturas que antes servían para mejorar la calificación final ya no figuran en el catálogo.

Un ejemplo: una alumna con una brillante carrera musical ha compaginado las clases con el Conservatorio. Hay hasta tres asignaturas en que podría destacar en la gran prueba que ya no le valen. El actual modelo, menos flexible, resulta claramente perjudicial para estudiantes como ella.

Otra cuestión, y esto depende de a quién se le pregunte, es si las materias y el conocimiento salen también perdiendo. Un profesor que imparte una de las asignaturas perjudicadas considera que haber caído en desgracia tiene sus luces y sombras: “Todos preferimos que nuestra materia entre en selectividad porque la hace fuerte, pero eso te ciñe a enseñar para preparar un examen”.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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