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Desnudos y vivos | Martiño Noriega, alcalde de Santiago

“Hay un matrix a la gallega”

El regidor "rebelde" se considera de izquierdas y republicano y duda que el cambio pueda venir por la vía institucional

Manuel Jabois
Martiño Noriega, alcalde de Santiago.
Martiño Noriega, alcalde de Santiago.OSCAR CORRAL

Martiño Noriega (Santiago, 1975), alcalde ateo en el pequeño Vaticano que es Santiago, zona Obradoiro. Residente en el Pazo de Raxoi, rebautizado por su gobierno como Pazo de Hanoi porque, dicen, les son hostiles. Es alcalde “rebelde o del cambio”, como le llaman. Frente a su despacho, la Catedral. Y debajo, como siempre, una gaita.

¿No acaba loco? Ya no la escucho. Pero hay más músicos. Aquí debajo se pone un tipo con la guitarra que es buenísimo. Un día se puso a tocar Micah P. Hinson y bajé corriendo del despacho porque creí que era el propio Micah P. Hinson. 

¿Quién hace más ruido en el Obradoiro? Los peregrinos de fuera entran gritando mucho, la verdad.

¿Cómo se lleva ser alcalde aquí? Por no querer entrar en la Catedral el día del Apóstol abrí todos los telediarios, pero mi relación con la Iglesia es muy buena. Han aceptado la definición de espacios.

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Dígame, ¿qué está enterrado ahí? (Risas) ¡Ay! Está enterrado un símbolo de la ciudad. Está enterrado lo que cada uno quiera que esté enterrado. Sólo digo que estamos en año récord: de peregrinos y de tráfico aeroportuario. Son ya más de 270.000 peregrinos los que han venido este año. Con motivaciones muy diversas, no sólo religiosas, sino culturales, personales...

¿De quién es usted? Mi abuelo era veterinario en San Sebastián; estaba de viaje cuando empezó la Guerra Civil. Le tocó el bando republicano y terminó preso en los Pirineos. Pero no tenía militancia política; él era un liberal de misa de domingo. Después fue veterinario en O Barqueiro y Ortigueira, Galicia. Se había casado en su ciudad con mi abuela, una vasco-catalana de apellidos Romaguera Azpitarte. Mi padre ya estudió en Santiago, donde conoció a mi madre. Mi madre nació en Caracas porque mi abuelo, de Mera, había emigrado allí como barbero. 

Tiene sangre de Galicia, País Vasco, Cataluña. Y si alguien aún duda, Venezuela. Hombre, pero conexión Caracas años 50.

Sus padres militaban. No formalmente. Mi padre venía de la simpatía del Partido Comunista, mi madre de la órbita de la esquerda galega. En Teo, la primera sentada que hubo en el colegio porque no había calefacción la monté con diez o doce años.

En Marea, como en usted, confluye la cultura que viene del PC y el nacionalismo. Parecía antagónico, pero yo conviví con eso en casa. Y milité 18 años en el BNG. Hasta que empezamos la aventura del mestizaje.

Pero es un espacio temporal. Los dos tienen objetivos diferentes. Es que queda mucho camino, aún. ¿Qué Estado queremos? ¿Un Estado plural, diverso? ¿Un Estado multicolor, un Estado monocolor? ¿Con valores republicanos o sin ellos? Ahora estamos obligados a cooperar.

Tienen tensiones con Podemos. Es una relación de respeto. Aquí hay un espacio propio y siempre hemos ido por delante. AGE (Alternativa Galega de Esquerdas) fue la primera coalición entre el soberanismo e IU. Era 2012: aquí estaba Pablo Iglesias asesorando a IU. Y en Galicia hay alcaldías en Santiago, Ferrol y A Coruña. Si ves el mapa de España con los ayuntamientos del cambio, como los llaman, se ve que en Galicia pasa algo.

Beiras. Hablamos mucho, comemos. Yo me creé políticamente con su liderazgo del BNG en los 90. Y lo conocí en la derrota, cuando más aprendí de él.

¿Qué aprendió? Cómo se puede sacrificar un gran potencial al servicio de una causa que crees justa. Él es músico, y aunque al final ha sido un gran economista, es un músico que siempre ha interpretado la política en clave musical. Él dice que yo en clave médica: diagnóstico y tratamiento.

¿Y qué diagnóstico tiene usted para España? Ha habido un golpe de moqueta. Estamos en crisis institucional: por lo que ha ocurrido en el PSOE y por sus consecuencias. Ya a nivel global, el matrix tiene goteras y ha tolerado como mal menor una salida por la extrema derecha en estos momentos.

Feijóo. Todos los datos demuestran que Galicia ha empeorado. Pero Feijóo, cuyo perfil propio en el PP lo acerca al peronismo de derechas, ha construido un guión que cuestiona esos datos. Y le ha hecho creer a la gente que es así. Hay un matrix a la gallega: Feijóo ha impuesto su lectura sobre la realidad.

¿Se considera populista? No. Un gallego de nación, de izquierdas y republicano. En Galicia el populismo lo utiliza Feijóo. Yo opero con valores republicanos; Beiras dice incluso que es más importante reivindicar esos valores que los usos democráticos. La laicidad, la igualdad de oportunidades...

¿Tiene ambición? Sólo pienso en irme a Illa de Arousa (su lugar de veraneo). Eso de estar allí, ver un cartelito que pone ‘Continente, 1 Km’ me relaja mucho.

Ustedes siempre parece que van al poder empujados. ¿No es honesta la ambición? Sí cuando no está hermanada con el ‘todo vale’. La ambición de cambiar las cosas me parece positiva. Pero pueden cambiarse desde muchos lugares, y cada vez tengo menos claro que sea desde la vía institucional.

Pablista, entonces. Los debates de Podemos los debe de resolver Podemos. Yo estoy representando otro espacio político. Pero no podemos dar por sentado que tenemos que irnos a la normalidad institucional. Habrá que buscar fórmulas imaginativas para ejercer el papel en la instituciones, en la calle, en la lucha. Lo que no podemos pretender es que no pase nada y regresar a los noventa. Hay una aceleración histórica del copón.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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