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Debate de investidura
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vértigo

Cómo estará España que en la tribuna de invitados, a espaldas de Verstrynge, una pareja se morreaba mientras intervenía Rajoy

El ex secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en el debate de investidura de Mariano Rajoy.Vídeo: EFE | EPV
Manuel Jabois
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A esa iniciativa de juntar en la mesa a dos amigos enfadados diciéndoles por separado que el otro le quiere pedir perdón se le empieza a llamar ‘hacerse un Sánchez’. Si alguien quiere saber cómo acaba puede observar el Congreso: uno en la oposición, otro yéndose con el dueño del chiringo, Sánchez sin cargo y en su grupo no se habla gente que sí se hablaba: morre xente que antes non morría. Cómo estará España que el miércoles en la tribuna de invitados, a la espalda de Jorge Verstrynge, una pareja empezó a morrearse mientras hablaba Rajoy. A la espalda de Verstrynge, que se da muy bien la vuelta, se mueve la Historia. 

Había interés en saber cómo se desempeñaba el PSOE en la oposición profiláctica. Salió a hablar Tu Quoque Hernando, a quien Sánchez observó bajar hacia la tribuna como si el hemiciclo fuese la escalera de caracol de Vértigo, esa película en la que un hombre quiere convertir su partido político a semejanza del que fue. Hernando es el protagonista trágico de estos días, el antihéroe al que cualquier novelista debe volver su mirada para entrar cinco minutos en su cabeza; Hernando ahora mismo es un Premio Nacional andante, un hombre cuya turbación no puede abarcar el periodismo, sino la ficción: hay que narrarlo desde la omnisciencia. Su mejor frase fue su mejor tumba: “Señor Rajoy, no nos gusta como presidente, pero España nos necesita”. O sea, España nos necesita para que usted la gobierne.

Iglesias aprovechó el jaleo para presentarse a Rajoy como nuevo líder de la oposición, su nuevo cargo tras haber sido vicepresidente del Gobierno y ministro de la Marina: en la cabeza de Iglesias también habría que echar algunos minutos. Iglesias cuenta con la ventaja de que sus discursos no los puede pronunciar nadie más que él. No tiene esa estandarización tan parlamentaria que a veces obliga al espectador a mirar a la tribuna para saber quién habla. Construye las intervenciones a su imagen y semejanza: picos de brillantez y estrategia para ganar votos combinados con rugidos y escandalera para ganar likes. El sorpasso al PSOE está cerca; el de los likes sobre los votos va a llevar tiempo.

Al final de todo hubo un incidente porque Rafael Hernando, diputado discreto y educado que hace años casi le parte la cara a Rubalcaba (el PP tiene de portavoz a Gil), acusó a Podemos de financiación de gobiernos extranjeros, un caso archivado judicialmente. Pastor no le dio derecho a réplica a Iglesias, que sacó a los suyos del hemiciclo hasta la votación. Al regreso les esperaba en el escaño de Hernando la sonrisa patentada de la inmunidad parlamentaria. En el aire quedó la sensación de que si aquel día llega a pillar a Rubalcaba hoy estaríamos invistiéndole a él.

Rivera se puso a señalar los agujeros del techo para explicar, como un guía turístico con paraguas, que aquello había sido un golpe de Estado y no lo de la investidura, como había dicho Iglesias. Hace tres años, en una maniobra genial, una obra de remodelación del Congreso tapó varios agujeros creyéndolos goteras. Fue un adelanto de lo que luego se dio en llamar Ecce Homo de Borja, pero en lugar de a un cuadro, a la democracia. Rivera protagonizó la sorpresa de la jornada al citar a Adolfo Suárez. Cogió a todo el mundo con el pie cambiado. Cuando a Ciudadanos llegue la factura de los derechos de autor de Suárez van a hacer falta diez Garicanos para que salgan las cuentas.

Rajoy dedicó el día a administrar la gloria; que perdiese la votación forma parte de sus magníficas victorias. En un gesto de melasudismo extremo convirtió el “Luis, sé fuerte”, dirigido su tesorero cuando supo que tenía en una cuenta suiza 22 millones de euros, en un chiste. Aquel mensaje que haría dimitir a cualquier presidente ha terminado siendo parte de su repertorio de chascarrillos. Es una máquina, lo miren por donde lo miren. Su hundimiento el 20D lo ha traducido en un año más de gobierno; si agota la legislatura habrán sido nueve en el poder. Dedicó la jornada a divertirse discutiendo con Iglesias (los dos empiezan a caerse mejor de lo prudente) y a mirar a Hernando como en la escena de Vértigo:

-Ahora soy responsable por ti. Los chinos dicen que una vez que le salvaste la vida a una persona eres responsable por ella para siempre.

No te queda nada, España.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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