El agua
Hace ya mucho que la sociedad pública Canal de Isabel II vive envuelta en escándalos, pese a que hasta ahora no haya trascendido
Hay muchas formas de mirar el agua (perdón por la autocita literaria) como hay muchas formas de mirar la vida. Ese elemento tan imprescindible para la supervivencia humana como escaso en países como el nuestro ha sido, es y seguirá siendo por ello motivo de enfrentamientos y diferencias, de codicia y de grandes obras públicas. Tengo a la vista en mi biblioteca un prodigioso volumen sobre la construcción que promovió la reina Isabel II a mediados del siglo XIX para traer el agua a Madrid que coordinó el escritor Juan Benet y que junto con las fotografías del inglés Charles Cliford, al que la reina Isabel reclamó expresamente para que inmortalizara su gran proyecto civil, recoge textos de unos cuantos escritores españoles, entre los que me cuento, que sirve como ejemplo de los esfuerzos que la humanidad ha hecho a lo largo de la historia para disponer de agua, algo que no está generalizado aún, ni mucho menos, en amplias zonas del planeta.
Madrid ha gozado siempre de agua suficiente y buena, tanto que sale en las guías turísticas, pero por desgracia hace ya tiempo que su gestión viene siendo menos limpia y transparente, como los vecinos de la capital sabemos. La sociedad pública Canal de Isabel II, dependiente de la Comunidad de Madrid, que es la encargada de esa gestión, hace ya mucho que vive envuelta en escándalos pese a que hasta esta semana no hayan trascendido fuera. Que una de sus parcelas en pleno centro de la ciudad se convirtiera en campo de golf privado cuando apenas hay parques cerca o que se intentara privatizar sin éxito gracias a la oposición de muchos vecinos son sólo dos episodios que todos los madrileños conocen. Lo que no conocíamos era que detrás y delante de esos episodios estuvieran unos personajes con vínculos con la corrupción y la financiación ilegal del PP madrileño, comenzando por su expresidente. Se aclaran así las cosas que en la vetusta y digna de alabanza sociedad del agua de Madrid se producían desde hace tiempo y que no se diferencian demasiado de otras que hemos venido conociendo a nivel nacional en otros muchos sectores públicos.
Que sea el agua, tan pura y tan transparente, tan escasa y necesaria y por ello tan valiosa, el objeto de la corrupción le da a ésta, sin embargo, un plus de inmoralidad, lo mismo que a sus protagonistas. Que uno trafique con drogas o haga negocios con armas es inmoral, pero que lo haga con la necesidad de todos entra en el territorio de la abyección. Y el agua es necesaria para todos, incluidos las ranas y los sapos de la pobre Esperanza Aguirre.
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