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La frontera de la indignidad

Miles de porteadores marroquíes sortean la miseria en el nuevo acceso de Ceuta, donde han muerto dos mujeres en dos meses

Francisco Peregil
Dos ciegos pasan con sus bultos por el control del polígono situado en la frontera de Ceuta con Marruecos.
Dos ciegos pasan con sus bultos por el control del polígono situado en la frontera de Ceuta con Marruecos.FRANCISCO PEREGIL

Martes 2 de mayo a las cinco de la mañana, en el lado marroquí de la frontera de Ceuta. Unos treinta hombres y mujeres con muletas y en silla de ruedas quieren pasar hacia España sin esperar la cola inmensa de porteadores, la gente que se dedica a cargar bultos desde Ceuta a Marruecos. Hay una cola para mujeres y otra para hombres. Las dos abarcan casi medio kilómetro, con gente que lleva esperando más de 12 horas. Aunque cueste creerlo, los disminuidos físicos también cargarán con paquetes de varias decenas de kilos. Lo harán solos o con la ayuda de sus acompañantes y venderán lo que traigan en la ciudad marroquí de Castillejos. Pañales, ropa de marca (lo que más se cotiza), ropa usada, mantas, jabones, galletas, leche… Los productos se distribuirán después en cientos de tiendas repartidas en todo el país: Todo se revenderá después en las calles de Marruecos dos o tres veces más caro que en España.

El jefe de la policía marroquí en la frontera conmina a los inválidos a ponerse en la cola de hombres o mujeres. Y ellos se siguen negando.

-Han dejado ya pasar a unos cuarenta ciegos- se queja un porteador con muletas. ¿Por qué no a nosotros?

Aunque también cueste creerlo, hay ciegos con bastones blancos que se ganan la vida cargando bultos. A la pobreza le acompaña a veces la picaresca. “No todo el que lleva muleta es cojo”, explica uno de los chavales que viven de ayudar a organizar las filas de coches. Más tarde, en el lado español, un supuesto ciego, ataviado con gorra, se echó la visera hacia abajo y torció la cabeza cuando este reportero sacó un teléfono para hacerle una foto. No obstante, la inmensa mayoría de los que están ahí guardando su turno, ciegos, cojos o sanos, viven al día.

Los policías han dejado pasar a unos cuarenta ciegos. ¿Por qué no a nosotros? Un porteador con muletas

El paso de Tarajal II se inauguró el 27 de febrero para que los porteadores dispongan de un acceso exclusivo y no obstaculicen el tráfico de una frontera ya de por sí muy saturada. Se trataba de marcar unas horas de paso, de siete a once de la mañana, en vez de toda la jornada. Pero el intento de ordenar el caos ha provocado varias avalanchas. Una mujer de 22 años, separada y con un hijo de cuatro años, murió en marzo tras caer aplastada. Y el 25 de abril falleció otra, de 40 años y seis hijos. Las autoridades marroquíes cerraron Tarajal II durante una semana para hacer obras y reanudaron el martes 2 de mayo el tráfico de porteadores por el lugar donde se accedía antes.

Un policía sacó a los disminuidos físicos de la cola general en esta madrugada del 2 de mayo. Tal vez lo hizo para evitar nuevas víctimas en posibles avalanchas. Pero ahora no los dejan pasar por el acceso de los coches y ellos no quieren regresar a ella. Durante unos minutos se sientan en el suelo y bloquean el paso de los automóviles para protestar. El policía discute con ellos a voces, les dice que está bien, pero que entrarán solos, sin acompañantes. Al cabo de una hora seguirán esperando.

“Para trabajar como porteador”, explica un joven de los que se buscan la vida en la frontera, “hay que tener los papeles de residencia en la provincia de Tetuán. Mucha gente viene de otras partes de Marruecos, alquilan cualquier vivienda y sobornan a la autoridad de turno. El precio de esos papeles varía: unos han pagado 400 euros y otros mil, depende”.

También varía el precio de los bultos que lleven los porteadores en la espalda. “Esto es como la bolsa, sube y baja cada día. Ahora los bultos se están pagando a 50 euros, pero puede subir mucho”. Las mujeres se quejan de que la cola no avanza. Y si no avanza y llegan las once de la mañana, se quedarán sin pasar al otro lado, sin los 50 euros del bulto. Hay un militar cada diez metros, pero eso no impide que de vez en cuando haya riñas. “Nos tratan como cabras y nos suelen pegar”, dice una de ellas. “No pegan en el principio de la cola, porque ahí han puesto cámaras. Pero aquí, en el medio y el final de la cola, sí que lo hacen”.

Una porteadora señala: “Si alguien quiere saltarse la cola, deberá pagar 50 dírhams (cinco euros) al policía marroquí. Y al regresar, si no quieren tener problemas, lo ideal es darle algo de vez en cuando al policía marroquí: una caja de leche, de galleta, lo que sea. Ellos no necesitan ir a la tienda a comprar, lo tienen todo aquí”.

Ya en el lado español, los porteadores no tienen necesidad de adentrarse en Ceuta. Recogen su mercancía en un polígono situado cerca de la frontera. Desde febrero, la compañía Prosegur se encarga de distribuir unos tiques entre los porteadores, para llevar un control de la gente que accede a diario. Hay porteadoras que están a favor de ese sistema y otras en contra. Algunas dicen que así hay mucho más control y otros se quejan de que hay quienes revenden el tique a 30 euros. “Las que revenden son gente que no viven de esto. Son las marroquíes que van a trabajar en las casas de Ceuta”, explica Fátima. Ella es partidaria del sistema anterior a la construcción del nuevo acceso. “Antes podíamos dar hasta cuatro o cinco viajes en un día. Así he criado hoy a mis cuatro hijos. Y cuando la policía me veía embarazada me dejaba pasar primero”.

En lo alto de una explanada, en el lado marroquí, hay varios hombres junto a coches esperando la mercancía. “Los bultos suelen llevar marcas pintadas”, explica otro joven que se gana la vida en la frontera. “Las marcas te dicen del empresario al que pertenece el paquete. La policía conoce perfectamente esas marcas, desde lejos. Y sabe de sobra qué bultos hay que dejar pasar”.

Además, de los porteadores, está el negocio de los que cruzan con mercancías en los llamados coches pateras. Pero ahí no se aprecia tanta miseria ni humillaciones. Pero también se maneja muchísimo dinero y se obstruye el tráfico de una frontera siempre ajetreada.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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