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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Humor negro y humor nazi

Para nuestros izquierdistas, la banda practicaba "violencia" o "lucha armada", no terrorismo

Antonio Elorza
Detalle de una fotografía de la exposición 'Tratado de paz. 1989. Después de las conversaciones de Argel. Delirio y tregua'.
Detalle de una fotografía de la exposición 'Tratado de paz. 1989. Después de las conversaciones de Argel. Delirio y tregua'.ALEJANDRO GARCÍA (EFE)

El reciente juicio sobre el supuesto delito cometido por un político al emitir unos tuits, nos lleva a un terreno que desborda con mucho el de una peripecia individual casi irrelevante. Enlaza con un episodio tan significativo como la anulación por el Tribunal Constitucional de la precedente condena del negacionismo del holocausto, que lograra mediante un esfuerzo titánico la ya fallecida Violeta Friedmann, superviviente de Auschwitz, frente al nazi Léon Dégrelle. En ambos casos, se apeló en la defensa de la libertad de expresión, a lo cual es añadida en el más reciente la invocación al humor negro. Única observación a hacer sobre este episodio: condenar el terrorismo, y no el terrorismo de ETA explícitamente, abre el margen para la duda razonable, ya que para nuestros izquierdistas, la banda practicaba "violencia" o "lucha armada", no terrorismo.

La libertad de expresión requiere límites, y en su seno el humor negro, cuando atenta contra los derechos o la seguridad jurídica de otro. No es lícito hacer propaganda, y tampoco chistes sobre la pederastia. Tampoco del canibalismo o de la tortura, es decir, sobre aquellos comportamientos concretos, identificables, de los cuales resulta la destrucción del ser humano. El contenido macabro del humor negro no ofrece otro problema que el del un posible mal gusto cuando su referente es genérico, pero pasa a ser condenable cuando trivializa, e incluso introduce el sarcasmo, al tratar de colectivos y personas que han sido víctimas inequívocas de agresiones criminales. Más aun cuando el tratamiento humillante sugiere un determinado sesgo: no es creíble que el mismo autor difundiera tuits sobre unos niños palestinos bombardeados por Israel o sobre los laboralistas asesinados en la transición. Con verdugos tan identificables, y condenables, como ETA o el Estado hitleriano. Volvamos siempre a Primo Levi.

Ha existido el humor negro nazi, consistente en servirse de la burla y el sarcasmo para remachar el aniquilamiento del adversario

Porque ha existido el humor negro nazi, consistente en servirse de la burla y el sarcasmo para remachar el aniquilamiento del adversario. Goebbels utilizó este procedimiento para destrozar la imagen de sus oponentes demócratas, siendo su técnica transferida a la España de Franco en los preliminares del No-Do. ¿Y qué decir de las vomitonas cuarteleras de Queipo de Llano contra los rojos y sus viudas redimidas sexualmente por la Legión?

Claro que también es de rigurosa raigambre totalitaria el recurso de responder siempre a cualquier crítica con una mezcla de brutalidad y descalificación: si se censura una infracción, es porque el crítico perdió las elecciones, y además tal actitud censoria se ejecuta desde el fango. Más allá de que los líderes de Podemos hayan estudiado los antecedentes en Lenin y el Duce, coinciden con ellos en la sustitución del debate por la agresión verbal.

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