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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Podemos y el perdón de Patti Smith

Iglesias y Errejón deberían pedir perdón a los suyos con la misma convicción con que lo hizo Patti Smith recogiendo el Nobel de Dylan

Juan Cruz
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. CURTO DE LA TORRE (AFP)
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Patti Smith es como un paje inglés, su pelo blanco, desgreñado, sus vestidos sacados de un cuento de hadas oscuras. Su voz la lleva a las alturas. En la entrega del Nobel a Bob Dylan ella hizo una interpretación memorable de A Hard Rain´s A Gonna Fall, de su amigo galardonado. Y de esos seis minutos de gloria es de justicia que se hayan conservado en la memoria esos segundos de oro en cuyo transcurso ella pide perdón porque se ha roto mientras cantaba.

Dijo Patti Smith, en su segundo momento de titubeo: “Lo siento. Estoy tan nerviosa…” La estaban mirando millones y millones de personas, pero sobre todo la estaban viendo allí, en el Dramaten de Estocolmo, personas físicas, no inventadas por la estadística, que lloraban con la voz estremecida de la cantante.

Y aunque sucedía todo eso, aunque la interpretación era brillante y la evocación llenaba de misterio la voz entera, lo que más emocionó de todo fue su manera de pedir perdón. No es un arte, ni una artesanía, es una disposición del ánimo: no se acurrucó en silencio a ver si le volvía la letra; dijo que a veces pasan estas cosas, uno se pone nervioso y comete un error. Cuando le volvió el hilo fue como si esos segundos tristes se convirtieran en inmortales. Lo celebró la orquesta, lo celebró el público. Y ahora es una metáfora que está a golpe de click, en internet, donde también hay emociones.

¿Para qué sirven esos segundos? Para aprender a pedir perdón. Ahora, en nuestro país, vemos a dos personajes importantes de la política, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, pidiendo perdón a los suyos por dar un espectáculo que ellos consideran poco edificante: se pelean en público, desde la noche de Navidad hasta una fecha que no está aún escrita. Después de pedir perdón, por separado, vuelven a incidir en la almendra de su pecado; y después de la siguiente contrición regresan al punto de partida. ¿Y por qué ocurre esto? Entre otras razones, porque parece evidente que ya sus simpatías se han dispersado tanto que ahora son, abiertamente, antipatías. Y porque no han tenido el detenimiento de pensar que la población ya cuenta con barómetros infalibles para saber si de veras están pidiendo perdón y a quién. Ninguno le pide perdón al otro porque no han encontrado esa necesidad: no se quieren. Y si no encuentras esa necesidad es imposible que esa petición de perdón sirva para algo. La guerra continuará.

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Patti Smith dijo: “Estoy tan nerviosa…” Estaba tan consciente de que era perdón lo que tenía que pedir, consideraba su interior tan dañado por su propio fallo que en realidad le estaba pidiendo perdón a su alma, a su historia, y no solo a ella misma, a su persona, a su ego o a su posible gloria. Le estaba pidiendo también perdón a esa bella canción.

Por eso arañó en el fondo de su alma hasta que consiguió esas palabras. Ahora a estos jóvenes políticos en España les falta saber pedir perdón, pero aún no han hecho un viaje hacia el fondo de su corazón. Y no saben volver, no pueden volver a la letra que iban cantando. El diluvio está por venir, como diría Bob Dylan.

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